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La luz del amanecer entra por la ventana, iluminando suavemente la habitación donde Tom y Bill yacen juntos, sus cuerpos entrelazados. La noche anterior fue intensa y apasionada, una mezcla de risas, susurros y caricias que los unió más de lo que jamás imaginaron.

Bill es el primero en despertar, sintiendo el calor del cuerpo de Tom a su lado. Sonríe al recordar los momentos compartidos y, al girarse, encuentra a Tom aún dormido, con una expresión serena en su rostro. Sin querer interrumpir su sueño, Bill se levanta con cuidado, pero el movimiento provoca que Tom despierte.

-¿Dónde vas?— pregunta Tom, su voz aún somnolienta pero llena de curiosidad.

-Quiero dar una vuelta por la ciudad, disfrutar del aire fresco—  responde Bill, sintiendo un cosquilleo de emoción al pensar en la aventura que les espera.

Tom se estira, una sonrisa juguetona dibujándose en sus labios.

-¿Y no quieres que te acompañe? Podría ser divertido.

Bill asiente, sintiendo que la idea de explorar juntos es perfecta.

-Claro, será mejor si vamos juntos.

Ambos se levantan, la energía de la noche anterior aún palpita entre ellos. Se visten rápidamente, compartiendo miradas cómplices y sonrisas que dicen más que mil palabras. La ciudad los espera, y con cada paso, la emoción de lo que vendrá se siente en el aire.

Mientras Tom y Bill recorren las calles de la ciudad, sus manos entrelazadas se sienten como un ancla en medio de la energía vibrante que los rodea. La mañana está fresca y llena de vida, y cada esquina que giran les presenta un nuevo descubrimiento.

De repente, Tom ve un carrito de hot dogs en la esquina y su estómago ruge, recordándole que no han desayunado.

-¡Mira eso! Necesitamos probar esos hot dogs—  dice, señalando emocionado.

Bill se ríe

-¿Hot dogs? ¿En serio? Pensé que íbamos a tener un desayuno gourmet.

-¿Y qué hay de divertido en eso?— responde Tom con una sonrisa traviesa. -La aventura está en lo inesperado.

Así que se acercan al carrito, donde un vendedor amigable les ofrece opciones. Tom elige uno cargado de ingredientes, mientras que Bill opta por uno más simple. Mientras esperan, Tom comienza a hacer muecas graciosas, imitando al vendedor y provocando risas en Bill.

Cuando finalmente reciben sus hot dogs, Tom, en un impulso juguetón, le lanza un poco de mostaza a Bill, quien se ríe y rápidamente se defiende con un chorrito de ketchup. La batalla de salsas se convierte en un momento divertido, atrayendo miradas curiosas de los transeúntes.

-Esto es lo mejor del día— dice Bill entre risas, tratando de limpiar su camiseta manchada.

Tom, con un guiño, responde

‐Y pensar que todo comenzó con una reunión para sesión de fotos

Con sus manos entrelazadas y el sabor del hot dog en sus labios, continúan su recorrido, disfrutando de cada momento juntos, llenos de risas y complicidad.

Luego de in largo recorrido Tom y Bill se encuentran en una pequeña heladería con encanto, donde el aire está impregnado del dulce aroma de los sabores. Se sientan en una mesa al aire libre, bajo la sombra de un árbol, con un par de conos de helado en las manos. Tom ha elegido un helado de fresa, mientras que Bill opta por uno de chocolate oscuro, su favorito.

Mientras disfrutan de sus helados, Tom mira a Bill y dice con una sonrisa

-¿Sabías que la fresa es considerada un símbolo de amor en algunas culturas?

Sin Salida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora