Ovidio Guzman.

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Culiacán  📍Septiembre,20197:45 pm🪽✨🧿El Día Más Largo

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Culiacán 📍
Septiembre,2019
7:45 pm
🪽✨🧿
El Día Más Largo

La ciudad de Culiacán estaba en calma, pero en la mente de Ovidio Guzmán, todo era un caos. Esa mañana, su mundo entero había cambiado cuando recibió la llamada que había estado esperando, pero que al mismo tiempo lo llenaba de miedo y ansiedad.

—Ovidio, ya está pasando... —le dijo Gigi al otro lado de la línea, con la voz débil y entrecortada.

Gigi estaba a punto de dar a luz, y aunque era algo que lo llenaba de felicidad, la preocupación por la seguridad de ella y del bebé lo tenía al borde de la desesperación. Sabía lo que implicaba que su familia creciera en un ambiente como el suyo. Los riesgos, las amenazas, todo lo que venía con su estilo de vida.

No había tiempo que perder. Inmediatamente, Ovidio se puso en acción. Mandó llamar a todos sus hombres y les dio una orden clara: Culiacán tenía que cerrarse por completo. Nadie entraba ni salía sin que él lo aprobara. La seguridad de Gigi y del bebé era lo primero, y haría lo que fuera necesario para protegerlos.

—Quiero a todos en sus posiciones. Nadie, y repito, nadie se acerca al hospital ni a nuestra gente sin pasar por nosotros —dijo Ovidio, su voz firme, aunque sus manos temblaban levemente. El peso de la situación era abrumador, y no podía permitir que nada saliera mal.

El hospital privado estaba bajo control, pero el estrés que Ovidio sentía era casi insoportable. Cada minuto que pasaba sin noticias le parecía una eternidad. Los reportes de seguridad llegaban constantemente, informándole que todo estaba en orden, pero su mente no dejaba de pensar en los riesgos.

—¿Ovidio, estás bien? —le preguntó uno de sus hombres, al verlo más tenso de lo normal.

—No importa cómo esté yo. Lo único que importa es que Gigi esté bien y que nada ni nadie se acerque a ellos —respondió él, sin apartar la vista de su teléfono, esperando cualquier actualización.

Finalmente, después de horas de tensión, recibió el mensaje que había estado esperando. Gigi estaba en la sala de parto, y todo parecía estar avanzando bien. Pero la espera lo estaba volviendo loco. Quería estar con ella, asegurarse de que estuviera bien, pero sabía que su presencia pondría más riesgo.

—Ovidio, estamos en la entrada del hospital. Todo está tranquilo. Los alrededores están cubiertos. Nadie se mueve sin nuestras órdenes —informó uno de sus hombres.

Ovidio asintió, pero la calma externa que mostraba estaba lejos de la realidad de lo que sentía. Dentro de él, la desesperación lo consumía. Cada sonido, cada mensaje, cada segundo que pasaba sin ver a Gigi y sin saber que todo estaba bien lo empujaba más y más al borde de la locura.

De repente, su teléfono sonó. Era su madre.

—¿Todo está bien, hijo? —preguntó con una voz tranquila, que lo hizo sentirse un poco más en control.

—Sí, mamá. Todo está bajo control, pero no puedo dejar de preocuparme —respondió él, tratando de sonar calmado, aunque el temblor en su voz era evidente.

—Tranquilo, Ovidio. Lo estás haciendo bien. La seguridad de ellos está en tus manos, y sé que harás todo por protegerlos.

Las palabras de su madre le dieron un breve momento de alivio, pero la tensión no desaparecía. Era un día crucial, uno que marcaría su vida para siempre, y no podía relajarse hasta asegurarse de que Gigi y el bebé estuvieran a salvo.

Finalmente, después de lo que le parecieron siglos, recibió el mensaje que lo hizo respirar de nuevo: el bebé había nacido, y tanto Gigi como él estaban bien.

Ovidio soltó un suspiro largo y profundo, sintiendo cómo el peso de la tensión se desvanecía. Pero incluso con esa noticia, sabía que no podía bajar la guardia. Dio órdenes de mantener las calles aseguradas, para garantizar que nada interrumpiera ese momento de paz.

Horas después, cuando finalmente pudo ver a Gigi y a su hijo, Ovidio sintió que toda la locura y desesperación habían valido la pena. Allí, en esa habitación, el ruido y el caos de su mundo desaparecieron. Por un momento, Culiacán y sus riesgos no importaban. Lo único que importaba era el pequeño que sostenía en sus brazos, y la mujer que había arriesgado todo por estar con él.

Y mientras miraba a su hijo, Ovidio entendió que, aunque el mundo en el que vivían era peligroso y caótico, haría cualquier cosa por proteger a su familia, incluso si eso significaba cerrar Culiacán las veces que fuera necesario.

𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐓𝐒 ━ CT, CH, TOYS Y MZ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora