Nos zambullimos en un montón de rocas

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(Pov Athea)

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(Pov Athea)

Me di media vuelta sobre mi cama acomodando las cobijas sobre mis hombros. No podía dormir, como siempre.

La luz de la luna entraba por mi ventana dándome en la cara, ahí divisé mi constelación favorita, la cazadora de Artemisa. Desde el invierno había noches donde me la pasaba viendo aquella constelación intentando imaginar algún consejo de Zöe que me ayudara a aclarar mis pensamientos.

Sin embargo esta noche sentía que la constelación de mi hermana no me iba ayudar en nada, mis pensamientos estaban teniendo una fiesta dentro de mi cabeza con la música a todo volumen.

Volví a darme la vuelta esta vez encontrándome con una mirada en la cama de al lado.

—¿No puedes dormir? — me pregunto Lee, en un susurro.

—No. ¿Tú tampoco? —

—No puedo dormir sabiendo que mañana en la mañana mi hermanita se va a tener que aventurar en un laberinto mortal. ¿Y tú, por qué no puedes dormir? —

—No lo sé, tengo muchas cosas en la mente. —

—¿Estás pensando en una visión? ¿O en Jackson? —

—Estoy pensando en visiones, en Jackson, Annabeth, en mi guitarra, en mis libros, mi mente siempre está en todos lados menos donde debería estar. —

—Se como se siente eso. Pero no te tienes que preocupar por todo eso, siempre estaré aquí para ayudarte. —

Extendió su mano y me revolvió el cabello.

—Duerme hermanita, te espera una semana muy dura. —

Se dio la vuelta dándome la espalda.

Un recuerdo se me vino a la cabeza, algo que había visto estando en el mar de los monstruos.

A Lee muerto.

...

—Pareces un fantasma —

—Gracias Clarisse, tan dulce como siempre— dije con un claro tono de sarcasmo.

Al romper el alba, los integrantes del grupo de búsqueda nos reunimos en el Puño de Zeus. En mi mochila llevan un poco de lo esencial, mi mini kit medico, una muda de ropa, dinero tanto mortal como divino y una linterna.

Hacía una mañana despejada. La niebla había desaparecido y el cielo estaba azul. Los campistas seguirían asistiendo a clases, volando en pegaso, practicando el arco y escalando la pared de lava. Nosotros, entretanto, nos sumiríamos bajo tierra.

Enebro y Grover se habían apartado un poco del grupo. Ella había estado llorando, pero ahora procuraba dominarse para no entristecer a Grover. No paraba de arreglarle la ropa, de colocarle bien el gorro rasta y sacudirle los pelos de cabra de la camisa. Como no sabíamos con qué íbamos a encontrarnos se había vestido como un humano, o sea, con la gorra para ocultar sus cuernos, con unos vaqueros y unas zapatillas con relleno para esconder sus pezuñas de cabra.

Percy Jackson. CarolinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora