Mi padre lo convertira en un muñeco cabezón

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(Pov Athea)

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(Pov Athea)

Nos detuvimos por fin en una sala llena de cascadas. El suelo era un gran pozo rodeado por un paso de piedra sumamente resbaladiza. El agua salía de unas enormes tuberías, chorreaba por las cuatro paredes de la estancia y caía con estrépito en el pozo.

Briares se desplomó junto al muro. Recogió agua con una docena de manos y se lavó la cara.

—Este pozo va directamente al Tártaro —musitó—. Debería saltar y ahorraros más problemas. —

—No hables así —dijo Annabeth—. Puedes volver al campamento con nosotros y ayudarnos a hacer los preparativos. Seguro que tú sabes mejor que nadie cómo combatir a los titanes. —

—No tengo nada que ofrecer —se lamentó él—. Lo he perdido todo. —

—¿Y tus hermanos? —dijo Tyson—. ¡Los otros dos deben de seguir siendo altos como montañas! ¡Podemos llevarte con ellos! —

El rostro de Briares adoptó una expresión aún más triste: era su cara de luto.

—Ya no existen. Se desvanecieron. —

Las cascadas seguían rugiendo. Tyson contempló el pozo y pestañeó. Un par de lágrimas asomaban en su ojo.

—¿Qué significa que se desvanecieron? —pregunto Percy—. Creía que los monstruos eran inmortales, como los dioses. –

—Percy —dijo Grover débilmente—, hasta la inmortalidad tiene sus límites. A veces... a veces los monstruos caen en el olvido y pierden la voluntad de seguir siendo inmortales. —

—Debo irme —dijo Briares.

—El ejército de Cronos invadirá el campamento —advirtió Tyson—. Necesitamos tu ayuda. —

El centimano bajó la cabeza.

—No puedo, cíclope. —

—Eres fuerte. —

–Ya no. —

Briares se levantó.

—Eh. —

Percy lo agarró de uno de sus brazos y se lo llevó a parte.

Su conversación solo duró unos minutos, pero Percy no logró convencerlo. Briares se perdió en la oscuridad del laberinto sin decirnos adiós.

—Tranquilo, todo irá bien —le dijo Grover, dándole unas palmaditas con aire vacilante, como si hubiera tenido que armarse de valor para hacerlo.

—No irá bien, niño cabra. Él era mi héroe. —

Annabeth se incorporó y se echó la mochila al hombro.

—Venga, chicos. Este pozo me pone nerviosa. Vamos a buscar un sitio mejor para pasar la noche. —

Nos instalamos en un pasadizo hecho de enormes bloques de mármol. En las paredes había soportes de bronce para las antorchas y daba la impresión de haber formado parte de una tumba griega. Aquello debía de ser un sector más antiguo del laberinto, cosa que era buena señal, según Annabeth.

Percy Jackson. CarolinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora