Tomamos jugos con una estatua dorada

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(Pov Athea)

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(Pov Athea)

No pude pegar el ojo toda la noche.

Las palabras de Percy rondaban por mi cabeza una y otra vez, "¿Estás consciente de lo que tu silencio pudo haber causado?". Nunca había visto las cosas desde ese punto de vista, supongo que estaba muy asustada de que los dioses me fueran a hacer algo que prefería callarme todo lo que veía.

¿Qué pasaría si dejara todo ese miedo de lado?

Las cosas tal vez no estarían como ahora estaban, pero Annabeth tenía razón, era muy cobarde para decir algo.

Cuando la mañana llegó, Annabeth, Percy y yo nos reunimos en la colina del campamento. La incomodidad era inevitable, no habíamos dicho ni un hola, todo era silencio.

La cosa empeoró cuando subimos a la furgoneta, nadie decía nada. Después de un rato Percy rompió el silencio.

—¿Pesadillas? —le pregunto a Annabeth.

Ella meneó la cabeza.

—Un mensaje Iris de Euritión. —

—¡Euritión! ¿Le ha pasado algo a Nico? —

—Abandonó el rancho anoche y entró en el laberinto. —

—¿Qué? ¿Euritión no intentó detenerlo? — interrumpi metiendome a la conversación.

—Nico se había ido antes de que despertara. Ortos siguió su rastro hasta la rejilla de retención. Euritión me ha dicho que en las últimas noches había oído a Nico hablando solo. Aunque ahora cree que hablaba con el fantasma de Minos. —

—Corre un gran peligro. —

—Ya lo creo. Minos es uno de los jueces de los muertos, pero su crueldad es increíble. No sé lo que querrá de Nico, pero... —-

—No me refería a eso. He tenido un sueño esta noche... —-

Nos conto todo lo que le había oído decir a Luke, incluida su alusión a Quintus, y también que sus hombres habían encontrado a un mestizo que andaba solo por el laberinto.

Senti un revoltijo en el estomago.

—Es una noticia terrible. — dijo Annabeth.

—¿Qué vamos a hacer? — pregunto Percy.

Ella arqueó una ceja irónicamente.

—Menos mal que tú tienes un plan para guiarnos, ¿no? —

...

Era sábado y había mucho tráfico para entrar en la ciudad. Llegamos al apartamento de la madre de Percy hacia mediodía. Nada más abrir la puerta, se abalanzó sobre su hijo.

—Ya les decía yo que estabas bien —dijo Sally Jackson.

Nos hizo sentar a la mesa de la cocina e insistió en servirnos sus galletas azules de chocolate mientras la poníamos al día sobre nuestra búsqueda. Como siempre, procuré suavizar las partes más terroríficas (o sea, casi todas). Pero, por algún motivo, así sólo conseguía que sonaran más peligrosas. Cuando llegué a la parte de Gerión y los establos, mi madre hizo ademán de estrangularme.

Percy Jackson. CarolinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora