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Harry hizo una mueca cuando salió de la chimenea. No sabía qué parte de su cuerpo le dolía más. Su padrino había sido el encargado de asignar las actividades a los novatos la noche pasada y, por su actitud hacia él, era notorio que ya estaba enterado de lo que había sucedido. Si bien Azkaban no era su lugar favorito, vivió un infierno total al tener que hacer actividades físicas, entre ellas, limpieza.

¡Los elfos eran los que hacían limpiezas, no los aurores! Aun así, su padrino lo envió a una de las malditas más sucias, escalofriantes y aterradoras áreas de Azkaban a limpiar junto a otros, como si fuera una de las malditas ratas que vivían en la fortaleza. Ginny también la había pasado peor; su rostro le había dado la respuesta. Ni siquiera se habían logrado despedir bien luego de que el turno finalizara, y hablar con su padrino... Harry realmente no tenía ganas de eso.

Un olor a café y comida recién hecha le dio la bienvenida. Harry se arrastró hasta la cocina, donde encontró a su madre preparando el desayuno.

—Buenos días —la saludó, intentando sonreír. No quería que su madre viera lo mal que la había pasado, pero al ver los ojos enrojecidos y ligeramente hinchados de su madre, la sonrisa que se había forzado a mostrarle desapareció—. ¿Qué sucedió? —preguntó al verla.

Lily negó ligeramente—. Nada, mi amor.

—¿Discutiste con mi papá? —preguntó al no recibir la respuesta que esperaba de su parte.

Lily hizo una mueca al escucharlo—. Ya se le pasará.

Harry respiró profundamente y tomó asiento en una de las pequeñas sillas del comedor de la cocina. Sus labios temblaron con fuerza—. Lo siento por arrastrarte a esto, mamá.

Lily negó y sonrió—. Ya se solucionará —repitió, entregándole una taza de té caliente—. ¿Tienes hambre, mi amor?

Harry asintió, tomó un sorbo del té mientras observaba a su madre servirle el desayuno—. ¿Discutieron por...?

—Cariño, no quiero hablar de eso, ¿vale? —le pidió Lily, colocando el plato frente a él para luego tomar asiento—. Tu padre solo está molesto, te aseguro que pronto será el mismo de antes.

—Mi padrino... está furioso conmigo —le informó—. La noche se convirtió en un infierno.

—Oh, cariño... —Lily sostuvo la mano de su hijo y se vio reflejada en esos ojos verdes, que eran iguales a los de ella—. Pronto todo pasará —le prometió—. ¿Cómo está Ginny?

Harry hizo otra mueca—. No sé si le fue peor que a mí.

Lily asintió nuevamente—. Le haré una visita más tarde.

Harry le sonrió a su madre al escucharla—. Gracias, mamá, por... apoyarme —murmuró agradecido—. Sé que... no hice las cosas bien, pero... yo de verdad la amo.

—Lo sé, mi amor, eso es lo importante.

Harry sonrió de nuevo. Se escucharon pasos; su padre estaba bajando las escaleras, lo que hizo que su madre se pusiera de pie y casi corriera a la entrada de la cocina.

—Buenos días, mi amor. ¿Quieres desayunar? He preparado café, como te gusta.

—Ahórrate el papel de la buena esposa, Lily —James no entró a la cocina. El auror se acomodó la gruesa túnica de color negro y se limpió los lentes—. Desayunaré en otro lugar.

Lily tembló. Observó a su esposo darle la espalda para ir hasta el recibidor, donde estaba la chimenea. La mujer lo siguió—. James, por favor, mi amor, Harry está aquí. ¿Podemos sentarnos y hablar? Quiero... no quiero que estés molesto conmigo, si pudieras entender...

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