El señor D nos salva la vida

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                                                                                                                                                                              (Pov Athea)

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                                                                                                                                                                              (Pov Athea)

Al darme la vuelta vi al doctor Espino.

—Esto es pegggfecto —dijo la mantícora, relamiéndose.

Llevaba un andrajoso impermeable negro sobre el uniforme de Westover Hall, también manchado y desgarrado. El pelo, antes al cero, le había crecido y se le veía erizado y grasiento. Tampoco se había afeitado últimamente y empezaba a asomarle una barba de brillos plateados. En resumen, no tenía mucho mejor aspecto que los tipos del comedor de beneficencia.

—Hace ya mucho tiempo, los dioses me desterraron en Persia- prosiguió la mantícora-. Me vi obligado a buscarme un sustento en los confines del mundo; tuve que ocultarme en los bosques y alimentarme de insignificantes granjeros. Nunca pude combatir con un héroe. ¡Mi nombre no era temido ni admirado en las antiguas historias! Pero todo va a cambiar. ¡Los titanes me honrará y yo me daré un banquete con carne de mestizo! - nos explico como si a alguno de nosotros nos importara.

Tenía dos guardias a cada lado armados hasta los dientes. Eran algunos de los mercenarios mortales que había visto en Washington. Dos más se habían apostado en el siguiente embarcadero, por si tratábamos de escapar. Había turistas por todas partes, caminando junto a la orilla o haciendo compras en las tiendas del muelle, aunque yo sabía que eso no frenaría a la mantícora.

-¿Y los esqueletos?-le pregunto Percy.

Él sonrió, desdeñoso.

-¡No necesito de esas estúpidas criaturas de ultratumba! ¿El General me había tomado por un inútil? ¡A ver qué dice cuando sepa que te he derrotado por mi cuenta!-

-Ya te derrotamos una vez-

-¡Ja! Apenas tuvisteis que combatir, con una diosa a vuestro lado. Pero, ay... esa diosa está muy ocupada en este momento. Ahora no contáis con ayuda-

Zoë sacó una flecha y le apuntó directamente a la cabeza. Los guardias que lo flanqueaban alzaron sus pistolas.

-¡Espera!-la detuvo Percy-. ¡No lo hagas!-

La mantícora sonrió.

-El chico tiene razón, Zoë Belladona. Guárdate ese arco. Sería una lástima matarte antes de que puedas presenciar la gran victoria de tu amiga Thalia-

-¿De qué hablas?-gruñó Thalia, con el escudo y la lanza preparados.

-Está bien claro-dijo la mantícora-. Éste es tu momento. Para eso te devolvió la vida el señor Cronos. Tú sacrificarás al taurofidio. Tú llevarás sus entrañas al fuego sagrado de la montaña y obtendrás un poder ilimitado. Y en tu decimosexto cumpleaños derribarás al Olimpo-

Percy Jackson. CarolinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora