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TOKIO

Entré a la cabina sintiendo una mezcla de emoción y ansiedad. Sabía que esa sesión iba a ser intensa; la canción que estaba a punto de grabar llevaba impresa una parte de mi historia que nunca había logrado cerrar del todo. A través del vidrio, podía ver a Tom ajustando algunos controles junto al técnico. Su mirada, fría e impersonal, se centraba en los equipos, en cualquier cosa menos en mí. Era como si yo solo fuera una voz más en la cabina.

Respiré hondo. Quería mantener el control, pero esa canción... Sabía que iba a ser difícil.

El técnico hizo una señal, y cuando me coloqué frente al micrófono, sentí cómo la carga emocional me invadía. No era solo una canción; era todo lo que había sentido desde el día en que Tom se fue, desde esa despedida sin cierre, desde todas las promesas rotas. El abandono seguía latente en cada verso, en cada nota.

La música comenzó, suave al principio, y las primeras líneas de la letra surgieron de mis labios con voz temblorosa:

“Now I will tell you what I've done for you
50 thousand tears I've cried
Screaming, deceiving, and bleeding for you
And you still won't hear me”


Miré hacia la sala de control, esperando encontrar algún rastro de emoción en su rostro, alguna señal de que aún había algo allí, de que esos recuerdos le afectaban tanto como a mí.

Pero él seguía inmóvil, indiferente, como si estuviera escuchando a cualquier otra persona.

Continué, luchando por mantenerme en pie. La letra era dolorosa  y cada palabra traía de vuelta imágenes de noches solitarias y de preguntas sin respuesta. Recordé la última vez que lo vi antes de que se fuera, su espalda alejándose mientras yo creía que por fin todo tomaba orden. Mis manos empezaron a temblar, y mi voz se quebró ligeramente al llegar al estribillo. Sabía que era cuestión de segundos antes de que las emociones me desbordaran.

Como siempre, tan débil.

Por un momento, cerré los ojos, intentando aislarme. Intenté concentrarme en la melodía, en el dolor transformado en música, en el arte como refugio. Pero cuando abrí los ojos, ahí estaba él, mirándome finalmente. Solo fue un segundo, un vistazo rápido, pero la frialdad en sus ojos me hizo sentir diminuta, como si todo lo que estaba cantando fuera insignificante.

—¿Podemos repetir el último verso? —interrumpió Tom a través del micrófono, su tono netamente profesional y distante.

De repente no había emoción alguna en su rostro, otra vez, un cambio sin explicación alguna que, por lo que podía intuir, parecía que Eloise tenía mucho que ver.

Asentí, sin poder responder con palabras. Las emociones estaban a punto de desbordarse. ¿Cómo podía él mantenerse tan impasible? ¿Cómo podía actuar como si nada de lo que decía le importara? Sentía que cada línea era un grito que él se negaba a escuchar.

Intenté cantar de nuevo, pero las palabras se atoraron en mi garganta. Sentí una opresión en el pecho, y el aire comenzó a faltarme. No podía evitarlo; los recuerdos, la indiferencia de Tom, el peso de la canción… era demasiado.

—Tokio, ¿estás bien? —preguntó el técnico, notando mi expresión.

Asentí rápidamente, sin atreverme a mirar a Tom. Quería ser fuerte, mostrarle que su frialdad no me afectaba, pero mi cuerpo ya me estaba traicionando.

Quería salir corriendo, pero estaba atrapada entre el deseo de terminar la canción y la desesperación que me invadía.

No entendía por qué me dolía tanto. Había pasado tiempo, había sanado, o al menos eso creía. Pensé que todo estaba enterrado bajo capas de nuevas experiencias, de canciones nuevas, de rostros desconocidos y noches de risa. Pero aquí estaba, en esta cabina, con un dolor fresco y desbordante, como si nunca hubiera dejado de sangrar.

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⏰ Última actualización: 5 days ago ⏰

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𝗨𝗡𝗙𝗢𝗥𝗚𝗘𝗧𝗧𝗔𝗕𝗟𝗘 | 𝘛𝘰𝘮 𝘒𝘢𝘶𝘭𝘪𝘵𝘻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora