Las reglas son para desterrarte

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— Un mundo tan maravilloso, no puede ser tan malo. 

 

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El sol se ocultaba, pintando el cielo de tonos cálidos mientras la niña, con una sonrisa cansada y satisfecha dibujada en sus labios, se alejaba del bullicio del pueblo. Había sido un día divertido ganado un juego donde sus oponentes eran adultos más grandes y fuertes que ella. Sin embargo, el cansancio y el hambre comenzaban a hacerse sentir.

Guiada por el delicioso aroma que emanaba de la taberna, se dirigió hacia allí. La puerta crujió al abrirse, revelando un espacio acogedor y cálido. Ban, la recibió con una sonrisa amable.

—¡Bienvenidos! ¿Qué les parece si se sientan? —ofreció, mientras colocaba un plato humeante sobre la mesa. La niña se sentó, sus ojos brillando de anticipación.

Atenea dejó al cerdito sobre el borde de su tazón, observándolo con una sonrisa traviesa. Luego, comenzó a saborear su comida con sus ojos fijos en el zorro — ¿Cuál era el premio por encontrar al cerdito?—  preguntó, arqueando una ceja.

Ban levantó una mirada inquisitiva. —¿Cómo sabes que había un premio? 

—Todos parecían bastante emocionados por encontrarlo. No hace falta ser muy listo para darse cuenta.

El albino se quedó pensativo un momento, indeciso de si sería buena idea hablar, sin embargo, despues de un pesado suspiro habló — Ah, quien lo encontrara primero podría darle ordenarle al capitán por un día.

Atenea lo escudriñó con detenimiento, a pesar de tenerla de espaldas, la niña percibía la intensidad de su tensión, como si cada fibra de su ser estuviera puesta en esa tarea. La necesidad de ayudarlo era abrumadora; la importancia de ganar esa competencia era palpable.

— En ese caso, eres muy astuto al haber traído a Hawk a la taberna con ese aroma tan tentador. — comentó con una sonrisa cálida.

Ante sus palabras, el inmortal giró levemente la cabeza para observarla mientras degustaba su comida. Una sonrisa tierna se dibujó en sus labios. — Siempre has sido demasiado bondadosa para tu propio bien — pensó con cariño, reviviendo en su mente cada uno de los gestos de apoyo y cariño incondicional que ella le había brindado. — Gracias, Nea.

Ella solo sonrió y continuó comiendo, sin necesidad de palabras. El silencio que los envolvía no era incómodo, sino más bien acogedor, como un cálido abrazo.

No pasó mucho tiempo antes de que la puerta de la taberna se abriera de golpe, interrumpiendo la escena. 

Los demás entraron, desconcertados, pero King sonrió con ternura y se dirigió hacia Atenea, levantándola en brazos para estrecharla contra su pecho. En ese instante, los envolvió una burbuja de afecto, ajenos al bullicio y las preguntas de sus amigos.

ATENEA [Nanatsu no Taizai] [King]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora