Benedict tiró desesperadamente del cuello de su jersey de punto gris mientras doblaba la esquina y empezaba a bajar a toda velocidad los treinta tramos de escaleras. Dios, ¿por qué tenía tanto calor ? Ardía en los músculos duros que trabajaban en sus piernas y en el rubor lívido que le subía por el pecho, el cuello y las mejillas.
El trío había salido de la tensión que los había atrapado en el mismo sitio, como si fuera un húmedo día de verano en la propia oficina, mientras el otoño se arremolinaba fuera, cuando sonó el móvil de Anthony, anunciando la entrega de comida tailandesa. Benedict se había ofrecido rápidamente a ir a buscarla, ansioso por despejarse la cabeza de la embriagadora niebla que había empezado a nublarle el cerebro. Así que bajó las escaleras a saltos y trotando, a pesar de la altura, saboreando el nuevo escozor del frío en los pulmones y los calambres en las pantorrillas.
Desconcertado, frustrado, excitado... el remolino de sentimientos luchaba entre sí, haciendo que su corazón latiera con fuerza de una manera que no tenía nada que ver con su esfuerzo cardiovascular.
La sesión había comenzado con normalidad, sólo con la incorporación de la pequeña Penélope, cuyos ojos azul cielo contrastaban claramente con el fuego otoñal de su pelo. Era realmente tan bajita que sólo le llegaba justo por debajo del hombro. Pero no había pensado mucho mientras la pinchaba y la provocaba, en parte para calmar a la joven pero también para alejar su propia aprensión. La ansiedad y la incompetencia le revolvían las entrañas cada vez que entraba en la oficina de Anthony para una de sus sesiones de "cómo ser un vizconde", y Benedict detestaba cada minuto de ello. Al igual que Anthony había hecho cuando habían comenzado el ejercicio de contabilidad, su hermano mayor aprovechaba cada oportunidad para criticar y criticar cada uno de los intentos de frivolidad de el o sus meteduras de pata.
—Podrías lograrlo si simplemente te esforzaras , Benedict.
—Sé que eres más inteligente que esto, Benedict.
—¿Por qué no puedes tomar nada en serio, Benedict?
¿Anthony realmente no lo entendía? ¿Que Benedict se esforzaba tanto por ser ligero y jovial como un maldito mecanismo de defensa? La inseguridad de Benedict siempre había sido una bestia melancólica, gimiendo y arañando con tristeza el interior de su pecho y estómago. A veces se acumulaba en su cerebro y se quedaba allí, impidiéndole a Benedict concentrarse en cómo avanzar y mejorar con su arte, sus lecciones de vizconde o su vida porque de repente la tristeza ocupaba tanto espacio que no podía pensar.
No siempre había sido así, pensó Benedict cuando finalmente bajó del coche en la planta baja. Una capa de sudor le caía por las sienes mientras empujaba la puerta y pagaba rápidamente al repartidor. Tomó la comida, sintiendo el vapor húmedo que se acumulaba a través de las bolsas de plástico, y caminó lentamente hacia el ascensor. Estaba perdido en sus pensamientos, imágenes de momentos en los que Anthony había sido más su compañero y mejor amigo, en lugar de la fuerza que lo impulsaba, acechando sobre su hombro.
Hace cinco años, Benedict estaba en la escuela de arte. Había obtenido un título universitario en Cambridge años antes, trabajando para su hermano y haciendo arte por su cuenta, Benedict había decidido dar el salto y solicitar la admisión en un prestigioso programa intensivo de dos años. Había entrado y había sido muy feliz, una época de su vida en la que la alegría en su rostro había sido real y no una fachada para consolar a sus hermanos o para pasar el día. Pero después de un año, cuando un profesor lo había elogiado por un proyecto que había completado, otro estudiante hizo un comentario amargo sobre Benedict, que tenía suerte de que su hermano pudiera permitirse comprarle elogios. Lo horrible fue que el profesor ni siquiera pudo reunir la voluntad para negarlo, y la mierda golpeó el ventilador. Benedict descubrió, de la manera más humillante posible, que Anthony había hecho una donación tal a la escuela que equivalía a un soborno, asegurando el lugar de Benedict en la cohorte.
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la lujuria de la Baronesa Penélope Featherington. ✔️
FanfictionDebido a una nueva ley y a un testamento inesperado, Penélope hereda el título de barón de su padre cuando éste muere. Aterrada y sin confianza, se sorprende cuando el vizconde Anthony Bridgerton y su hermano Benedict, se ofrecen a ayudarla a conseg...