De vuelta a casa

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LUCÍA

Estábamos en el aeropuerto esperando el vuelo a la Argentina. Al fin regresaríamos a nuestro hogar. Llegamos temprano y nos sentamos en un área privada para esperar la hora de partida.

Joaquín lucía más apuesto que de costumbre. Sentía ganas de lanzarme encima de él y besarlo. Todo el estrés del este día, me había privado de disfrutar su presencia.
Tenía que aprovechar el tiempo que nos quedaba antes de volver a la realidad. Así que busqué una excusa para acercarme. Me senté a su lado y entable una conversación.

-Me sorprendió tu valentía hoy. Yo no sería capaz de contar algo tan duro, a una persona tan querida. Quiero decirte que eres una persona especial. Te quiero por todo eso.

-Era mi deber como amigo. No podía irme y dejarlos así sabiendo el verdadero motivo del alejamiento entre ambos.-Se limitó a responderme, sin mirarme directamente.

Tenía su mirada clavada en el piso y sus manos ansiosas manipulaban los broches del equipaje de mano. Detuve el movimiento casi maníaco de sus dedos y los enredé junto a los míos. Llevé su mano hasta mi boca y le di un beso de agradecimiento. Nuestros cuerpos temblaron por el contacto. Los dos sabíamos que la atracción era más fuerte, que mil problemas juntos. Pero hasta ahora parecía sólo eso, sentimientos confundidos. Quizás una pasión enloquecedora o tal vez amor. Nunca podríamos saberlo gracias a mi estúpida idea de alejarlo.

Rompimos el contacto y nos quedamos en silencio sintiendo nuestras almas existir. Tratando de soportar la sola presencia del otro.
Yo comprendía su preocupación en todo este asunto, él era la única víctima. De la prensa, de los Estefan y principalmente de mí. En casa me estaba esperando Alberto, seguramente con una sonrisa en su rostro, pero a él lo esperaba una nueva disputa con su esposa.

En todas las revistas y programas era el Don Juan que mantenía una aventura, pero en realidad su corazón estaba roto por mi culpa y su matrimonio pendía de un hilo por un malentendido.
Entre tantos pensamientos, sentí un sueño devastador, incliné mi cabeza en su hombro y me quedé rendida.

JOAQUÍN


Ahí estábamos a unas horas de partir a nuestra vida de verdad, a mí me esperaba una batalla campal con Viviana. Además tendría que soportar a ese tipo adueñándose de Lucía.
Ahora estaba recostada en mi hombro. Tan cerca y tan lejos, tan mía y tan de nadie. Sin interrumpir su sueño, la acomodé en mi pecho y posé mi brazo en su espalda. Su corazón y el mío latían acompasados, armonizando aquel momento hermoso. Se sentía tan bien estar con ella, que el tiempo se me fue volando.


Desperté de mi letargo cuando escuché el anuncio de nuestro vuelo. La desperté cuidadosamente y la guíe por todo el camino para evitar que se cayera. Tenía el sueño muy pesado y le costaba mucho despertar del todo. Parecía una sonámbula por todo el aeropuerto y yo iba detrás con una tierna sonrisa en mi rostro y manejando sus pasos como si ella fuera una niña pequeña.

El viaje es muy largo y a pesar de que viajamos en primera clase, tantas horas de vuelo estropean demasiado el cuerpo. Lucía se mantenía entre dormida y despierta, así que decidí revisar mi agenda de compromisos laborales.

Abrí la laptop y me puse los anteojos. De reojo, velaba su sueño y esperaba con impaciencia que despertara para poder conversar.

Comenzó a tiritar de frío, así que tomé una de las mantas que nos dio la azafata y se la coloque encima. Se acurrucó al sentir el calorcito invadir su pequeño cuerpo. Poco a poco se fue acercando a mí, hasta que no me quedó espacio para moverme. Estaba atrapado entre la ventanilla y su cuerpo.

Comprendí que buscaba mi calor así que cerré el ordenador y me quité los lentes. La tomé entre mis brazos y la apreté fuerte contra mi pecho. Un suspiro se escapó de sus labios y fingió seguir dormida. Pero la conozco más que nadie y sé que estaba despierta. Le seguí el juego y empecé a acariciar su rostro angelical. Sus párpados se movían desesperados por abrirse, pero los apretaba para no delatarse. Yo sonreía al verla, era como una niña grande, a pesar de todo conservaba la frescura y la gracia de una joven inocente.
Acerqué mi rostro a su pelo para impregnar su fragancia en mi nariz. Mi respiración hacia que los cabellos de su frente se movieran como las hojas de los árboles se mecen con el viento.
Besé su frente y me incorporé de nueva cuenta en el asiento. Ella se removió y lanzó un gemido de inconformidad. Clara señal de que no quería que me detuviera.
Yo miré hacia todos lados y volví a pegar mi rostro al de ella. Besé la punta de su nariz y volví a besar su frente. Ella no aguantó más y abrió sus ojos.

El amor nos tomó por sorpresa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora