Nishinoya Yuu

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Nishinoya y tú,  después de una fiesta llena de risas, bromas, y diversión con los amigos, llegaste a casa junto a él, quien no paraba de sonreír desde que cruzaron la puerta. Ambos estaban agotados, pero en su típica manera, él no parecía dispuesto a quedarse quieto ni un segundo más. Te dejaste caer en la cama, exhausta, mientras él se dejaba caer a tu lado, apoyando sus brazos a cada lado de tu cuerpo, mirándote con esa energía inagotable que lo caracterizaba.

—¿Cansada? —susurró mientras comenzaba a dejar pequeños besos en tu mejilla, que rápidamente se dirigían hacia tu cuello. La sensación de sus labios sobre tu piel te hizo estremecer y reír suavemente.

—¡Qué energía tienes...! —le dijiste, entre risas suaves, al tiempo que cerrabas los ojos disfrutando del momento.

—Sabes que nunca me canso cuando estoy contigo... —murmuró, con una mezcla de diversión y algo más profundo en su tono de voz. Los besos continuaban, pero esta vez sentías algo diferente. Se detuvo un segundo, te miró con intensidad y acarició tu mejilla. Entonces, con una sinceridad inesperada, dijo—: Quiero tener un bebé.

Abriste los ojos sorprendida, y lo observaste por unos segundos en silencio. No era la primera vez que hacían bromas o imaginaban futuros juntos, pero esta vez se sentía distinto, más real. Te quedaste en silencio, procesando las palabras que él había dicho, mientras él te miraba esperando tu reacción.

—¿En serio? —preguntaste, sin saber cómo más responder. Una sonrisa apareció en su rostro, pero no era la habitual sonrisa traviesa. Era una sonrisa genuina, cargada de una ilusión que te conmovió profundamente.

—Sí, en serio. Quiero una familia contigo —dijo, su voz bajando a un tono más suave—. Imagínate... tener un pequeñito corriendo por aquí, tan valiente y energético como yo. O una pequeñita con tu sonrisa hermosa... —añadió, mientras su mirada brillaba con emoción.

Tu corazón latía rápido. La idea de formar una familia con él no era algo que hubieras pensado con detalle, pero al escuchar sus palabras, la idea parecía perfecta. Esa noche, la emoción los envuelve, y entre risas y susurros, planean cómo será su vida con un pequeño Nishinoya o una pequeña tú corriendo por la casa.

Días después, la idea no se te iba de la cabeza. Aún no estabas segura, pero cada día veías más signos que podrían indicar que estaba ocurriendo, y querías contárselo de una manera especial. Él había sido tan paciente, pero la idea de formar una familia lo tenía más emocionado que nunca, lo veías en cómo te preguntaba con ojos llenos de expectativa.

Una tarde soleada, Nishinoya y tú decidieron salir a la playa, uno de sus lugares favoritos. El aire salado, las olas golpeando suavemente la orilla y el sonido de los niños jugando al voleibol hacían que el ambiente fuera perfecto. Nishinoya, como siempre, se emocionaba al ver cualquier partido en la arena, y no dudó en correr a ver cómo jugaban los chicos.

—¡Mira! ¡Es como revivir los viejos tiempos! —gritó mientras se acercaba a la red con una gran sonrisa. Tú lo mirabas desde la distancia, con una mezcla de cariño y nervios. Sabías que tenías que decirle, pero no encontrabas las palabras.

De pronto, Nishinoya se unió al juego improvisado, animando a los chicos y demostrando sus increíbles reflejos. Estabas perdida en tus pensamientos cuando lo escuchaste gritar:

—¡Este punto es mío! —Saltó con toda su energía y, como siempre, logró salvar una bola imposible. Los niños lo vitorearon, mientras él corría hacia ti con una sonrisa triunfal.

—¿Lo viste? ¡Aún lo tengo! —te dijo emocionado, mientras se dejaba caer a tu lado en la toalla, respirando con fuerza. Te reíste, aunque seguías sintiendo el nudo en tu estómago. No querías arruinar el momento, pero sabías que ya no podías esperar más.

—Noya... —empezaste, nerviosa. Él te miró, aún con la adrenalina corriendo por sus venas.

—¿Qué pasa? —preguntó mientras tomaba tu mano, aún sin poder borrar la sonrisa de su rostro.

—Tengo algo que decirte... algo grande.

Él frunció el ceño, preocupado por tu tono serio, pero rápidamente recuperó su actitud despreocupada.

—¿Grande? ¿Es algo bueno? —preguntó, inclinándose hacia ti con una chispa de emoción en los ojos.

—Sí... es algo increíble. —Tomaste una bocanada de aire y, sin más rodeos, le tomaste la mano y la colocaste suavemente sobre tu vientre.

Él te miró fijamente por un segundo, procesando tu acción. Sus ojos se abrieron enormemente al comprender lo que estabas tratando de decir.

—¿E...estás...? —comenzó a decir, su voz temblando ligeramente. No podía contener la emoción que crecía dentro de él.

—Sí —dijiste, asintiendo con una sonrisa—. ¡Vamos a ser papás!

No dijo nada más. En un instante, te levantó en sus brazos y comenzó a dar vueltas, riendo, llorando, y repitiendo emocionado: "¡Vamos a ser papás, vamos a ser papás!". La emoción en su voz era palpable, y te abrazó tan fuerte que casi te hizo perder el equilibrio.

Te echaste a reír al ver su reacción tan exagerada. Pero antes de que pudieras decir algo más, Nishinoya te tomó en brazos y comenzó a girar contigo en la arena.

—¡Voy a ser papá! —gritó nuevamente, riendo mientras giraba—. ¡Esto es increíble!

Te dejó en el suelo con cuidado, y luego se arrodilló frente a tu vientre, poniendo su oreja contra él.

—¡Oye, pequeño o pequeña! ¡Aquí tu papá! —dijo emocionado—. No puedo esperar para enseñarte a jugar voleibol, a ser valiente, a vivir al máximo... ¡Ah, va a ser genial!

Te reíste con lágrimas en los ojos. Su entusiasmo y amor eran contagiosos.

—Gracias, muchas gracias. —dijo con una sonrisa más suave mientras se levantaba para abrazarte—. Prometo ser el mejor papá del mundo. ¡No voy a defraudarte a ti ni al bebé!

 ¡No voy a defraudarte a ti ni al bebé!

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Extras:

-Nishinoya empezó a hablarle al bebé todos los días desde entonces, asegurándose de que el pequeño o la pequeña conociera su voz desde el vientre.

-Al enterarse sus compañeros de Karasuno, Hinata y Tanaka hicieron una fiesta sorpresa para celebrar, lo que resultó en una competencia de quién sería el mejor tío.

-Se emocionaba muchísimo cada vez que veía el ultrasonido y siempre insistía en llevar una copia en su billetera.

-Cada vez que el bebé pateaba, Nishinoya decía: "¡Va a ser un gran libero, lo siento en mis huesos!"

-Empezó a aprender sobre paternidad viendo videos de cómo ser un buen padre, aunque no podía evitar mezclarlo con su amor por el deporte.

-Durante el primer ultrasonido, Nishinoya no puede ocultar su emoción. Aunque al principio se queda sin palabras, pronto empieza a señalar cada parte del monitor con una sonrisa deslumbrante, como si ya estuviera presentando al bebé a todo el mundo.

-Fue una niña, y Nishinoya lloró de felicidad al sostenerlo por primera vez.


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