Capítulo 25

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Los Michelson pensaban que esta vez podían hacer caer a Samuel Anderson, se sentían con la victoria. Esta vez él sería el ganador de esta victoria.

—Pablo, esta vez lo vamos a destruir. Esa escoria nunca debió salir de ese barrio marginal — habló el hermano de Pablo, Camilo, un magnate arquitecto que había estado interesado en Alía, de quien se había enamorado cuando la vio en una cena de gala para un premio.

Pero después se enteró de que Anthony había prometido a Alía y a Samuel. Eso lo llenó de furia. Quería más que nada estar en conjunto con la familia Klaus, una de las familias más poderosas de Ciudad Livor. Quería hacerse con todo lo que tenían, llevarlos a la quiebra, tomar todo de ellos y, claro, en eso también entraba Alía. No por algo ya intentaron acabar con ellos hace años, solo que las cosas por ese miserable chico no salieron como ellos querían. Hasta el momento no hubo sospechosos y nadie pensó que fueron ellos los que lo hicieron. Eso los tenía en mucha ventaja.

Se creían los dueños del mundo e imparables. Por eso se pensaban con el poder de hacer lo que ellos querían, sin saber que pronto todo se les acabaría.

Samuel no era el hombre más paciente del mundo y eso lo demostraban sus nervios, pues su querida esposa le dijo hace unas horas que le tenía una sorpresa. Pero después de llegar a casa, lo hizo bañar y arreglar, prometiendo que no tardaría. Aun así eso decían todas las mujeres o eso fue lo que leyó en una de las revistas de chismes.

‘Nunca confíes cuando una mujer te dice que ya está lista cuando aún no han entrado a la ducha’

Si eso lo estaba confirmando justo ahora.

—¿Cariño, aún demoras?—, preguntó Samuel desde afuera de la puerta. Alía le tenía prohibido entrar hasta que no estuviera lista.

—Samuel, ¿puedes esperar solo cinco minutos más, cielo?—, respondió Alía, aun aplicándose las cremas para proceder a maquillarse. Escuchó un toque en la puerta por parte de su marido y escuchó cuando se alejó de la puerta. Soltó una pequeña risa. Se tenía que vengar de él por haberla hecho llegar tarde a la cita.

—Ja, si claro, cinco minutos son como otra hora arreglándose—, refunfuñó Samuel bajo las escaleras, y los empleados no hacían más que reírse de la actitud infantil que en estos momentos tenía el joven amo. Samuel los observó y se sonrojó, pues no sabía que ellos ya estaban allí.

Después de un tiempo, Alía bajó. Tenía puesto un hermoso vestido lila suelto hasta el piso, corte sirena y escote de corazón, con un lindo peinado recogido. Hoy llevaría a Samuel a un restaurante que estaban inaugurando, y como los dos eran amantes de la comida y los dulces, ¿qué mejor manera de tener una cita?

—Cariño, estás hermosa. Esa espera valió totalmente la pena—, halagó Samuel a Alía y la besó con un pico en sus ricos labios rosas naturales. A Alía no le gustaba usar labiales muy fuertes, pues Samuel siempre la dejaba sin ellos y terminaban todos empatados de labial.

—Gracias, amor. ¿Estás listo para irnos?.

—Corazón, estoy listo hace una hora—. Samuel no sabía si llorar, castigarla o solo dejarlo pasar, pero de algo sí estaba seguro: hoy sería la envidia de donde sea el lugar que Alía lo llevaría.

Juntos salieron de la casa, y el chófer los llevó hasta el sitio donde estaba ubicado el restaurante. Había gente muy famosa hoy aquí, así como muchas personas que no eran famosas, pues el restaurante tenía precios asequibles para todas las personas. El dueño, cuando era joven, fue una persona muy humilde y no iba a permitir que otras personas como él no pudieran disfrutar de la buena comida.

—¿De verdad tiene que venir gente tan corriente a un lugar como este?— Este comentario llamó la atención de Alía. Nunca le había gustado que trataran mal a las personas, y por tener dinero no les daba el derecho. Tenía ganas de alegar, pero alguien más se le adelantó.

