Freen Sarocha es de una familia pobre, con padres abusivos y con un hermano pequeño que sufre de leucemia. En su trabajo la desprecian recibiendo un sueldo miserable. Prácticamente ha perdido todo lo bueno de su vida.
Becky Armstrong es todo lo cont...
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5 de diciembre.
En los últimos días, mi amistad con Yoko se había vuelto más cercana. A medida que pasaba el tiempo, me daba cuenta de que éramos más similares de lo que pensaba.
Esa mañana, desperté al sonido insistente de mi celular. Al abrir los ojos, noté la ausencia de Freen a mi lado. Al tomar el celular, escuché la voz de mi abuelo resonando al otro lado de la línea.
— ¡No puedo creer que ya tengas 19 años! ¡Llegaré en un par de días para visitarlas! Pásala bien con Freen. ¿Arreglaste las cosas con ella, cierto? ¿Te disculpaste? — Su entusiasmo era contagioso, pero también me recordaba lo mucho que la ausencia de Freen me pesaba.
— Sí... ambas estamos bien ahora —respondí, intentando sonreír—. Realmente quiero quedarme aquí con ella... ¿crees que podríamos…?
— Se supone que pasarán Año Nuevo juntas, pero ahora mismo... olvídalo, no quiero arruinar este día para ti. Por favor, cuídate. — Sus palabras me hicieron sonreír, pero esa sonrisa se desvaneció cuando colgué.
Estaba a punto de salir en busca de Freen, cuando el sonido del celular interrumpió mis pensamientos nuevamente.
— ¡Beck! — La voz alegre de Looknam me llenó de emoción.
— ¡Looknam! — exclamé, sintiendo cómo una ola de alegría me invadía. Hacía tiempo que no escuchaba su voz, y anhelaba un poco de ese vínculo que teníamos.
— Vine a tu casa, pero me encontré con la sorpresa de que estás desaparecida. Además, te llamé muchas veces estos días. — Normalmente mantenía el celular apagado, ya que rara vez recibía llamadas importantes.
— Bueno... no le digas a nadie, pero… Freen y yo estamos juntas. Empezamos desde cero y ha sido lo mejor para ambas. Me siento tan… —
— Dime dónde estás, iré a visitarlas. — Me interrumpió, su tono insistente restó importancia a lo que estaba tratando de decir. — ¿Están en la ciudad? ¿O en la casa de vacaciones? — preguntó con curiosidad.
— Estamos en la casa del abuelo, cerca del pueblo costero. — respondí, emocionada.
— ¡Perfecto! — Pero antes de que pudiera terminar mi oración, ella colgó abruptamente.
— Ni siquiera me felicitó... — murmuré para mí misma, la decepción apretando mi pecho. De repente, me sentí más sola que nunca.
Con el ánimo decaído, decidí bajar. Al hacerlo, noté su ausencia. La casa estaba extrañamente vacía y silenciosa. Cuando finalmente escuché la voz de Yoko afuera, sentí un destello de esperanza.
— ¡Pasa! — grité, y sus pasos se acercaron rápidamente hacia mí. Yoko apareció con una gran sonrisa en su rostro, sosteniendo algo entre sus manos.
— ¡Feliz cumpleaños, Beck! Este es un regalo de parte de Faye y mío. —
— Freen no está aquí, ¿cierto? ¿Sus zapatos están cerca de la puerta? O tal vez está en el patio... — pregunté, tratando de mantener la esperanza.