La cita fue arreglada para un par de días después, en un pequeño restaurante que Natanael había encontrado cerca del estudio, donde no habría miradas curiosas ni cámaras entrometidas. ____, a pesar de estar acostumbrada a la atención debido a su hermano, se sentía un poco nerviosa mientras esperaba, Nata era una estrella, y todo lo que rodeaba a los famosos siempre acababa en titulares o en líos. Pero había algo en él, en su manera relajada de ser y en cómo se tomaba las cosas con tanta naturalidad, que la atraía.
Finalmente, lo vio entrar al restaurante, vestido con su estilo característico, gorra, cadenas que brillaban bajo las luces del lugar, y esa sonrisa que lo acompañaba a todas partes.
—¡Qué onda, morra! Pensé que me ibas a dejar plantado —dijo en cuanto llegó a su mesa, sonriendo de oreja a oreja.
—¿Yo? Jamás, pero vos te tardaste un montón —respondió ella, levantándose para darle un abrazo.
Natanael se rió y se acomodó en la silla frente a ella, mirándola como si analizara cada detalle de su rostro. Durante un rato, se dedicaron a charlar de cosas triviales.
—Oye, ¿y cómo es vivir en Buenos Aires? —preguntó él mientras bebía un sorbo de su bebida.
—Es lo que hay, ¿viste? Tiene su encanto, la música, la gente… aunque a veces es un quilombo, sobre todo cuando Duki y otros artistas andan por ahí y toda la gente los sigue como locos.
Natanael soltó una carcajada, imaginándose la escena.
—Me imagino, el Duko es cabrón, pero bueno, yo también sé cómo es esa onda, en México es igual cuando me ven, todos quieren foto, autógrafo o lo que sea, pero me agrada la energía de la gente, es parte de esto, supongo.
A lo largo de la cena, compartieron risas y anécdotas, pero en medio de todo eso, las miradas entre ellos eran cada vez más intensas. ____ notaba cómo Natanael no dejaba de observarla de reojo, como si quisiera decir algo pero se lo estuviera guardando. Por su parte, ella no podía evitar sentirse cada vez más atraída por su manera despreocupada de ser, como si nada en el mundo lo perturbara.
Cuando llegó el postre, Natanael hizo una pausa en medio de la conversación, mirándola con una sonrisa traviesa.
—Oye, la neta, ¿tú sabías que me gustaste desde que te vi en el estudio? —dijo él, sin rodeos.
____ casi se atraganta con su bebida, sorprendida por lo directo que era. Aunque, para ser sincera, tampoco era algo que la sorprendiera demasiado. Después de todo, Natanael tenía fama de ser así.
—¿Qué? —dijo ella, tratando de disimular su nerviosismo—. No sé de qué estás hablando.
—Vamos, no te hagas, desde que te vi, supe que iba a intentar algo nomás que pensé que me ibas a batear por lo de tu hermano y eso —dijo él, entrecerrando los ojos con una sonrisa divertida.