Mamá cuervo

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— Un trato es una promesa y las promesas son inquebrantables. 

 

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Recapitulemos, hacía un par de horas que habían llegado a Vaizel y por idea de la princesa, ella, Diane y Atenea se quedaron en la taberna para tener una tarde de chicas, mientras los chicos iban a la aldea a recuperar el tesoro sagrado de Diane, sin embargo las cosas habían dado un giro inesperado. 

— ¿Donde estarán ? — murmuró Atenea sosteniendo cuidadosamente a la princesa Elizabeth. 

Gracias a un descuido, tanto Diane como Elizabeth habían resultado afectadas por un hongo travieso que las encogió de tamaño, ahora la gigante era de tamaño promedio y la princesa era del tamaño de la palma de su mano. 

Sin escuchar sus advertencias, Diane tomó el uniforme de Elizabeth junto a una capa y un sombrero y se fue a la aldea, Atenea maldijo en su interior por eso, y fue por su capa azul marino para cubrirse y una servilleta de tela para que Elizabeth no estuviera tan expuesta, pues quedó desnuda y por su tamaño no había nada que ponerse de momento. 

La había colocado con cuidado en medio de sus pechos para que no fuera tan zarandeada al caminar pero aun asi tenia sus manos cruzadas en medio de su pecho para asegurar mayor protección hacia la albina mientras paseaba entre la multitud. 

— ¡Señorita Atenea, mire por allí! — señaló la princesa, a lo que despues de un rápido vistazo a donde apuntaba Elizabeth, suspiró aliviada de ver a sus amigos junto a Diane. 

Atenea confiaba en que Diane les hubiera contado la situación, así que fue en su dirección solo para encontrar una no tan grata escena — ¡Ahora podemos tener bebes a montones! 

— ¿No escuchaste lo que dije? — escucho hablar a su capitán, a lo que solo pudo soltar un suspiro resignado. 

— Últimamente parece que no lo hace. — habló seriamente la amazona haciendo que Diane se tensara y se separará de su capitán para refugiarse detrás de él.

— Atenea — hablo King acercándose a ella dejando la incomodidad de haber visto a su amiga ofrecerse de esa manera a su capitán, puede que ya no estuviera enamorado de ella, pero seguía siendo su preciada amiga y no era agradable ver como se promocionaba de esa manera — ¿Tu estas bien? ¿Y la princesa Elizabeth? 

— E-estoy aquí señor King — habló la albina desde su pecho, a lo que la azabache retiró sus manos de su escote para que ella pudiera apreciarse. 

King quiso opinar pero en cuanto dejo la sorpresa de lado su nariz comenzó a escurrir sangre de la impresión — ¡Está en los pechos de Atenea, vi el escote de Nea!  — en ese momento King conoció la envidia. 

ATENEA [Nanatsu no Taizai] [King]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora