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Desde que te casaste con el amor de tu vida y empezaron a vivir juntos, tus mañanas han cambiado para mejor. Pero las cosas no siempre han sido tan fáciles, debido a algunas diferencias en tu estilo de vida que se hicieron evidentes desde el principio.
En primer lugar, Zayne es una persona madrugadora y tú, lamentablemente , no . Al menos, no tanto como él. Nunca se pelean por esto, pero eso ha causado algunas dificultades imprevistas en el pasado, especialmente para tu marido.
Siempre ha sido el tipo de persona que está lista una hora antes de tener que salir, mientras que tú es más probable que salgas corriendo por la puerta exactamente a la hora indicada, o incluso más tarde. Además, también es un corredor matutino. Así que cuando intentaba escabullirse silenciosamente de la cama para comenzar su rigurosa rutina todas las mañanas y tú te aferrabas a él somnolienta, persuadiéndolo de que volviera al calor de la cama compartida con una tasa de éxito de casi el 100%, hasta el punto en que comenzó a faltar regularmente a sus carreras matutinas, pensó que algo tenía que cambiar.
¿Su solución? Encontraría una manera de que ambos pudieran pasar las mañanas juntos, fuera de la cama.
Así, él elabora cuidadosamente una rutina compartida para ambos, acostumbrándote a su estilo de vida mientras él mismo se va alejando de la constancia de su propia diligencia, poco a poco.
Una mañana temprano, mientras Zayne intenta con esfuerzo liberarse de tu férreo control, decide aventurarse hacia la cocina en una misión. Prepara dos tazas grandes de café y regresa a la habitación que comparten, donde te encuentra desparramada en su lado de la cama, tratando de absorber cualquier resto de calor. Levantas la mirada y te encuentras con los ojos soñolientos de él, y él reconoce al instante la expresión de tu rostro: su traición no será perdonada ni olvidada, especialmente a esta hora de la mañana, cuando no estás muy de acuerdo con la mayoría de las cosas. Bueno, con todas las cosas, en realidad.
Él se sienta al borde de la cama y te ofrece en silencio una taza (tu taza favorita) y tú lo miras con enojo por un rato antes de sentarte y tomarla. Te calienta las manos y empiezas a pensar en perdonarlo por abandonar sus deberes como tu calentador personal.
Durante la semana siguiente, Zayne va añadiendo más capas a vuestra rutina compartida, creando un espacio para ti en sus pequeñas tareas. Cada vez insistes menos en arrastrarlo a la cama a la fuerza, sabiendo que serás recompensada con un delicioso café que te entregarán directamente a los pocos minutos de su partida. Una vez que su ofrenda de paz es bien recibida, te envuelve en tu bata y te toma de la mano, llevándote a sentarte junto a la ventana del patio para disfrutar de tu café (en los meses más cálidos, a menudo os sentáis en el porche) y solo entonces aprovecha la oportunidad para completar su carrera.
Allí, mientras escuchas el canto de los pájaros y te acaricia la suave brisa, agradeces el breve momento de tranquila soledad. Además, sabes que tu marido volverá como un reloj, justo cuando hayas bebido tu último sorbo. Las comisuras de tus labios se elevan inevitablemente cada vez que lo ves doblar la curva y correr hacia ti. Es como si lo estuvieras viendo por primera vez. Te pones de pie para recibirlo en la mitad del patio y él te besa suavemente la frente. Envuelves tus brazos alrededor de su cálido pecho y su abrazo te resulta más reconfortante que nunca.
