CAPÍTULO 8

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Penélope no sabía exactamente qué la llevó a agarrar a Anthony por la corbata y besarlo brutalmente. Sabía que había estado enojada, muy enojada. Todo lo que había visto era rojo, todo lo que había querido era que Anthony reconociera que estaba arruinando las cosas con su hermano, con ella. Que ella conocía lo mejor de él. Entonces, ¿por qué estaba permitiendo que su frustración ganara?

Y entonces él se disculpó, le explicó, la miró con algo que la sacudió hasta el fondo. Sus ojos castaños brillaron y lo siguiente que supo fue que lo había tirado hacia abajo para devorar sus labios.

Eran perfectos, y ella podía notar que el instinto se apoderaba de ella cuando él la agarró por las caderas y le metió la lengua en la boca. Buscaba devorarla, y eso era lo que Penélope quería. Le mordisqueó el labio mientras presionaba su ingle contra él, y ella podía sentir que su deseo físico se endurecía contra ella. Un rastro de emoción, vibrante y palpable, ardió por su garganta mientras Anthony lamía y chupaba su carne desde la comisura de su boca, bajando por su cuello hasta succionar su clavícula. Sus ojos se abrieron ligeramente, zarcillos de placer se filtraron por su vientre hasta su centro, y fue entonces cuando vio, recordó, las puertas de vidrio opaco. La oficina de Anthony.

Aquellos detrás de los cuales esperaba Benedict, donde podía verlo todo. Penélope saltó hacia atrás, se soltó de Anthony y tropezó contra la esquina del escritorio de alguien. Gritó cuando su cadera tocó el borde afilado de la madera y Anthony entró en acción. El suave silbido de las puertas de la oficina de Anthony al abrirse significó que Benedict también lo había hecho.

—Joder, Penélope, ¿te he hecho daño? —preguntó Anthony, con las manos extendidas y frenético mientras se acercaba a ella.

—Amor, ¿estás bien? —Benedicto estaba justo detrás de su hermano, con el rostro demacrado por la preocupación— Penélope los miró boquiabierta, completamente desconcertada.

¿Cómo era posible que Benedict no estuviera enojado? ¿Cómo era posible que estuviera tranquilo ante todo esto? ¿Por qué demonios estaban preocupados por ella? Sabía que Benedict había dicho que no quería hacerle daño a Anthony después de que se besuquearan en su casa ancestral. Que había algo que Anthony necesitaba decirle. Que él sabía que ella los quería a ambos, y que eso estaba bien. Un alivio. Pero ella no lo entendía.

—Lo... lo siento, yo... —tragó saliva, intentando centrarse—. Anthony, lo siento. Debería decírtelo, Benedict y yo...

—Se besaros el sábado —dijo Anthony, como si fuera lo más obvio del mundo—. Sí, lo sé.

—Se lo dije esa noche —respondió Benedict mientras Penélope los miraba boquiabierta.

—Y yo solo... —empezó Penélope, dejando que sus dedos rozaran sus labios hinchados.

—Sí, besaste a Anthony —dijo Benedict con una leve sonrisa en su rostro.

—¿Qué... cómo... ustedes dos deberían estar enojados? ¡Decir que estoy... desesperada, o... o...

—No lo digas —gruñó Anthony, dando un paso adelante y colocando una gran mano sobre la cadera magullada de Penélope—. No voy a escuchar ni una sola palabra despectiva sobre ti.

—Amor, tus sentimientos son más normales de lo que crees —la tranquilizó Benedict. Se acercó a Penélope y entrelazó sus dedos. Estaban tan cerca, tan presentes, que el cedro y el lino se mezclaban en sus fosas nasales—. El poliamor (amar, gustar o sentirse atraído por varias personas) no es algo extraño ni ajeno. No es para todos, pero está bien.

Penélope se mordió la mejilla por dentro, abrumada. Ambos la tocaban, provocando pequeñas descargas eléctricas que subían y bajaban por su piel. Sus ojos, tierra y agua, estaban sobre ella, tratando de ponerla a tierra. Pero estaba inundada de tantos sentimientos confusión, vergüenza, culpa y una pasión poderosa. Dios, cuando había estado enamorada de Colin, había sentido que flotaba en el aire cada vez que él le hablaba.

la lujuria de la Baronesa Penélope Featherington. ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora