Nadie esta preparado.

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Rose entró a la biblioteca con su energía habitual, como una brisa fresca, sonriendo al ver a Tenoch y los demás. Con un movimiento rápido y natural, se colocó detrás de Tenoch, que estaba super serió, igual que los demás, la chica lo abrazó por la espalda, inclinándose para darle un beso en la mejilla.

— ¡Hello guys, hi my love! —dijo ella con ese tono despreocupado que siempre usaba, mientras Tenoch levantaba la cabeza, sorprendido por el gesto. — ¿Qué onda? —preguntó con una ligera risa— ¿Se pelearon o qué?

Antes de que nadie pudiera responder, el timbre sonó, marcando el fin del recreo. Los chicos se levantaron casi en sincronía, como si el sonido hubiera roto el silencio incómodo. Tenoch se levantó primero, seguido de Alex y Dani, que se lanzaron miradas furtivas.

— Hola, mi Zanahoria —respondió Tenoch, sonriendo de lado y volteando la cabeza para darle un beso en los labios.

Rose se quedó unos segundos más, notando las miradas tensas entre los chicos. Le lanzó una mirada interrogante a Memo, quien ya se levantaba despacio, acomodando su mochila en el hombro.

— ¿Qué les picó, eh? —preguntó ella, cruzándose de brazos.

Memo soltó una pequeña risa, como si la situación le resultara un poco absurda, pero no demasiado importante.

— Dani no está de acuerdo con que Tenoch sea el jefe. —dijo Memo, con su tono sereno y despreocupado—. Dice que es muy... dictador.

Rose hizo una mueca de duda y luego asintió lentamente.

— Mmm... supongo. —dijo ella, sin querer entrar mucho en el tema. No era una novedad que Tenoch a veces se ponía demasiado mandón, pero a ella no le molestaba tanto.

Memo la miró con su típica calma, casi adivinando lo que pensaba.

— No supones, Mary. Lo es. —replicó Memo, con un toque de humor en la voz—. Pero bueno, así es él, ¿no?

Rose soltó una carcajada suave.

— Sí, Es mandón, pero... —sonrió de lado, pensando en su novio—. Supongo que tiene su encanto.

Memo se rió suavemente y se puso la mochila al hombro, mientras comenzaban a salir de la biblioteca.

— Ya vámonos a clase. —dijo Memo, caminando a su ritmo lento y relajado.

Antes de salir por completo, Memo miró a Rose con una sonrisa tímida.

— Oye, Mary... —dijo de pronto.

— ¿Qué pasó, Memito? —respondió ella, volviendo la cabeza.

Memo se aclaró la garganta, algo que hacía cuando estaba nervioso, lo que era raro en él.

— Pues... ¿Quieres ir a mi casa al rato? Traté de invitar a los demás, pero ya sabes... —dijo él—. Mis papás regresaron de su viaje y me trajeron un karaoke... ¿Te gustaría probarlo?

Rose abrió los ojos, sorprendida.

— ¡Wow! Super cool, Memito. —respondió ella, emocionada—. Claro que voy.

Memo sonrió, aliviado de que a Rose le hubiera gustado la idea. Los dos caminaron juntos hacia el salón, hablando de las canciones que podrían cantar más tarde y cómo iban a convencer a los demás de unirse.

— ¿Te imaginas a Tenoch cantando? —bromeó Rose, riéndose al pensar en su novio.

— A ese lo veo más bien gritando... —respondió Memo, con una sonrisa cómplice—. Pero puede ser divertido.

Los dos siguieron caminando, relajados, mientras las risas y la charla sobre el karaoke llenaban el ambiente, dejando atrás las tensiones de la mañana.

Te estoy mirando (Nadie nos va a extrañar) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora