Caos

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Joaquín

El teléfono sonaba insistentemente muy temprano en la mañana. Ninguno de los dos tenía ánimos para contestar. La noche de ayer había sido magnífica y nuestros cuerpos estaban exahustos. Lucía se removió incómoda por el ruido que provocaba el celular. Dio una vuelta en la cama hasta que quedó cerca de la mesita de noche. Tomó el teléfono y contestó desganada. Era la directora del hogar muy nerviosa, había problemas con Felipe, el pequeño que había llegado hace poco.
Gachi dio un salto en la cama y no dudó un minuto en levantarse. Corrió hasta el baño para arreglarse. Yo todavía estaba medio dormido no terminaba de entender la gravedad del asunto. De repente sentí mi cuerpo sacudirse y era ella, tratando de despertarme. Me explicó lo delicado de la situación y enseguida me arreglé como pude. Mi ropa estaba toda arrugada así que como último recurso quedó tomar prestado una camisa de Alberto que se había quedado en el ropero de Lucía.

Salimos corriendo hasta el hogar.
Una calle antes de llegar nos percatamos que había mucho ruido y vimos un carro de policía doblar la esquina. Llegamos y habían más de siete carros frente al Hogar. Entre reporteros , policías y curiosos habían convertido el problema en algo mucho más mediático. No sabíamos ningún detalle de lo ocurrido y nos aterraba la idea de que algún niño estuviera herido. Estacionamos donde pudimos y sorteamos todas las personas que observaban desde afuera. Cuando estábamos cerca de la verja vimos a un hombre con un aspecto descuidado y la cara de ser una persona adicta. Gritaba como loco lanzando injurias contra nosotros y los trabajadores del hogar. Nos acusaba de haberlo separado de su hijo. Exigía que le devolvieran a Felipe o de lo contrario se iba a suicidar.

Había un alboroto tremendo y entramos rápidamente. Silvia, la directora estaba muy nerviosa. Lloraba sin parar y estaba esperando nuestra llegada con ansiedad. Los niños estaban recluidos en los cuartos con las psicólogas y todas las puertas estaban cerradas. En los tantos años que llevábamos con el hogar jamás habíamos presenciado algo parecido. De pronto una voz conocida se hizo presente detrás de nosotros.

- ¡Al fin llegan! Estaba muy preocupada por ustedes. Pasé por el departamento y me cansé de llamar y no estabas.

Era Viviana, al parecer había intentado comunicarse con nosotros y no lo había conseguido.

- ¡Viviana, estás aquí! ¿Cómo estás?-pregunté angustiado.

- Todo bien, Joaco, pero ¿Dónde estabas? Me cansé de llamarte, pero como siempre tienes el teléfono en silencio. Decidí ir hasta el apartamento pero tampoco estabas.

- Bueno... Es qué... Estuve por ahí..

Lucía interrumpió secamente para frenar la conversación.- Después hablan de esas cosas y se piden explicaciones, ahora no es momento. Hay cosas más importantes por la que preocuparse.

El ambiente se puso tenso y las miradas que se lanzaron parecían cuchillos. Yo como siempre estuve entre las dos tratando de calmar la situación. Silvia aprovechó que todo estaba en silencio y tomó a Gachi de la mano.

- Lo que sucedió es que ayer en la tarde ese hombre se apareció acá pidiendo hablar con ustedes. Yo me negué y él amenazó con dar un escándalo.

- Pero, ¿Él es el papá de Felipe?- preguntó Lucía.

-¡ Sí!, es él. La madre del niño murió hace un año de una sobredosis y desde entonces él se encargó del nene. Pero él también se droga y dejaba al niño solo hasta dos días seguidos. Los vecinos eran los que alimentaban a la pobre criatura.

- ¡Por Dios!, pobre angelito- dijo Viviana mientras negaba con la cabeza.

- ¿Por qué está formando ese alboroto?

El amor nos tomó por sorpresa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora