🔥Capítulo 39🔥

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El aire de la habitación estaba cargado, pesado, como si algo invisible lo hiciera más difícil de respirar

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El aire de la habitación estaba cargado, pesado, como si algo invisible lo hiciera más difícil de respirar. Estaba entre los brazos de Lucas, su cuerpo cálido envolviéndome, y aunque trataba de pensar con claridad, me era imposible. Mi mente estaba nublada, y todo lo que podía sentir era la intensidad de su mirada, aunque él parecía evitar la mía en ciertos momentos.

Algo en Lucas siempre me hacía perder el control. Era como si estuviera bajo un hechizo del que no podía escapar. Sus labios se acercaron nuevamente a los míos, y antes de que pudiera protestar o siquiera hablar, me atrapó en un beso profundo, ardiente, que desató un fuego en mi interior que no podía apagar.

—Lucas... —murmuré entre jadeos, intentando apartarme, pero mis propias manos se aferraron a sus hombros.

—No digas nada, ángel. —Su voz era grave, baja, y cada palabra parecía calar en mi piel—. Solo siente.

Su boca volvió a la mía, demandante, y su lengua exploró cada rincón, arrancándome un gemido que no pude contener. Mi cuerpo reaccionaba a él de una manera que nunca había experimentado con nadie más. Cada caricia, cada beso, era como un recordatorio de que me tenía completamente a su merced.

Antes de darme cuenta, me levantó con facilidad, haciéndome sentir pequeña en sus brazos. Sus manos firmes sujetaron mis caderas mientras me colocaba sobre él, sus ojos ardiendo con una intensidad que no podía descifrar.

—Lucas, espera... —murmuré, sintiendo cómo mi respiración se volvía más rápida.

—No voy a esperar, Bianca. —Sonrió, esa sonrisa torcida que siempre me desarmaba—. Ya no puedo.

Con un movimiento suave pero decidido, me deslizó por su pene, arrancándome un jadeo que resonó en toda la habitación. Mi cuerpo se tensó al instante, una mezcla de placer y sorpresa recorriéndome como una corriente eléctrica.

—¡Lucas! —grité, aferrándome a sus hombros mientras él comenzaba a moverme lentamente sobre él, guiando cada movimiento con sus manos firmes en mis caderas.

—Eso es, ángel. —Su voz era un gruñido bajo que me hacía estremecer—. Quiero escuchar cada gemido, cada jadeo. Quiero que me des todo.

Mis manos se aferraron a sus brazos, tratando de mantenerme firme mientras mi cuerpo se movía al ritmo que él marcaba. Cada movimiento era una explosión de sensaciones, y los sonidos que salían de mi boca eran incontrolables.

—Lucas... no puedo... —murmuré, mi voz entrecortada por los gemidos que no podía contener.

—Claro que puedes, Bianca. —Se inclinó hacia mí, atrapando uno de mis pezones entre sus labios, arrancándome un grito que resonó en toda la habitación—. Y vas a hacerlo.

Mi cuerpo comenzó a moverse por sí solo, respondiendo a él de una manera que no podía controlar. Sentía cada parte de él dentro de mí, llenándome, llevándome a un lugar que no sabía que existía.

—Eres perfecta, Bianca. —Murmuró contra mi piel mientras sus manos se aferraban más fuerte a mis caderas, aumentando el ritmo—. Y eres completamente mía.

Cada palabra suya me hacía temblar, y mi cabeza cayó hacia atrás mientras las sensaciones me abrumaban. Mis gemidos se hicieron más fuertes, y mi cuerpo se arqueó hacia él, incapaz de resistir la intensidad de lo que sentía.

—¡Lucas, por favor! —jadeé, mi voz un susurro quebrado que apenas podía reconocer.

—Por favor, ¿qué, ángel? —preguntó con una sonrisa oscura, su mirada perforándome mientras sus movimientos se volvían más intensos.

—No pares... —admití finalmente, mi voz cargada de deseo.

—Eso quería escuchar. —Sus manos me guiaron con más fuerza, marcando un ritmo que me hacía perder la razón—. No voy a parar hasta que me des todo lo que tienes, Bianca.

El placer aumentó hasta que no pude contenerlo más. Un grito escapó de mis labios mientras mi cuerpo temblaba sobre el suyo, y él me sostuvo con fuerza, disfrutando de cada segundo.

—Eres mía, Bianca. —Susurró contra mi oído, con una voz que aún resonaba con posesión—. Y nunca dejaré que lo olvides.

Me dejé caer contra su pecho, con el corazón latiendo descontrolado y mi respiración aún desordenada. Lucas me rodeó con sus brazos, pero su mirada seguía ardiendo, como si todavía no fuera suficiente. Como si nunca lo fuera.

Sabía que esto no era normal, que Lucas no era un hombre común. Pero en ese momento, no podía importarme menos. Todo lo que sabía era que él tenía un control absoluto sobre mí, y yo ya no podía hacer nada para detenerlo.

La mujer del diabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora