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A la mañana siguiente, Bill, muy emocionado, se despertó primero que Tom. Con una sonrisa en el rostro, se levantó de la cama y comenzó a arreglar las maletas. La idea de ir a la playa a pasar un lindo rato como pareja lo llenaba de alegría.

Mientras organizaba sus cosas, no podía evitar imaginarse bajo el sol, sintiendo la arena entre los dedos de los pies y el sonido de las olas de fondo. Sabía que este viaje era justo lo que necesitaban para desconectar de todo lo que había pasado y disfrutar de su tiempo juntos.

Bill se detuvo un momento para mirar a Tom, aún dormido, y sintió una profunda felicidad al pensar en los momentos que compartirían. Con una mezcla de emoción y ternura, continuó con los preparativos, ansioso por despertar a Tom y comenzar su aventura en la playa.

Tom se despertó y, al ver las maletas arregladas, frunció el ceño con curiosidad. Se incorporó un poco en la cama y miró a Bill con una sonrisa.

—¿A dónde vamos? —preguntó, sintiendo la emoción en el aire.

Bill se volvió hacia él, sus ojos brillando con entusiasmo.

—¡Vamos a la playa! —exclamó—. He estado organizando todo para que podamos disfrutar de un lindo rato juntos.

Tom sintió una oleada de alegría al escuchar eso. La idea de pasar tiempo en la playa, lejos de las preocupaciones, le llenó el corazón de esperanza.

Ambos se metieron a la ducha, disfrutando del agua caliente que caía sobre ellos. La risa y el juego llenaron el pequeño espacio, mientras se enjabonan y compiten por quién puede terminar primero. Después de salir, se secaron y se arreglaron con ropa cómoda y fresca, listos para el viaje.

Tom, sintiéndose un poco nervioso pero emocionado, miró a Bill y le dijo:

—No puedo esperar para estar en la playa. Necesitamos aprovechar al máximo estos días antes de regresar a Francia.

Bill sonrió, sintiendo la misma emoción, y juntos se dirigieron a la puerta, listos para comenzar su aventura.

Luego de dos horas, finalmente llegaron a la playa. La brisa marina les dio la bienvenida, y ambos se sintieron muy emocionados. Bajaron del taxi, riendo y comentando sobre lo que harían en esos días. Al llegar al hotel, se registraron rápidamente y se dirigieron a la habitación asignada.

Una vez dentro, Bill se recostó sobre Tom, sintiendo la suavidad de la cama y el ambiente relajante del lugar.

—No puedo creer que finalmente estamos aquí —dijo Bill, mirando a Tom con una sonrisa—. Esto va a ser increíble.

Tom sonrió de vuelta, sintiendo que todos sus problemas quedaban atrás por un momento, disfrutando de la compañía de Bill y la promesa de días felices por delante.

Tom, con una sonrisa radiante y una chispa de emoción en sus ojos, acarició suavemente la mejilla de Bill.

—No puedo creer que finalmente estemos aquí —dijo Tom, su voz llena de ternura—. Estoy tan emocionado de pasar estos días contigo en la playa. Solo tú y yo, disfrutando del sol, el mar y todo lo que nos espera.

Mientras hablaba, su corazón latía con fuerza, imaginando cada momento que compartirían juntos: las risas, los paseos por la orilla, y las largas charlas bajo el cielo estrellado.

—He estado esperando esto tanto tiempo —continuó, acercándose un poco más—. Quiero que cada instante sea especial, que sintamos la libertad de estar juntos, lejos de todo.

Bill sonrió, sintiendo la conexión entre ellos intensificarse. La emoción de Tom era contagiosa, y él también se sentía ansioso por disfrutar de cada momento a su lado.

Sin Salida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora