Capítulo 10

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Samuel estaba listo para salir de su casa a Recoger a Alía.

  No había podido pegar sus ojos en toda la noche, o bueno, lo que restaba de ella.

  Estaba tan emocionado, se había casado con la mujer de sus sueños.

  —Señor ya va de salida— el ama de llaves muy serviciales le hablo, pues sabía lo emocionado que se encontraba Samuel.

  —si por favor que todo esté listo para cuando vuelva con Alía.

  —claro, como usted ordene, permiso señor.

  Con un asentimiento de cabeza, Samuel se despidió para ir a buscar a su pequeña

  .

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  Llegando a casa de sus suegros, tocó el timbre.

  —Samuel, hijo que bueno verte.

  Mía con la sonrisa que tenía, no podía ocultar su alegría. Sabía que su hija estaba en buenas manos, y aunque Alía Todavía no se da cuenta, Samuel también estaba en buenas manos con ella.

  Los dos era como ella dice: Una pareja echa del cielo.

  Aunque los dos no lo sepan, se complementan tan bien, y tienen tantas cosas en común, Alía con el pasar del tiempo obtuvo las mismas manías y muecas que ponía Samuel.

  —Alía aún está en su habitación, puedes subir y despertarla.

  Mía se fue dándole una sonrisa y guiñándole un ojo, Samuel solo puedo echarse a reír. No podía creer como este par eran tan diferente.

  Subiendo las escaleras, fue hasta la habitación, tomando una profunda respiración, abrió la puerta.

  Lo que vio lo dejo sin habla, pues al pasar los años Alía todavía tenía la misma manía al dormir, sacando su labio en un lindo puchero.

  Se acercó lentamente y le tocó con suavidad el cabello.

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  Alía Se Sentía tan cómoda, y esa sensación de placer que la recorrió, inconscientemente busco acercarse más a ese toque, que le daba paz.

  Se sentía tan bien, tan plena y tenía tanta pereza levantase.

  —Alía pequeña—. Hablo suavemente Samuel, su niña se venía tan linda.— preciosa vamos despierta.

— Mamá déjame dormir un rato más.

  Samuel se echó a reír y eso despertó a una inconsciente Alía.

  Lo primero que sus ojos marrones vieron fue una sonrisa preciosa y unos ojos azules que la volvían loca.

  Sin saber por qué también sonrió, puede ser que la forma en la que se portó Samuel ayer, pero hizo cambiar un poco su forma de verlo.

  Sin duda ya estaban casados y no se puede hacer nada, daría todo por hacer que su matrimonio funcionará.

  —Buenos días, hermosa, creo que tendríamos unos días de vacaciones, pero tengo una reunión importante a las once, primero quise pasar por ti y llevarte a casa—. No me sentía bien dejando a Alía el primer día de casados, pero esta reunión es muy relevante.

  —¡Oohh! Está bien, entonces me arreglaré y nos podemos ir.

  Samuel estaba impresionado al ver que Alía no se opuso a ir con él; sin embargo, quería ver lo que Alía quería hacer.

  —está bien, te espero afuera.

  Samuel se acercó y le dio un beso en la frente.

  Después salió de la habitación.

  Alía suspiro, Samuel le producía tantas sensaciones diferentes. Pero más que nada intriga.

  Rápidamente, se levantó, fue a la ducha, hizo sus necesidades, se bañó y se alistó.

  Retoco su rostro con un poco de polvo y uso un brillo favorito sabor a chocolate, pues si Alía era una fanática del chocolate.

  Bajo las escaleras y vio a su familia, porque sí, Samuel ahora era parte de su familia.

  —Alía hija, ¿cómo amaneciste?— Pregunto Antony viendo el brillo especial que su hija tenía sus lindos orbes marrones.

  —estoy muy bien papito.

  Me sentía apenada, desde hoy se mudaría con Samuel. Sentía como si Mil mariposas revolotearan en su estómago.

  Tenía que llegar el día de la luna de miel y no sabía qué hacer.

  —bueno, yo lamento interrumpir su amena charla, pero pequeña nos tenemos que ir.

  —Oh, sí, papá, mamá, estaremos viniendo a visitarlos.

  —no te preocupes por nosotros, hija, ahora eres una mujer casada, vive y disfruta tu juventud con tu esposo, él estará dispuesto a cumplir todos tus deseos—. Mía no dejaba de alagar a su yerno, lo que más quería era verlos felices, formando su familia.

  Samuel se sonrojó hasta más no poder, y eso fue algo que le gustó a Alía. Sabía que tenía un poder tan grande en él, pero nunca le haría daño.

  Juntos se despidieron y se fueron, en el camino ninguno de los dos hablo.

  Samuel estaba tan emocionado que no sabía qué hacer, y Alía, pues ella solo estaba esperando su noche de Luna de miel.

  Cuando llegaron a la casa, Samuel le dio un recorrido, y aunque quería que Alía se quedará con él en las noches, sabía que ella tenía sus inseguridades.

  Quería darle tiempo, que se adaptará a que ellos estuvieran juntos, a la convivencia entre los dos.

  —esta es mi habitación, y la continua es la tuya, Alía quiero darte tu tiempo. Sé que esto no es lo que querías y lo entiendo, solo dame una oportunidad, te juro que no te vas a arrepentir, nunca te voy a fallar. Pequeña haré todo para hacerte la mujer más feliz del mundo. Solo no te rindas conmigo, no te rindas con nosotros sin haberlo intentado.

— Ya me tengo que ir, pero estaré acá para el almuerzo.

  Sin más, Samuel salió dejando a una Alía pensativa, claro que le daría una oportunidad, pero eso es algo que él no podía saber. Primero Tiene que ver lo que Samuel es capaz de hacer por enamorarla.

  Samuel no la tendrás tan fácil.

  Sin más entro a su habitación y lo que encontró hizo que sus emociones que estamos a flote se desbordara, la habitación estaba llena de hermosas Rosas Y Girasoles.

  Pues estas eran sus favoritos, en medio de la cama había muchos chocolates y más que nada sus favoritos.

  Nunca habían hecho algo así, nunca tuvo un novio que se preocupara por ella, pues al ser actriz tenía que tener un bajo perfil, no podía tener escándalos y nunca podía hacer nada indebido.

  —¡Gracias Samuel! — murmuró la pequeña mujer para ella misma

  Sin Dudas, sabía que era y había tomado la mejor decisión,

  estaba dispuesta a todo para hacer de su matrimonio el mejor. ...

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