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La luz suave de la mañana se colaba a través de las ventanas de la cabaña, mezclándose con el sonido de la lluvia golpeando el techo. Severus comenzó a despertar lentamente, sintiendo un calor inesperado bajo su cabeza. Abrió los ojos poco a poco y, para su sorpresa, se encontró acurrucado contra el pecho del señor Potter, quien aún dormía, con un brazo protector alrededor de su cintura.

Las mejillas de Severus se tiñeron de rojo, avergonzado por la situación, aunque también sentía una gran gratitud hacia el hombre que estaba a su lado. El señor Potter le había dado más apoyo que nadie, incluso más que su propia hermana. Intentó apartarse con cuidado, pero en ese momento, este despertó bruscamente al notar el movimiento.

—Lo siento —murmuró Severus, sonrojándose aún más—. No quería despertarte... Lamento haberme quedado dormido. Suelo ser una compañía algo aburrida.

James lo escuchó con calma y respondió de manera tranquilizadora—No eres una compañía aburrida, Severus. Estábamos cansados los dos —dijo el auror, mirándolo con suavidad.

Severus se sintió levemente aliviado y suspiró. Aunque hacía frío y le gustaría quedarse, sabía que debía regresar con su hermana; no quería tener problemas con ella y su esposo. —Gracias por todo, señor... James —murmuró, obligándose a tutearlo.

—Siempre es un placer —respondió James con una sonrisa—. ¿Te gustaría acompañarme a desayunar? Remus y Sirius me invitaron a su casa. No habrá ningún problema si vienes conmigo.

Severus se mordió el labio, algo indeciso. —Realmente me gustaría, pero tengo que regresar a casa de mi hermana. Salí sin avisarle y no quiero problemas con ella —explicó—. Será en otra ocasión.

James hizo una mueca, pero asintió. —Si el muggle te molesta, puedes venir a mi casa o quedarte aquí —le dijo James, tomando su mano y acariciándola suavemente—. ¿De acuerdo?

—Sí... —susurró Severus, sonriendo—. Gracias.

—De nada, chico lindo —murmuró James con un guiño—. ¿Puedes venir esta noche otra vez? No tienes que quedarte, pero podríamos cenar.

—Lo intentaré —respondió Severus con una leve sonrisa.

Ambos se levantaron. James aún llevaba su uniforme de auror, y como se había quedado dormido con la ropa puesta, necesitaba un baño y un uniforme limpio. —Entonces, espero verte esta noche, Sev —dijo James, sonriendo.

Severus asintió y se empino para besar la mejilla del hombre mayor frente a él. —Hasta luego, James. Gracias.

El auror, sintiéndose lleno de felicidad, asintió sin saber qué decir, y observó cómo Severus desaparecía por la chimenea. Cuando quedó solo en la cabaña, James se tocó la mejilla y suspiró. —Solo un poco más de tiempo —murmuró para sí mismo.

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Tobías arqueó una ceja cuando vio al chico de cabello negro en la puerta de la cocina. Hasta donde sabía, no había dormido en casa, pero no le interesaban mucho sus actividades.

—Buenos días, Severus. Parece que recordaste que tienes una casa donde dormir —Eileen cruzó ambos brazos, demostrando su enojo—. ¿Dónde estabas? ¿Dónde dormiste?

—He vuelto, eso es lo que debería importarte, ¿no? —La respuesta petulante causó algo de risa en Tobías, aunque el hombre logró disimularla.

Los labios de Eileen temblaron. —Estaba preocupada, Severus. No avisaste a dónde ibas y pensé lo peor. Ayer... sé qué día era ayer y estaba preocupada. Mil situaciones pasaron por mi mente. ¿Qué querías que pensara? —le regañó su hermana.

InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora