Me desperté con la luz de la mañana entrando por la ventana. Mi cuerpo estaba agotado, pero no sentía ningún dolor, lo cual agradecí. Mi primer pensamiento fue buscar a Lucas. Me giré, esperando encontrarlo a mi lado, pero la cama estaba vacía, las sábanas frías como si nunca hubiera estado allí.
Me levanté lentamente, aún con el eco de la noche pasada resonando en mi mente. Lucas había sido... intenso, como siempre, pero algo en él anoche había sido diferente, más oscuro, más salvaje. Intenté apartar esos pensamientos mientras me dirigía al baño.
Me miré en el espejo mientras me cepillaba los dientes, buscando algún signo, alguna marca que delatara lo que había sucedido. Pero mi piel estaba completamente intacta, como si nada hubiera pasado. Suspiré, sintiendo una mezcla de alivio y confusión. ¿Cómo podía ser posible? Después de cómo se había movido dentro de mí, después de la intensidad con la que me había tocado, ¿cómo no había ni un solo rastro?
"Quizás es mejor así", pensé mientras entraba a la ducha. Dejé que el agua caliente cayera sobre mí, limpiando los restos de sudor y cansancio. Cerré los ojos y traté de no pensar en Lucas, pero cada vez que lo hacía, su rostro, su cuerpo, su voz regresaban a mi mente con fuerza. Sus palabras, sus toques, la forma en que me hacía sentir completamente suya.
—¡Basta, Bianca! —murmuré para mí misma, sacudiendo la cabeza. Esto no podía seguir así. Tenía que poner orden en mi vida, y eso significaba empezar por mantenerme firme en mi fe.
Cuando terminé de ducharme, bajé a la sala, tratando de mantener una expresión neutral. Mi mayor miedo era que mi padre hubiera escuchado algo durante la noche, pero para mi sorpresa, todo estaba tranquilo, como si nada fuera del otro mundo hubiera sucedido.
Mi madre estaba en la cocina, tarareando una canción, y mi padre leía el periódico en su sillón habitual, con una expresión de tranquilidad que no veía en él desde hacía semanas. Era como si la noche anterior hubiera sido completamente normal para ellos.
—Cariño, te estábamos esperando para desayunar —dijo mi madre con una sonrisa cálida al verme.
Tragué saliva, intentando no mostrar mi nerviosismo.
—Buenos días, mamá. —Sonreí débilmente mientras me acercaba a la mesa.
Nos sentamos juntos, y como siempre, mi madre insistió en que oráramos antes de empezar. Mi padre inclinó la cabeza y cerró los ojos mientras ella recitaba una oración por los alimentos, agradeciendo la tranquilidad en nuestro hogar. Todo parecía tan normal que por un momento pensé que quizás había sido solo un sueño, una fantasía provocada por mi mente.
Pero sabía que no era así. Lo que había sucedido con Lucas era demasiado real.
Durante el desayuno, mi madre me observó con atención antes de hablar.
—Bianca, quiero que te cambies rápido. Vamos a la iglesia esta mañana.
La iglesia. Mi corazón dio un vuelco. Quizás eso era justo lo que necesitaba. Un lugar para aclarar mi mente, para encontrar paz después de lo que había sido una noche... abrumadora.
—Claro, mamá. Ahora mismo me cambio. —Sonreí con un poco más de convicción y me levanté de la mesa.
Subí a mi habitación y me vestí con uno de mis vestidos más sencillos, algo apropiado para la ocasión. Me miré en el espejo una última vez, alisando mi cabello y respirando profundamente. Necesitaba que esto funcionara, que la iglesia me ayudara a encontrar algo de claridad en medio del caos que sentía.
Cuando llegamos, el ambiente era como siempre: sereno, lleno de susurros y cantos suaves. Me senté en una de las bancas del frente, cerrando los ojos mientras la voz del pastor llenaba el lugar. Sus palabras hablaban de redención, de liberación, y por un momento sentí que se dirigía directamente a mí.
Pero mientras intentaba concentrarme en la oración, mi mente volvía una y otra vez a Lucas. A sus manos, a su voz, a la forma en que me miraba. Sacudí la cabeza, apretando los ojos con fuerza, como si pudiera expulsarlo de mi mente.
"Señor, ayúdame", pensé, llevando una mano a mi pecho mientras el peso de mis emociones amenazaba con abrumarme.
Por más que intentara encontrar paz, había algo en mí que no podía dejar ir. Algo oscuro y tentador que me arrastraba hacia él, una y otra vez.
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La mujer del diablo
FantasiUn pequeño pueblo donde la fe y la devoción son fundamentales, Bianca es la hija de pastores, marcada por su pureza y dedicación a la iglesia. Sin embargo, su vida da un giro inesperado cuando conoce a Lucas, un misterioso y seductor hombre que en r...