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TOKIO

El sol de la mañana se colaba por las ventanas de la cocina mientras preparaba el desayuno, moviéndome entre el café y los ingredientes como si fuera mi pequeño ritual. Gigi estaba sentada en la barra, hojeando una revista de moda, mientras Bill revisaba su teléfono y, de vez en cuando, hacía algún comentario sarcástico sobre las noticias del día que nos arrancaba una risa a los dos.

—¿Ya vieron las fotos del evento de anoche? —preguntó Gigi, señalando una página en la revista con una sonrisa cómplice—. La mitad de los invitados parecían salidos de un circo. Definitivamente fue un error no dejarme organizarlo.

—Con lo que cobraban en la entrada, habrían hecho más dinero montando un espectáculo. —bromeó Bill, rodando los ojos mientras se servía café—. Y tú, Tokio, ¿te unirás a los eventos de sociedad o prefieres seguir siendo una artista ermitaña?

—Ermitaña, definitivamente —respondí, riendo y colocando un plato de huevos revueltos frente a cada uno—. Mi próxima aparición será en una cueva, cantando con eco y todo.

Los tres reímos, y por un momento, todo se sintió tan fácil, tan ligero. Al menos hasta que Bill, con la mirada fija en mí, lanzó la pregunta que había estado evitando.

—¿Ya lo pensaste?— levantó la mirada del teléfono, mostrandome un email en la pantalla.

El ambiente se congeló por un instante. Sentí el peso de la pregunta en el aire, y aunque Bill ya conocía mi respuesta, su voz en ese momento sonaba expectante, como si necesitara oírlo de nuevo, en voz alta.

Gigi levantó la vista de la revista y miró a Bill, luego a mí, visiblemente confundida.

—¿Pensar qué? ¿De qué hablan? —inquirió, claramente intrigada.

Solté un suspiro y miré hacia la sartén vacía, tomando un segundo para armarme de valor. Sabía que la conversación llegaría a este punto tarde o temprano, pero aun así, no era fácil soltarlo.

—Voy a mudarme a Alemania. —confesé, al fin. Noté el cambio en el rostro de Gigi, una mezcla de sorpresa y emoción que me hizo soltar una pequeña sonrisa.

—¿En serio? —preguntó, y vi en sus ojos esa chispa de aventura que siempre la caracterizaba—. ¿Y por qué?

Bill, que ya estaba al tanto, asintió lentamente, dándome el espacio para explicarlo.

—Quiero trabajar en un nuevo álbum... —empecé, jugando con la cuchara en mi taza de café—. Llevo tiempo sin lanzar nada, y sé que puedo lograr algo diferente esta vez. Hay un productor en Berlín... Si consigo trabajar con él, estoy segura de que mi música llegará a otro nivel.

—¿Un productor misterioso?—Gigi levantó una ceja, interesada. Asentí—. ¿Y crees que con él tu álbum realmente será tan increíble?

—Bill cree que sí. —respondí, lanzándole una mirada rápida y agradecida—. Él es quien me convenció de darle una oportunidad.

Bill sonrió, alzando su taza en un gesto de brindis silencioso. Desde que se había enterado de mis dudas, había insistido en que era el momento de hacer algo diferente, de arriesgarme, aunque me costara dejar la comodidad de lo que ya conocía.

—Entonces, Alemania...—murmuró Gigi, mirándome como si estuviera evaluando algo.

—Sí, Alemania. —Asentí, respirando profundo y sonriendo—. Será una nueva etapa y, bueno, quiero verlo como una aventura. También me hará bien estar cerca de mi familia.

—Bien, entonces... ¿Cuándo nos vamos?— preguntó con una sonrisa inocente, inclinándose hacia el frente.

Solté una risa, negando con la cabeza, pero en el fondo, la idea de tenerla allí a mi lado me hacía sentir menos nerviosa.

𝗨𝗡𝗙𝗢𝗥𝗚𝗘𝗧𝗧𝗔𝗕𝗟𝗘 | 𝘛𝘰𝘮 𝘒𝘢𝘶𝘭𝘪𝘵𝘻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora