Daichi Sawamura

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Era una tarde tranquila en la ciudad, el sol apenas comenzaba a ponerse, pintando el cielo con tonos naranjas y rosados. Te encontrabas sentada en una cafetería, disfrutando de un café caliente mientras veías pasar el tiempo. El día había sido largo, y lo único que querías era una pausa, un momento de calma. Pero esa calma se vio interrumpida cuando la puerta de la cafetería se abrió y viste entrar a Daichi Sawamura.

Siempre te había impresionado su presencia. No era solo su altura o su físico trabajado por los años de ser capitán del equipo de voleibol, sino esa calma confiada que irradiaba. Daichi era alguien en quien podías confiar sin dudarlo, y hoy, verlo entrar a la cafetería te hizo sonreír sin que te dieras cuenta.

Te buscó con la mirada y, al encontrarte, una suave sonrisa se dibujó en su rostro. Se acercó a ti con pasos decididos, y su sola presencia hizo que todo el lugar pareciera más cálido.

—¿Te molesta si me siento contigo? —preguntó, su voz grave pero suave, como siempre.

—Por supuesto que no, Daichi —le respondiste, haciendo un gesto hacia la silla frente a ti.

Se sentó con un suspiro, como si también necesitara ese descanso. La tarde había sido pesada para él, pero a pesar de eso, siempre encontraba tiempo para ti. Su mirada, siempre firme pero amable, se posó en tu rostro, como si pudiera ver más allá de las palabras que aún no habías dicho.

—¿Estás bien? Pareces pensativa —comentó, inclinándose ligeramente hacia adelante, con esa atención total que siempre te brindaba cuando estaban juntos.

Suspiraste suavemente. Habías estado pensando mucho en el futuro, en lo que estaba por venir, y sabías que tenías que hablar de ello con Daichi.

—Hay algo de lo que quiero hablar contigo —dijiste, sintiendo una leve inquietud en el estómago, pero confiando en que él sabría manejarlo como siempre lo hacía.

Daichi levantó una ceja, su expresión ahora más seria, pero sin perder esa calma que tanto lo caracterizaba.

—Claro, dime lo que sea —dijo, con ese tono firme que siempre te hacía sentir segura.

Respiraste hondo, sabiendo que este era un paso importante.

—Estoy embarazada.

Hubo un pequeño silencio. Los ojos de Daichi se agrandaron por un segundo, como si estuviera procesando lo que acababas de decir. Pero no fue un silencio incómodo, más bien uno de sorpresa natural. Lentamente, una sonrisa suave comenzó a curvarse en sus labios, y la calidez en su mirada aumentó.

—Eso es... increíble —susurró, con una mezcla de emoción y asombro en su voz.

Tomó tu mano desde el otro lado de la mesa, sus dedos fuertes pero gentiles envolviendo los tuyos. Había una chispa en sus ojos, algo que nunca habías visto antes, y te diste cuenta de que esa noticia había tocado algo profundo en él.

—¿Cómo te sientes? —preguntó, su preocupación por ti evidente en cada palabra.

—Un poco asustada, para ser honesta —admitiste, aunque también sentías una especie de alivio al verlo reaccionar de manera tan positiva.

Daichi asintió, sus dedos apretando los tuyos de manera reconfortante.

—Es normal. Yo también lo estoy —confesó con una risa ligera—. Pero estoy feliz, más de lo que puedo expresar. Vamos a enfrentar esto juntos, ¿de acuerdo? —Su mirada se suavizó aún más, esa seguridad que siempre te daba siendo más fuerte que nunca.

A lo largo de las semanas siguientes, Daichi demostró ser el apoyo más sólido que podías imaginar. Aunque tenía momentos en los que se sentía abrumado por todo lo que estaba por venir, nunca dejó que sus nervios se interpusieran en su dedicación hacia ti. Comenzó a planificar, a investigar, a asegurarse de que todo estuviera en orden para el futuro. Daichi, con su carácter responsable y siempre atento, te acompañaba a las citas médicas, tomaba notas, y te sorprendía con pequeños gestos de cariño.

—Sabes, he estado pensando —dijo una noche mientras acariciaba suavemente tu vientre—. Quiero que esta casa sea un hogar seguro para los tres. Sé que seré estricto a veces, pero quiero que nuestro hijo crezca rodeado de amor y cuidado.

—Y lo hará, Daichi —le aseguraste, viendo en sus ojos ese amor profundo que ya sentía por el bebé.

Sabías que, con él a tu lado, no importaba lo difícil que se pusieran las cosas. Daichi era el tipo de persona que siempre estaría ahí, firme y confiable, listo para enfrentarlo todo juntos.

 Daichi era el tipo de persona que siempre estaría ahí, firme y confiable, listo para enfrentarlo todo juntos

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