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Bill se quedó paralizado, procesando las palabras de Tom. La revelación lo golpeó como un puñetazo en el estómago.

-¿Por qué no me lo dijiste antes?— gritó, su voz resonando en la habitación. La rabia y el miedo se agolpaban en su interior, y la incredulidad se reflejaba en su rostro. —¿Cuánto tiempo has estado guardando esto?

-¿Qué pensabas que iba a pasar si me enteraba por otra persona?— continuó, la tensión en el aire era palpable. La mirada de Bill se intensificó, y el sudor comenzó a acumularse en su frente. —No puedo creer que me ocultaras algo tan importante.

Tom intentó explicar, pero las palabras se le atascaban en la garganta. La furia de Bill era evidente, y cada grito parecía perforar su corazón.

-¡No es solo un secreto! Es una parte de ti que has decidido mantener oculta. Esto cambia todo. No puedo ignorar lo que me has dicho.

Con cada palabra, Bill se sentía más traicionado. —¿Qué más me has ocultado? ¿Qué más no sé de ti?— La pregunta quedó flotando en el aire, llena de implicaciones. Tom, sintiendo la presión, trató de acercarse, pero Bill se apartó, incapaz de manejar la intensidad del momento.

‐No puedo creer que hayas estado guardando un secreto tan grave ¡Estás poniendo en riesgo todo lo que hemos construido juntos!— La voz de Bill se quebró, revelando el dolor detrás de su furia.

-Necesito tiempo para procesar esto. No puedo seguir adelante como si nada hubiera pasado.— Se dio la vuelta, dejando a Tom en un estado de confusión y tristeza, sabiendo que la confesión había cambiado su relación para siempre.

La confrontación había dejado una marca profunda en ambos, y aunque Bill estaba furioso, también había un destello de preocupación por Tom. La lucha entre la rabia y el amor se libraba en su interior, y el futuro de su amistad pendía de un hilo.

Tom se dejó caer en el suelo, las lágrimas brotando de sus ojos sin control. La confesión que había creído necesaria ahora se sentía como una pesada carga que aplastaba su corazón. La imagen de Bill, furioso y herido, se repetía en su mente, y cada recuerdo lo desgarraba más.

-¿Por qué lo dije?— murmuró entre sollozos, sintiéndose atrapado en un torbellino de arrepentimiento.

Sentado en la fría superficie del suelo, Tom se abrazó a sí mismo, intentando encontrar consuelo en su propia presencia. Pero la soledad era abrumadora. Había querido ser honesto, había querido liberar la verdad que lo consumía, pero ahora se daba cuenta de que había arriesgado todo lo que tenía con Bill. —No debí decir nada— pensó. —Si tan solo hubiera guardado silencio, tal vez todo seguiría igual.

Las lágrimas caían como un torrente, cada una representando un fragmento de su dolor. Recordaba los momentos felices que habían compartido, las risas, las miradas cómplices. Ahora, todo parecía tan lejano. Se preguntaba si alguna vez podría volver a mirar a Bill sin sentir esa punzada de culpa.

-¿Cómo pude ser tan egoísta?— se decía a sí mismo, sintiendo que había traicionado no solo a Bill, sino a la confianza que habían construido juntos.

El recuerdo de la confrontación seguía presente, y Tom podía escuchar la voz de Bill, llena de decepción y angustia.

-¿Qué más me has ocultado?—resonaba en su mente, una acusación que lo hacía sentir aún más pequeño.

-No hay nada más, lo prometo— se decía en un intento vano de calmar su tormento interno. Pero la verdad era que había cosas que nunca se atrevería a compartir, secretos que lo atormentaban y que ahora lo mantenían despierto por las noches.

Tom se dejó llevar por el dolor, sintiendo que cada lágrima era un paso más hacia la redención que tanto anhelaba.

-Si pudiera volver atrás— deseaba, —haría todo diferente— Pero el tiempo no retrocede, y la realidad era que había cruzado una línea de la que no podía volver. La desesperación lo envolvía, y se dio cuenta de que el arrepentimiento no solo lo consumía, sino que también lo aislaba.

Con cada suspiro entrecortado, Tom se prometió a sí mismo que haría lo que fuera necesario para reparar el daño. Sabía que el camino sería difícil, pero la idea de perder a Bill era más dolorosa que cualquier otro sufrimiento que pudiera enfrentar.

