19. Princesita Sofía

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Princesita Sofía (Sofía the First en el original) es una serie de animación infantil creada por Craig Gerber en 2013. Fue emitida por Disney Channel y Disney Junior, y constó de 109 episodios divididos en cuatro temporadas, además de varias películas y un spin-off/precuela titulado Elena de Avalor. La historia narra la vida de Sofía, una niña de 9 años cuya vida cambia cuando su madre Miranda, una zapatera, se enamora y se casa con el rey Roland de Encantia. Sofía es ahora una princesa y debe aprender a adaptarse a su nueva vida con la ayuda de su nueva familia, es decir, el rey Roland y sus hijos gemelos Amber y James, además de muchos nuevos amigos y rivales que irá conociendo a lo largo del camino.

 Sofía es ahora una princesa y debe aprender a adaptarse a su nueva vida con la ayuda de su nueva familia, es decir, el rey Roland y sus hijos gemelos Amber y James, además de muchos nuevos amigos y rivales que irá conociendo a lo largo del camino

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Sofía siempre se levantaba de buen humor, dispuesta a aprovechar el día al máximo junto a su madre y sus amigas. Tenía nueve años y era verano, por lo que no debía asistir a la escuela muggle; después de ayudar a su madre en la zapatería era libre de andar por ahí con Jade y Ruby, de modo que era común verla jugando con varitas falsas y escobas de juguete, paseando por el bosque para recoger flores o simplemente reuniéndose a merendar con las otras niñas. 

Sí, su vida era normal y animada y estaba muy agradecida por ello, y por tener una madre que la había criado con tanto cariño. Pero no importaba lo mucho que disfrutara su vida, ese era el último día que amanecería bajo ese techo. Después del desayuno un coche pasaría a recogerlas para mudarse a su nueva casa, en tanto un séquito de empleados transportaban sus cosas. Así debía ser, puesto que su madre se había vuelto a casar: por lo tanto, vivirían con su nuevo esposo Roland y los hijos de éste, Amber y James, en una gigantesca mansión en algún lugar de Londres. La idea era tan emocionante como aterradora.

-Buenos días, Sofía… ¡arriba, que el desayuno está listo!- la saludó su madre al entrar a su cuarto. Miranda vestía una sencilla túnica rosa y se veía feliz, por lo que ella le correspondió el saludo y la abrazó. No había motivos para preocupar a su querida madre, no cuando estaban a punto de vivir con su esposo y formar una nueva familia.

-Buen día, mamá. ¡Te ves muy hermosa hoy por cierto!

-Gracias, querida… ahora sí, ve a comer mientras yo voy alistando las cajas para cuando lleguen los hombres de la mudanza. Roland dijo que ellos podían levantar todo por nosotras, pero no me siento cómoda solo esperando, ¿sabes?

Su madre siempre había sido así, considerada y trabajadora como la que más. Había enviudado cuando ella era una bebé, por lo que había debido hacerse cargo sola de la zapatería familiar, un negocio bastante próspero dentro del Callejón Diagon. No recordaba haberla escuchado quejarse nunca del trabajo, ni de lo costoso que era mantener una casa, o lo cansado que podía ser ser una jefa de familia; quizás por eso el destino la había recompensado haciéndola conocer en aquella misma zapatería al que sería su futuro esposo, Roland de Encantia, uno de los magos más poderosos y ricos del país. Roland era también viudo y tenía dos hijos gemelos, y a diferencia de otros magos sangre pura no tenía el menor interés en asuntos supremacistas o clasistas. 

Sofía miró su casa a medio vaciar por la mudanza y pensó en cómo sería vivir en la mansión Encantia, con un padre nuevo y dos hermanos a quienes, hasta entonces, solo había visto en fotos. Amber y James de Encantia tenían diez años, uno más que ella, y estudiaban en casa hasta que les llegara el turno de ir a Hogwarts un año más tarde. Le parecieron dos niños muy elegantes y unidos entre sí, y rogó poder integrarse bien con ellos. ¿Y si no les agradaba por ser sangre mestiza? O por ser pobre. No era pobre realmente, pero al lado de la fortuna que tenían los Encantia cualquiera parecía plebeyo.

-No debes preocuparte, hija mía- la tranquilizó su madre ya en el auto, una hora más tarde, cuando por fin le comunicó esa duda.-Amber y James son unos niños muy buenos, igual que su padre. Estoy segura que te harás amiga suya inmediatamente, y no tengas miedo, serán buenos hermanos a pesar de haber tenido crianzas diferentes. 

-Ojalá, mamá… es decir, quiero que todo salga bien y sigamos siendo felices. No quisiera cometer alguna torpeza por haber vivido entre muggles o algo así.

Miranda pensó en eso. Sofía era ya lo bastante grande como para entender ciertas cosas, y una de esas cosas era la mala fama que tenían las familias sangre pura. No la de Roland en particular, por suerte; pero era cierto que la mayoría miraban por encima del hombro a las personas como ella y Sofía, mestizas de clase baja y amigas de los muggles. Estaba seguro que todo saldría bien porque conocía a Roland y podía poner las manos en el fuego por él, y en que les daría una vida llena de cariño además de comodidades. Pero, fuera de casa, ¿todos lo aceptarían tan bien? ¿Amber y James serían buenos hermanos mayores para Sofía, la discriminarían al llegar a Hogwarts? Todas esas preguntas se esfumaron de su cabeza en cuanto el lujoso automóvil entró en el camino privado de la mansión Encantia. Había llegado el momento de la verdad.

-Oh, oh. Ahí llegan- comentó Roland entusiasmado al avistar el auto en que viajaba su Miranda y la pequeña Sofía. De inmediato miró a sus hijos y les pidió con toda honestidad:-díganme la verdad, por favor. ¿Me veo bien? ¿Mi túnica no está manchada, pisé barro o alguna otra cosa rara? Las primeras impresiones cuentan. Quiero que Miranda y Sofía me vean perfecto cuando bajen del coche…

-¡Relájate, papá! Te ves guapo y te brillan los ojos. Les gustarás- elogió James con madurez, pero riendo por dentro ante la actitud casi infantil de su padre. No recordaba haberlo visto tan feliz desde que él y Amber habían hecho volar por toda la casa al pobre Cedric, su secretario, por lo que miró a su hermana para obtener una confirmación.-¿No es cierto que se ve impecable?

-Oh, sí. Impecable- asintió la orgullosa Amber pero sin mirar a su padre o a James, mirando en cambio a la niña que había bajado del auto con su madrastra Miranda. No tenía prejuicios de clase, de verdad que no, pero la ponía un poco incómoda el tener que llamar "hermana" a una desconocida que había sido educada entre muggles. Ella no tenía trato con personas no mágicas y le resultaba extraño, pero estaba dispuesta a poner su mejor cara por su padre. Él se lo merecía. 

-Miranda, querida mía… ¡por fin ha llegado el momento! Estaba loco de ganas de que llegaran. ¿El viaje estuvo bien? ¿Anduvo bien el coche? No sé gran cosa de estos vehículos muggles, pero con tres niños pequeños en la familia hacía falta uno.

-Podrían haber venido en chimenea- observó Amber.

-Me temo que no, porque las casas de los muggles no pueden conectarse a la Red Flu, hija. Pero eso no importa ahora, ¡lo importante es celebrar! Debemos celebrar que al fin estamos todos juntos- exclamó Roland feliz. Entonces su mirada se cruzó con Sofía y se agachó para saludarla, maravillado con la idea de ser padre de otra niña.-Encantado de conocerte, Sofía. ¿Me das un abrazo o todavía es muy pronto para que me veas como padre?

-¡Oh, no! Me gusta que vayas a ser mi papá. Aunque no nos hayamos visto mucho, desde que mi mamá te conoció sonríe mucho más y es más feliz. ¡Solo por eso ya te quiero como si fueras mi papá!

Miranda ocultó una lágrima de felicidad ante eso, Roland lo mismo, y Amber y James tranquilizaron cualquier temor que hubieran podido tener con respecto a su nueva hermana. Era una niña que se vestía diferente a ellos y había sido criada en un entorno distinto, pero estaba claro que era buena, si depositaba su confianza en su querido padre. 

-Bienvenida a casa, Sofía- dijo James tendiéndole la mano con modales propios de un príncipe.-Ahora es también la tuya.

-Nos da mucho gusto que hayan venido- añadió Amber con igual cortesía y aceptando el beso en la mejilla de su nueva madrastra, un gesto de cariño que la sorprendió pero también le gustó.

-El gusto es nuestro, Amber. Estoy segura que nos llevaremos bien, ¿sabes? 

Sofía fue perdiendo el temor a que las cosas salieran mal con cada minuto que pasaba, y para cuando llegó la hora de la cena pudo reír y bromear con su nuevo padre y hermanos tanto como con su madre, porque ella había tenido razón: los tres eran personas muy simpáticas y le caían muy bien. Estaba segura de que llegarían a ser una muy buena familia.

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