Capítulo 30

24 3 1
                                    

—Ya les dije, no tengo ni idea de dónde pueda estar Alía. La verdad, también estoy preocupado. Desde que desapareció, las grabaciones pararon y pronto será la entrega de premios, si es que también nolo cancelan —dijo David, aunque hablaba tan confiado que, si no fuera porque los policías ya lo tenían identificado a través de una de las cámaras que estaba cerca del atentado, habrían creído su cuento.

Quien estaba furioso era Samuel.

—Ja, ve lo cínico que puede ser este tipo. Me dan tantas ganas de golpear este estúpido rostro que tiene. ¿En qué condiciones tendrá a mi esposa? —preguntó Samuel, y todos se hacían la misma pregunta. Aunque Samuel sabía que Alía se podía defender y armar un plan, nada le quitaba el hecho de que se preocupara por su mujer.

—Samuel, trata de calmarte un poco. Lo bueno es que ya sabemos que este hombre tiene a Alía. No lo eches a perder y sigamos el plan para que todo pueda salir bien y tener a nuestra pequeña sana y salva—. Después de escuchar a su suegro, Samuel soltó un suspiro tratando de calmarse, y es que su suegro tenía razón. Si alertaban a David, podía ser posible que hiciera algo en contra de Alía y las cosas se salieran de control. Sería difícil volverla a ver, entendieron que este hombre le faltan muchos tornillos en su cabeza.

—La verdad es que es una muy bonita cabaña. Si tuviera los cuidados, sería perfecta —Alía se hablaba a sí misma. Había recorrido toda la estancia buscando alguna forma de salir o, por lo menos, un lugar donde hubiera algo para comunicarse, pero nada. Las ventanas habían sido selladas y las puertas reforzadas. Solo le tocaba esperar hasta que volviera David. Este juego le parecía entretenido, pero ella ya quería volver con su familia y, más que nada, volver a sentir los fuertes brazos de su esposo, abrazarla, ver esos intensos ojos azules, verla con todo el amor del mundo. Un sonrojo apareció en las mejillas solo al recordar a Samuel.

Las horas pasaron y David salió de la estación con una sonrisa triunfante. Pasó junto a Samuel, quien no pudo hacer nada, ya que Anthony lo tenía tomado del brazo. Recordó que tenía que seguir un plan, se lo repetía constantemente como un mantra.

Después de esto, todos actuaron como si se fueran, porque no tenían nada más que hacer allí. Al ver esto, David esperó hasta que todos se fueran y se fue a un lugar. Pero lo que todos pensaban que haría no sucedió, ya que David nunca se dirigió hacia el sitio al que querían ir.

El hombre fue a un restaurante y tuvo una cena con una rubia despampanante, ante la mirada de algunos. Aunque Samuel sabía que este hombre debía sospechar algo, no bajaría la guardia con él. En algún momento tendría que ir a ver a Alía. Samuel estaba muy seguro de que él era el que la tenía. Sus corazonadas nunca eran en vano. Después de ver eso, un solo oficial encubierto siguió a David, quien en toda la noche no dio indicios de separarse de la mujer.

Todos en la casa estaban estresados. Ya habían pasado tres días sin noticias de Alía. No lograban dormir porque los nervios los tenían en punta. Los que más estaban estresando a Samuel eran los Michelson. El plan que había llevado a cabo se estaba ejecutando a la perfección y no podía esperar a acabar con ellos. Samuel sentía que estaba llegando a su límite y en cualquier momento explotaría.

—Samuel, cariño, tienes que comer algo. Sabes que cuando Alía vuelva me va a regañar por no cuidarte”, dijo Mía, buscando la manera de que Samuel comiera algo más de lo que había probado estos días.

—Siento las molestias que te estoy causando, Mía, pero no puedo evitar preguntarme si ella está bien, si está comiendo bien. No sé en qué condiciones la tendrá ese hijo de puta. Prometí que la cuidaría, Mía, se lo juré, pero no pude hacerlo”, y entonces Samuel se rompió y lloró como un niño al que le quitaban lo que más amaba en la vida, lo que lo mantenía a flote.

—Solo quiero que mi esposa esté aquí. Quiero abrir mis ojos y verla, sonreírme mientras se arregla para ir a grabar, o con sus cursilerías y motes cariñosos— Todos en la sala podían ver que este secuestro de Alía le había hecho mucho daño a Samuel, un hombre que siempre se mostraba seguro y que nada podría derrumbarlo. Mía fue la más afectada y, sobando su espalda, lloró en silencio tratando de demostrar una seguridad que ella tampoco tenía.


David logró salir después de pasar una buena noche con esa mujer. Vio a todos lados y, como no vio nada fuera de lugar, emprendió el camino para ir a ver a Alía. Lo bueno es que la tonta no recordaba nada y le había proporcionado comida suficiente, en caso de que hubiera momentos en los que él no pudiera ir a verla.

Después del viaje, llegó a la choza. Cuando entró, todo estaba en su sitio y no le preocupó.

—Cariño, estoy en casa. Lo siento. Ayer con los socios las cosas terminaron un poco tarde y me quedé en un hotel — dijo David como si de verdad le importara darle explicaciones a una persona que no recordaba nada.

Se inventó la historia de que tenía un hermano gemelo que era actor, mientras que él era jefe de una empresa de periodismo. Le explicó a Alía que si en algún momento veía a su hermano, no creyera que era él.

Alía, metiéndose en el papel de esposa que no sabía nada, actuó como si le pensara todo, aunque por dentro solo quería darle una gran cachetada a ese tipo.

—No te preocupes, cielo. Lo entiendo. Es bueno que te quedes en un hotel y no manejes tan tarde ni en estado de embriaguez.—Alía sentía náuseas solo con pronunciar esas palabras de preocupación falsa.

David vio que Alía se estaba tomando una taza de té y no pensó nada. Le pidió una taza para él. Alía se dio la vuelta y sonrió. Eso era justo lo que estaba esperando, pues para él, tenía un té especial.

—¿Por qué este té sabe tan raro?”, preguntó David con cierta duda.

—No te preocupes, cariño. Solo son unas bolsitas de té que me dejaste, pero se te olvidó traerme azúcar, por eso sabe así.—Dijo Alía como si fuera cosa de otro mundo. Después, David no siguió haciéndose preguntas, pero se preguntó si de verdad no había traído azúcar. Pasaron los minutos y David sentía que su cuerpo estaba todo adormecido y que sus párpados pesaban.

Alía sonrió triunfante, pues después de revisar toda la casa, encontró las pastillas que David le daba para mantenerla sedada. Ahora era el momento de que David pagara por lo que le hizo.

 Ahora era el momento de que David pagara por lo que le hizo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Nuestro Amor: Perfect Combinación ©️✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora