Después de la primera lección, Penélope se sentía un poco más segura y mucho más preparada para lo que le esperaba. El estilo de enseñanza de Anthony era enérgico, exacto y completamente kinestésico. Todo lo que le enseñaba a Penélope, esperaba que lo hiciera mediante la práctica, tanto con él como fuera de la oficina. A Penélope eso le parecía bien, de todos modos era la mejor manera de aprender. Pero también siempre había tenido un don para escuchar, observar y esperar a que los secretos y las quejas no ventiladas salieran a la superficie. Y eso fue exactamente lo que hizo.
Durante la segunda lección del miércoles, diseñada en torno a cómo formar un equipo confiable, observó la creciente tensión entre los dos hermanos Bridgerton mayores. El año anterior que había pasado desarrollando e investigando para su columna, además de toda una vida siendo ignorada y aprendiendo a mimetizarse con el entorno, la ayudaron en este esfuerzo.
Lo que había visto aquella primera noche, Anthony empujando a Benedict, intentando agresivamente que su hermano menor hiciera más , y Benedict tomándolo con calma; sus ojos azul verdosos, habitualmente llenos de alegría, se quedaban quietos y planos, no eran los hermanos que recordaba, ni siquiera los que vio durante el asado del domingo. Los Anthony y Benedict que recordaba de la infancia eran un equipo, individuos únicos que formaban una unidad cohesiva cuando se trataba de cuidar a sus hermanos. Eran mejores amigos mucho antes de que llegaran Simon Basset o Henry Granville, capaces de compartir bromas internas, viejos pasatiempos, decisiones familiares y un dolor insondable. Incluso después de la muerte de Edmund Bridgerton, rara vez se veía a los hermanos en desacuerdo, y Penélope había tenido la ilusión de que siempre había tanta armonía entre ellos. Cada vez que los visitaban durante los años que vivió en Bridgerton House, y cada asado del domingo o evento familiar, parecían... Bueno, normales .
Ella sabía que había habido cierta tensión después de descubrir que Anthony prácticamente había pagado la entrada de Benedict a un prestigioso programa de arte. Benedict había desaparecido durante una semana y toda la familia había estado angustiada. Eloise y Francesca especialmente estaban perdidas. Mientras Eloise dejaba que la ira hacia Anthony gobernara sus pasiones, Francesca se preocupaba en silencio, mirando por la ventana cada dos minutos como si Benedict apareciera milagrosamente de la nada. Penélope las miró, tratando de calmar sus nervios mientras Daphne y Anthony llegaron a casa para tranquilizar a Violet, completamente frenéticos por la aparente pérdida de su hijo.
Cuando Benedict reapareció al final de la semana, oliendo a alcohol pero arrepentido y disculpado, Penélope pensó que el asunto estaba zanjado. Ese había sido su error. Debería haber sabido que no debía esperar que la amargura que una revelación como esa le traía se desvaneciera. Penélope sabía muy bien que el resentimiento supuraba como púas bajo la piel, volviéndose más espinoso, más duro y más profundo hasta incrustarse en las mismas fibras del músculo, tratando de hundirse en el hueso para nunca poder irse. Había sido una tontería de su parte esperar a Benedict, con su risa cordial y sonrisas que bordeaban la línea entre la luz del sol brillante y los apetitos perversos, la curva de sus labios siempre prometiendo algo más (trató de ignorar el recuerdo de esa sonrisa dirigida a su reflejo en la oficina esa primera noche, la de Anthony clavándose en ella como si pudieran ver a través de ella, quisieran ver...). Penélope se estaba pateando a sí misma por no ver a través de la máscara, el esfuerzo físico que le estaba costando a Benedict exudar la parte de sí mismo que usaba como armadura para esconderse de la decepción.
Decidió que, durante las próximas lecciones, utilizaría la habilidad que había estado perfeccionando durante años para observar lo que realmente estaba sucediendo. Si bien siempre había tenido un don especial para desaparecer a plena vista y escuchar a escondidas, Penélope había descubierto que escuchar cosas desde un borde de la habitación en lugar de hacerlo desde el centro requería habilidades diferentes. En la universidad, esto era lo más apropiado en el aula. Siempre sabía cómo cambiaba la dinámica entre las personas, ya fueran extraños, conocidos, amigos o amantes, a lo largo de un semestre. El lenguaje corporal lo era todo. La cantidad de información que se revelaba en el lugar donde se sentaban al principio del semestre en comparación con el medio o el final, con quién se sentaban y cómo se posicionaban era increíblemente revelador.
ESTÁS LEYENDO
la lujuria de la Baronesa Penélope Featherington. ✔️
FanfictionDebido a una nueva ley y a un testamento inesperado, Penélope hereda el título de barón de su padre cuando éste muere. Aterrada y sin confianza, se sorprende cuando el vizconde Anthony Bridgerton y su hermano Benedict, se ofrecen a ayudarla a conseg...