-Haré lo que sea para demostrarte que me importas— sollozó, sintiendo que las palabras eran un eco de su desesperación. En medio de su llanto, una chispa de determinación comenzó a encenderse en su interior. Aunque el futuro era incierto, Tom sabía que debía luchar por lo que realmente quería.

Bill se sentó en la cama, la cabeza entre las manos, sintiendo el peso de la culpa y el miedo aplastándolo. La imagen de Tom, su pareja y confidente, se había transformado en algo aterrador.

-No puedo creer que haya hecho eso— pensó, recordando el asesinato que había cambiado todo. La idea de que Tom, el chico que siempre había conocido, pudiera ser capaz de algo tan horrible lo llenaba de terror. —¿Qué más es capaz de hacer?

Su mente se llenó de preguntas inquietantes.

-¿Y si la oscuridad dentro de él se apodera por completo? ¿Y si ya no hay vuelta atrás?— Cada vez que pensaba en lo que había sucedido, un escalofrío recorría su cuerpo. -No sé si puedo confiar en él como antes. ¿Qué tal si se vuelve contra mí? ¿Y si un día se da cuenta de que soy un obstáculo en su camino?

Bill se levantó y comenzó a caminar de un lado a otro, sintiendo que la ansiedad lo consumía.

-Debo enfrentar esto, pero el miedo me paraliza. ¿Cómo puedo acercarme a él sin que se sienta atacado o amenazado? No puedo dejar que me vea débil, pero cada vez que lo miro, veo al asesino, no al chico que conocí.

Se detuvo frente a la ventana, mirando hacia la oscuridad de la noche.

-¿Y si se siente solo en esto? ¿Y si se siente más perdido que nunca y no sabe a dónde acudir? Pero, ¿qué pasa si su dolor lo lleva a hacer algo aún más terrible? No puedo permitir que eso suceda.

Tom se movía por la habitación con una determinación sombría, recogiendo sus cosas en silencio. Cada objeto que metía en su mochila parecía llevar consigo un pedazo de la vida que había compartido con Bill. La atmósfera estaba cargada de tensión, y el sonido de sus movimientos resonaba en la mente de Bill, que estaba escondido detrás de la puerta, observando cada acción de su aun pareja.

Bill se sentía atrapado entre el deseo de ayudar a Tom y el miedo que lo consumía.

-No puedo acercarme—pensaba, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. La imagen de Tom, el chico que había conocido, se había desvanecido, reemplazada por la sombra de un asesino. —¿Qué pasará si se vuelve contra mí?—se preguntaba, sintiendo que la ansiedad lo envolvía como una niebla densa.

A pesar de sus dudas, Tom de repente se volvió hacia la puerta.

-Bill, no te haré nada— dijo con una voz que sonaba casi implorante.—Puedes acercarte, por favor—Sus palabras eran un intento de romper la barrera que se había levantado entre ellos, pero Bill sentía que un abismo se había abierto en su interior.

-¿De verdad puedo confiar en ti?— pensó Bill, mientras sus piernas parecían estar pegadas al suelo. —¿Y si esto es solo un juego? ¿Y si está tratando de manipularme?— La lucha interna era feroz. Quería correr hacia Tom, abrazarlo y decirle que todo estaría bien, pero el miedo lo mantenía cautivo.

Tom, frustrado por la falta de respuesta, dio un paso hacia la puerta.

-Bill, estoy aquí, soy yo. Necesito que sepas que no estoy en mi mejor momento, pero no soy un monstruo. No quiero perderte.—Su voz era un susurro, lleno de desesperación y vulnerabilidad.

Sin embargo, Bill no podía moverse. Sus instintos lo mantenían alejado, y a pesar de que quería creer en las palabras de Tom, la sombra del pasado lo mantenía atrapado. —¿Y si me lastima? ¿Y si se convierte en algo que ni él mismo puede controlar?.

La distancia entre ellos se sentía como un océano, y aunque Tom extendía su mano, Bill solo podía mirar, sintiéndose impotente.

-No puedo— murmuró para sí mismo, mientras las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos. —No puedo acercarme a ti, no ahora— La decisión de evitarlo lo desgarraba por dentro, pero el miedo era más fuerte que su deseo de ayudar.

Tom, sintiendo el rechazo en la mirada de Bill, se detuvo. La tristeza invadió su rostro, y por un momento, ambos se quedaron en silencio, atrapados en un limbo de emociones no expresadas. La conexión que una vez compartieron parecía desvanecerse, y mientras Tom se alejaba, Bill supo que algo había cambiado para siempre entre ellos.

Sin Salida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora