capítulo 28

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En la oscuridad de un cuarto destartalado a las afueras de la ciudad, observando a una mujer inconsciente, muchas veces había fantaseado con hacer a esta chica suya, casarse con ella y tener un hogar, pero todo lo había destruido ese hombre, incluso querer decir su nombre haría que su estatus bajara a su nivel.

Estaba feliz de por fin poder estar con la mujer que amaba, la iba a hacer suya para toda la vida, nunca dejaría que se fuera de su lado, así sea que le tocara recurrir a los peores castigos posibles. Alía tenía que ser solo suya.

Mientras tanto samuel con el pasar de las horas estaba que perdía la paciencia, para el que secuestraran a Alia y aun sin tener el conocimiento de quien fue la persona que lo había hecho

—Agente, ya perdí la paciencia y estoy en el punto límite para que me diga que me calme, es mi esposa la que fue secuestrada, quizás por algún lunático—, Samuel Anderson estaba fuera de sus cabales, sin saber quién fue la persona que se llevó a su esposa y sin poder hacer nada.

Por otro lado, la pelea con los Michelson había comenzado, pero en estos momentos solo quería encontrar a su mujer y protegerla de todo y todos.

Sentía que en cualquier momento se volvería loco, pero tenía que tener la mente despejada y esperar cualquier novedad. Ya los agentes de policía estaban haciendo las averiguaciones pertinentes y revisando todas las cámaras de seguridad que estuvieran cerca del lugar.

—Rayos, es mi culpa, lo siento tanto Samuel, si yo no hubiera insistido en ir a comprar esos vestidos para la gala Alía...— Un gemido lastimero salió del sollozo que soltó Sofía. Se sentía tan culpable.

  —¿Ella estará bien? ¿Volverá pronto con nosotros?— Sus preguntas no lograba decirlas en voz alta. Justo al lado de ella se encontraba su ahora pretendiente Jason, dándole consuelo y con una suturación en su hombro derecho.

—Sofía, no tienes por qué culparte. Si alguien tiene la culpa soy yo, debí prestar más atención a Alía y tener más cuidado después de lo que ha pasado en estos tres meses—, Samuel trataba de ayudar a la amiga de su mujer, pues sabía lo unida que son ese par de chicas.

Los padres de Alía están vueltos un manojo de nervios. Mia no había dejado de llorar desde que se enteró del secuestro de su hija y Antony estaba haciendo lo posible para apoyar a su mujer. Ya había mandado a preparar una infusión para que su esposa estuviera más relajada y no estuviera llorando tanto, pues se le partía el alma por las dos: su amada esposa y su querida hija.

En las noticias, todos estaban muy pendientes de la desaparición de Alía. Los fans no daban crédito a lo que estaban viendo. Muchos habían llegado hasta la agencia de la chica a la espera de que hubiera noticias de su hada.

—Quiero que se larguen y desaparezcan de mi vista. Si los atrapan, negaré todo trato con ustedes—, dijo David, el hombre que había planeado todo, a los secuestradores. Simplemente haría una vida normal.

Los dos hombres se fueron con una muy fuerte cantidad de dinero y desaparecieron del lugar, pues a ellos solo les importaba el dinero para seguir consumiendo su licor y otras cosas más que van a poder disfrutar.

¡Mmm! Un quejido hizo voltear a David. Con una hermosa sonrisa, se acercó a una Alía que estaba despertando.

—¿Qué me pasa? Ooh, ¿dónde estoy?—, preguntó Alía. Se había golpeado muy fuerte la cabeza, pero unos segundos después, los fragmentos del accidente y lo que había podido escuchar de esos hombres, comprendió un poco la situación. Había sido secuestrada. Sin dudas, tenía que ganar tiempo y hacer creer a quien quiera que la tenía en sus manos.

—¿Querida, te acuerdas de lo que pasó? — David estaba preocupado, pues cuando vio el golpe que tenía Alía en su cabeza, pensó lo peor, pero también se alegró. Si Alía no recordaba nada, para él era mucho más fácil inventarse una vida para ellos dos juntos.

Así que eres tú, imbécil, se dijo Alía en su mente. —Señor, lo siento, me duele mucho la cabeza. ¿Qué me pasó?—

Así que no recuerdas nada, este es mi momento.

—Soy tu esposo, te llamas Alía, tuviste un accidente cuando resbalaste por el sendero que va hacia el Jardín.

Sí, David había llevado a Alía a una choza vieja, pero que por fuera tenía un hermoso jardín. Era la casa de verano que tenían sus padres, pero después de que estos se perdieran en el altamar, nunca más la volvió a pisar, si no hasta este momento.

—Oh, es así. Lo siento, señor, pero en este momento no puedo recordar nada—, decía una Alía muy sumisa. Si ella quería que las cosas le salieran bien, tenía que jugar su mismo juego.

Sin más, David se levantó con toda confianza y le dio unos analgésicos a Alía para que su dolor de cabeza disminuyera. También le dio unos calmantes para mantenerla sedada mientras él volvía a la ciudad. Al percatarse de las pastillas, Alía se tomó primero las pastillas para el dolor y después fingió tomar el sedante, escondiéndolo debajo de su lengua.

—No sé si crees que soy estúpida o es que tu cabeza de cerdo no funciona—,se dijo Alía. —Estas son unas pastillas para relajarte. Yo voy a ir a preparar la cena, cariño. Puedes descansar un poco más y no te sobre esfuerces—, añadió David antes de salir. Esperó unos minutos hasta que las pastillas surtieran su efecto. Como ya lo tenía todo calculado, cuando entró se dio cuenta de que Alía estaba durmiendo. Sonrió, le dio un beso en la frente y salió. Lo que no sabía David era que unos ojos lo estaban mirando con una gran sonrisa burlesca en su rostro.

—Este tipo para ser actor la verdad es que no es tan bueno. ¡Qué pérdida de tiempo!—, dijo Alía. Cuando escuchó la puerta cerrar, se levantó con cuidado y esperó el sonido del auto poniéndose en marcha para inspeccionar todo el lugar. No tenía comunicación y no sabía cómo decirle a Samuel que estaba bien ni el lugar en el que se encontraba. Solo esperaba que esto no durara mucho tiempo y hacer bajar la guardia a David.

En el hogar de los casados, los policías ya habían recopilado toda la información y no quedaba mucho tiempo para saber quién lo había hecho. Lo que no tenían previsto era que en el momento en el que David estaba en la escena, las cámaras se congelaran y volvieran a funcionar unos minutos después.

 Lo que no tenían previsto era que en el momento en el que David estaba en la escena, las cámaras se congelaran y volvieran a funcionar unos minutos después

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