" No se trata de merecer, se trata de lo que uno cree. Y yo creo en el amor"
Descendiente de un largo linaje de guerreras, Atenea es una de las últimas amazonas que existen en Britania, acusada injustamente de ser una traidora a su raza, es condena...
— La fuerza de una familia se funda con su mutua lealtad.
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Que tu capitán en su forma de modo asalto te haya embestido dejándote convaleciente todo por tener la empuñadura de la espada, no es divertido, para nada.
— Debo agradecer que no me arranco el brazo — pensó adolorida, había recibido golpes peores a lo largo de su vida, pero rara vez cargados de energía demoníaca, esa cosa ardía hasta los huesos.
— Atenea ¿Puedes levantarte ? — escucho la voz de Ban a su costado, ella dirigió una mirada adolorida a su lado, estaba segura de que el golpe le había roto un par de costillas.
— A-a duras pen-nas — hablo intentando levantarse cayendo en el intento un par de veces pero lográndolo al final — E-esto está fuera de control, necesitamos encontrar a E-Elizabeth. ¿King esta bien? — cuestionó mirándolo inconsciente colgando del brazo de Ban.
— Si, solo esta inconsciente ¿Crees poder correr? — preguntó preocupado mirándola tratar de sostenerse.
— No es cuestión de si puedo, debo hacerlo — hablo con firmeza ubicando a la princesa más adelante — Vamos.
Ambos se dirigieron a Elizabeth que se miraba en mitad del conflicto de Meliodas — ¡ Señor Meli-!!
Ban le tapó la boca con su mano — Silencio ¿Pueden correr? Tenemos que salir de aqui rapido.
— ¡Imposible! ¿Quiere dejar aquí al señor Meliodas? — exclamó indignada Elizabeth — ¡Yo me quedo!
— No tenemos t-tiempo para esto, lo lamento majestad pero no está en posición de dar órdenes — dijo Atenea usando sus pocas fuerzas para ponerse a la princesa en el hombro y salir deprisa con Ban pisándole los talones.
E ignorando los reclamos y comentarios, Atenea y Ban corrieron tan rápido como pudieron a una distancia prudente, y a penas si se sintieron a salvo, Nea se dejó caer al pasto cansada y herida.
— ¡Señorita Atenea! — exclamó angustiada la princesa.
— Tranquila Princesa Elizabeth — calmo para comenzar a murmurar nuevamente palabras irreconocibles y su cuerpo brillo levemente curando cada moretón, herida y corte — Listo, ahora solo necesito una buena siesta y va a ver cómo estaré como nueva.
— ¿Segura que estaras bien, Nea? — pregunto el cerdito preocupado acostándose al lado de la amazona.