—¿De verdad tiene que venir gente tan ignorante a este sitio? Creo que si no te gustan este tipo de situaciones, no salgas de la lujosa mansión que tienes y te pudras allí sola—. Todos la voltearon a ver. Era nada más y nada menos que Samanta Louis, actriz y cantante reconocida por ser la esposa del dueño del restaurante. Ellos se habían conocido cuando Pablo recién estaba indicando su negocio, y Samanta ya era una actriz de segundo nivel reconocida. Un día, el agente de Samanta se demoró para recogerla, y estaba lloviendo muy fuerte. Pablo venía en su bicicleta, y al ver a una mujer tan bonita bajo la lluvia, le dio pesar. Sin reconocerla, ya que era muy de noche y la lluvia impedía la vista, le dio su paraguas y siguió con su vía, no sin antes gritarle el lugar donde podía devolverla.

Samanta quedó enamorada de él desde ese momento y después de un tiempo de conocerse, iniciaron un romance que los llevó al altar. La mujer no dijo nada y se fue sin importancia. Todos los demás vieron con buenos ojos a Samanta y uno de ellos fue la pareja. Samanta y Alía se reconocieron, pues habían trabajado juntas para un proyecto de una marca de perfumes. Desde una vez que se habían caído muy bien, establecieron una gran conversación y una amistad.

—Qué bueno que pudiste venir con tu esposo, Alía—, dijo Samanta, muy alegre y energética al acercarse a ellos. Estaba feliz de que Alía hubiera aceptado su invitación.

—Je, je, je, la que está más feliz de poder venir y presumir a este bombón, soy yo, querida—, dijo Alía jocosamente para luego mirar las ojeras rojas de Samuel y soltar una gran risa que contagió a un par de personas que estaban cerca. Ver avergonzado a su esposo era algo que le gustaba mucho admirar a Alía.

—Me alegro de que su matrimonio esté yendo de maravilla. Así somos mi esposo y yo, todo el tiempo nos hacemos vueltas entre nosotros. Lo más importante es la confianza y no perder la esencia que te caracteriza—, dijo Samanta mientras por detrás llegaba su esposo para darle un beso en la mejilla y acariciar la gran barriga de ella, pues estaba de siete meses de embarazo.

Alía y Samuel vieron esta acción y se enternecieron. Muchas personas habían hablado más de Samanta, pues decían que una actriz de su nivel cómo va a preferir tener un hijo que seguir su gran carrera. Samanta les calló la boca al decirles que en su vida solo ella tomaba sus decisiones y que estaba muy feliz por su matrimonio y su nueva faceta como madre. La mayoría de las personas no se tomaron para nada bien sus palabras y siempre buscaban el momento para criticarlos, pero esta mujer era muy fuerte y nunca dejaba que esas palabras la dañaran. Tenía lo que más le importaba, que siempre la estaban apoyando su familia y amigos verdaderos.

—¿Cómo llevas tu embarazo?—, preguntó Alía con curiosidad y estaría feliz si la vida le diera esta oportunidad temprano o tarde. En cualquier momento de su vida puede pasar y estaría orgullosa de eso.

—Bueno, los primeros meses no toleraba absolutamente nada, ni siquiera el perfume de Pablo. Todos los olores, así sean los más ricos del mundo, me causaban repulsión y qué se diga de la comida, solo podía comer galletas que sabían a cartón—, Samanta se echó a reír contagiando a la pareja.

—También quiero vivir ese momento—, dijo una Alía decidida mientras veía a Samuel y este la miraba con incredulidad, lo que luego hizo que su mirada se intensificara viéndola.

—Te deberías ver preciosa con una barriga y llevando a nuestros pequeños—, dijo coqueto, a lo que la pareja enterneció.

Luego, Samanta y Pablo se fueron y ellos quedaron solos.

—¿De verdad no te molesta que pueda arruinar tu carrera?—, esto era algo que siempre estaba atormentando a Samuel, pensar que por su culpa la carrera de Alía y lo que tanto había soñado se arruinaría.

—Amor, nada me haría más feliz que tener una familia contigo. Ahora estoy nominada a la mejor actriz, ya sea que gane o no, ya tengo una vida en las pantallas. Puedo seguir después de tener a nuestros hijos—, eso alegró mucho a Samuel y su corazón, por ese lado, se relajó. Esto era algo que siempre se estaba preguntando y hasta ahora fue que pudo hablar de eso. Sin dudas, hoy fue una noche llena de sorpresas.

Nuestro Amor: Perfect Combinación ©️✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora