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"Soloist Nerves"
LAS CUERDAS SONABAN CADA vez más desafinadas, cada nota emitía un chirrido incómodo que no hacía más que aumentar su frustración. Rouge, sentada en su cama, luchaba por corregir los acordes con dedos temblorosos, incapaces de hallar el ritmo o la precisión que tanto necesitaba. Cada vez que giraba una clavija para ajustar la tensión de las cuerdas, parecía que éstas se rebelaban aún más, retorciéndose como si quisieran liberarse de su agarre. Los nervios la consumían como un fuego implacable, nublándole los pensamientos y endureciendo sus movimientos.
El cuarto se sentía sofocante, casi como si el aire se espesara con cada respiración contenida que ella tomaba. Podía oír su propio corazón martillando en sus oídos, un ritmo frenético que no encajaba con la melodía que intentaba construir. Los dedos de Rouge deslizaban erráticamente sobre las cuerdas, tensándolas y soltándolas sin precisión, como si su desesperación se hubiera filtrado en la propia guitarra. Estaba al borde de un colapso; cada error la hacía apretar los labios y aguantar el impulso de lanzar la guitarra contra la pared.
Rouge se inclinó hacia adelante, apoyando la frente contra el mástil de la guitarra, buscando un momento de claridad en medio del caos. Pero la tensión era tanta que las cuerdas parecían a punto de estallar bajo la presión. Se permitió un suspiro, uno profundo y quebrado, antes de intentar una vez más afinar el instrumento. Los acordes erráticos continuaron llenando el silencio de su habitación, mezclándose con sus emociones desbordadas en una melodía que solo ella entendía.
Rouge sentía que todo se le escapaba de las manos; los nervios, el peso de las expectativas, y esa frustración que crecía cada vez que sus dedos fallaban. Simplemente, no podía con todo eso. Soltó un suspiro resignado y, con la vista perdida, dejó la guitarra a un lado, rindiéndose por el momento. Era inútil seguir forzando algo que simplemente no salía. Se llevó las manos a la cabeza por un instante, cerrando los ojos para intentar recuperar la calma, pero al abrirlos, decidió distraerse con algo más.
Giró la cabeza y se encontró observando a Evie, quien estaba completamente inmersa en hacer los últimos ajustes a la capa de Chad. Evie se movía con precisión y destreza, su mirada fija y decidida mientras medía, recortaba y cosía con una habilidad que parecía casi natural. Sus dedos se deslizaban con gracia sobre la tela, y su concentración irradiaba una tranquilidad que contrastaba con el desorden mental de Rouge. Verla trabajar siempre había tenido un efecto relajante; era como presenciar una obra de arte en construcción.
Sin embargo, la calma que intentaba recuperar se rompió bruscamente cuando la voz de Chad resonó en la habitación.
—Eso suena horrible —dijo Chad con evidente desagrado, sus ojos azules fijos en Rouge. Había un tono de crítica en su voz, como si estuviera probando las aguas de su paciencia. La incomodidad en su expresión era imposible de ocultar, y su comentario no hizo más que encender una chispa de irritación en Rouge, que rápidamente cerró las manos en puños.
