Ovidio Guzman.

912 62 0
                                    

Culiacán, Sinaloa 📍Noviembre, 2022 8:46 pmSombras y Secretos🩰🧩🫶🏻

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Culiacán, Sinaloa 📍
Noviembre, 2022
8:46 pm
Sombras y Secretos
🩰🧩🫶🏻

La casa de los Guzmán López se encontraba en un rincón escondido de Culiacán, rodeada de árboles altos y muros impenetrables. Desde afuera, parecía una fortaleza, pero en su interior, las risas y la energía de dos niñas pequeñas hacían que la casa cobrara vida. Las hijas de Ovidio Guzmán, conocidas por su dulzura y travesuras, acababan de recibir una nueva niñera: Edith, una joven discreta, de mirada serena y sonrisa tímida.

Ovidio había entrevistado a muchas mujeres para el puesto, pero Edith había llamado su atención de inmediato. No solo por su experiencia, sino por la calma que transmitía. Era como si nada pudiera perturbar su paz interna, algo que, en el mundo de Ovidio, era casi imposible de encontrar. Sus hijas, que a menudo rechazaban a las niñeras anteriores, también parecieron aceptarla de inmediato.

La primera semana de trabajo de Edith fue tranquila. Se encargaba de las niñas, las llevaba a jugar al jardín, les contaba historias antes de dormir, y por la noche, cuando todo estaba en silencio, regresaba a su habitación en la parte trasera de la casa. Todo parecía ir bien, pero Ovidio, acostumbrado a desconfiar de todos, no podía evitar sentir una ligera inquietud. ¿Quién era realmente Edith?

Una noche, después de un largo día de trabajo y con las niñas ya dormidas, Ovidio decidió investigar. No era alguien que dejara cabos sueltos, y aunque no tenía ninguna razón para sospechar de Edith, el instinto que lo había mantenido vivo tanto tiempo no lo dejaba descansar. Decidió revisar las cámaras de seguridad de la casa, algo que hacía rutinariamente para asegurarse de que todo estuviera bajo control.

Mientras revisaba las grabaciones, algo le llamó la atención. Edith, a quien siempre veía con una sonrisa tranquila y una actitud cuidadosa, aparecía en las cámaras caminando por la casa a altas horas de la noche. Pasaba frente a las habitaciones, bajaba a la cocina, pero no parecía estar haciendo nada fuera de lo común... hasta que desaparecía en una de las habitaciones del ala más alejada de la casa, una que había estado cerrada durante años.

Esa habitación, en particular, tenía un significado especial para Ovidio. Era donde su madre guardaba algunos objetos familiares que no habían sido tocados desde la captura de su padre. No tenía valor monetario, pero sí sentimental. ¿Qué estaba haciendo Edith allí?

Sin pensarlo más, Ovidio se levantó de su escritorio y decidió confrontarla. La curiosidad y el instinto de protección lo empujaban. Caminó en silencio por los pasillos de la casa, hasta llegar a la puerta de la habitación donde había visto a Edith entrar.

La puerta estaba entreabierta, y desde dentro, una suave luz se filtraba en el pasillo. Ovidio empujó la puerta con cuidado, sus pasos silenciosos en el suelo de mármol. Cuando entró, encontró a Edith de pie frente a una vieja cómoda, con una caja abierta en sus manos. Lo que vio lo dejó desconcertado.

En lugar de joyas o documentos, Edith sostenía un pequeño diario antiguo, uno que pertenecía a su madre. Lo había olvidado, pero ahora, al verlo en sus manos, los recuerdos volvieron como una ráfaga. Era un diario lleno de historias familiares, recuerdos de su infancia y pensamientos privados.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Ovidio, su voz firme pero sin hostilidad.

Edith se sobresaltó al escuchar su voz, cerrando rápidamente el diario. Se dio la vuelta, con una expresión de sorpresa y algo de nerviosismo.

—Lo siento, señor Guzmán —dijo, con las manos temblorosas—. No quería hacer nada malo. Es solo que... encontré esta habitación por accidente y vi el diario. No sabía que era algo tan personal.

Ovidio la miró detenidamente, pero no vio malicia en sus ojos, solo sinceridad. Aun así, no estaba acostumbrado a dejar que otros se acercaran tanto a sus asuntos privados.

—¿Por qué te interesa tanto? —preguntó él, cruzándose de brazos.

Edith bajó la mirada, claramente incómoda, pero respondió con honestidad.

—Mi madre... ella solía trabajar para su familia, señor. Crecí escuchando historias sobre su madre y la bondad que tenía con las personas a su alrededor. Cuando vi este diario, me recordó las cosas que mi madre solía contarme. No lo hice con mala intención, solo quería conocer un poco más de la historia detrás de todo lo que he escuchado.

La respuesta lo tomó por sorpresa. No sabía que Edith tenía un vínculo con su familia, aunque fuera indirecto. Sus pensamientos se llenaron de recuerdos de su madre, de cómo siempre se aseguraba de cuidar a las personas a su alrededor, incluso cuando todo en su vida estaba en caos. Tal vez eso explicaba la conexión que sus hijas sentían con Edith.

Ovidio respiró profundamente, bajando la guardia.

—Lo siento si fui brusco. Este lugar tiene muchos recuerdos para mí, y no esperaba que alguien más lo descubriera —admitió, sintiéndose extrañamente aliviado de compartir ese pequeño secreto.

Edith asintió, aún nerviosa.

—No lo tocaré más, lo prometo. Solo quería ver si... —hizo una pausa, sin terminar la frase.

Ovidio levantó una ceja.

—¿Ver qué?

Ella dudó, pero luego decidió seguir adelante.

—Quería ver si podía encontrar algo que me ayudara a entender mejor cómo usted, siendo parte de todo esto, puede ser un buen padre y un hombre que cuida de sus hijas. Mi madre siempre decía que, aunque la vida fuera dura, había bondad en todos nosotros. Y al verlo con sus hijas, creo que lo entiendo mejor.

La respuesta lo desconcertó y lo conmovió al mismo tiempo. Ovidio no estaba acostumbrado a que alguien lo viera de esa manera. Todos lo conocían como "El Ratón", el hombre que había sobrevivido a innumerables situaciones, el hijo de uno de los capos más conocidos del mundo. Pero nadie se había tomado el tiempo de entenderlo como padre.

—Las niñas te quieren mucho, ¿sabes? —dijo Ovidio, suavizando su tono—. Has hecho un buen trabajo cuidándolas.

Edith sonrió tímidamente.

—Y son maravillosas. Me recuerdan lo que es importante.

Ovidio la observó por un momento más antes de asentir.

—Puedes leer el diario, si quieres. Mi madre habría querido que alguien como tú conociera su historia.

La sonrisa de Edith se amplió.

—Gracias, señor Guzmán.

Esa noche, mientras Ovidio se retiraba a su habitación, se sintió más en paz de lo que había estado en mucho tiempo. Edith, la joven niñera, había logrado algo que pocos podían: tocar una parte de su vida que él pensaba que estaba enterrada. Y aunque seguía viviendo en un mundo lleno de peligros y misterios, por un momento, todo se sintió más ligero.

En ese instante, Ovidio supo que había encontrado en Edith algo más que una simple empleada. Había encontrado a alguien que, de alguna manera, entendía la complejidad de su vida, alguien que veía más allá de la sombra de su nombre.

𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐓𝐒 ━ CT, CH, TOYS Y MZ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora