Ginny llevaba a Hermione del brazo a paso apresurado y evitando que los vigilantes de Umbridge las descubriera. Es entonces que en un punto ciego, Ginny sacó de su bolso una capa.
—Hay que cubrirnos con esto, es la capa de invisibilidad. —susurró Ginny, colocando la capa sobre ella y Hermione.
—La capa de invisibilidad de Harry, ¿como es que...?
—No es momento de preguntas, te responderé cuando lleguemos. —susurró Ginny, comenzando a caminar.
Ginny caminaba en silencio, tirando suavemente del brazo de Hermione mientras se deslizaban por los pasillos de Hogwarts, ambas ocultas bajo la capa de invisibilidad. Hermione seguía sintiendo el peso de su tristeza, pero el misterio del destino al que se dirigían y la determinación de Ginny comenzaban a despertar algo de curiosidad en ella.
Después de varios minutos de caminar en completo silencio, esquivando a los vigilantes de Umbridge, finalmente llegaron al séptimo piso. Ginny se detuvo frente a una pared vacía.
—Estamos aquí —susurró Ginny, sacando la varita de su bolsillo y apuntando hacia la pared. Dio tres pasos de un lado a otro, murmurando algo en voz baja, y de repente, una puerta apareció en la pared de piedra.
—La Sala de Menesteres —susurró Hermione, reconociendo el lugar.
—Vamos, entra —dijo Ginny, tirando de la capa y descubriéndolas antes de empujar la pesada puerta.
Al entrar, Hermione quedó sorprendida. Dentro de la sala, decenas de rostros conocidos estaban practicando hechizos, el eco de encantamientos llenando el aire. Ron, Neville, Luna, Jacob, Draco, los gemelos, Matilda, Cho, y muchos otros del Ejército de Dumbledore se encontraban allí, lanzando diversos hechizos contra objetivos encantados que flotaban en el aire o se movían rápidamente por la habitación.
En el centro de la sala, sobre una mesa grande, había un cuaderno de cuero, abierto, con las páginas llenas de anotaciones y hechizos. Hermione reconoció el estilo de escritura inmediatamente.
—Es de Harry —murmuró.
Ginny la miró de reojo, sabiendo lo que ese libro significaba para Hermione.
—Harry nos dejó esto antes de irse. Sabía que el Ejército de Dumbledore necesitaría continuar, incluso sin él aquí. Así que nos dejó instrucciones detalladas, desde lo más básico hasta lo más avanzado —explicó Ginny, llevándola hacia la mesa—. Expelliarmus, Protego, Expecto Patronum... todo está aquí. Y estamos entrenando, como el espera que hagamos
Hermione recorrió con la mirada a sus compañeros, todos concentrados en sus prácticas. A pesar de la tristeza que seguía pesando en su pecho, no pudo evitar sentir una chispa de esperanza al verlos a todos unidos, listos para luchar.
—Harry confía en nosotros —dijo Ginny en voz baja—. Confía en ti, Hermione. Todos lo hacemos. No estás sola.
Hermione respiró hondo, sintiendo un nudo en la garganta. Sabía que lo que Ginny decía era verdad, pero las emociones la superaban.
—No sé si puedo hacer esto... —murmuró.
Ginny la miró fijamente, con una mezcla de empatía y determinación.
—No más, Hermione. No más dudas. No más esconderse. Todos estamos aquí porque creemos en esto, porque Harry cree en nosotros. Y tú... eres una de las personas más brillantes y fuertes que conozco. Te necesitamos, Hermione. El Ejército de Dumbledore te necesita.
—Te necesitamos, Hermione. —Ron se acercó y le dio un cálido abrazo.
—¿Nadie de aquí me odia por alejar a Harry? —dijo sollozando y liberando un par de lágrimas.
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