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Durante el vuelo, la cabina del avión se llenaba de murmullos y el sonido de los motores, pero en medio de todo eso, Bill se volvió hacia Tom, con una sonrisa cansada pero genuina.

-Sabes, estoy muy feliz de estar contigo aquí, aunque estoy agotado- le confesó. -Espero que cuando lleguemos a Francia, todo siga igual entre nosotros. No quiero que esto cambie.

Tom lo miró, sintiendo una mezcla de alegría y nerviosismo. Bill continuó, -De hecho, he estado pensando... tengo mi casa propia allí, y me gustaría que consideraras la opción de mudarte conmigo. Sería increíble tenerte a mi lado todos los días.

La propuesta dejó a Tom sin palabras por un momento. La idea de vivir juntos, de construir una vida compartida, era un sueño que nunca había imaginado que podría hacerse realidad.

-Bill, eso suena... maravilloso- finalmente respondió, sintiendo una oleada de emoción. -Me encantaría, pero también quiero asegurarme de que estemos listos para dar ese paso.

Bill asintió, comprendiendo la importancia de la decisión.

-No hay prisa, solo quiero que sepas que la puerta está abierta para ti- dijo, apretando suavemente la mano de Tom. Ambos se miraron con complicidad, sintiendo que, sin importar lo que sucediera, estaban dispuestos a enfrentar juntos lo que la vida les deparara.

Mientras el avión surcaba las nubes, la mayoría de los pasajeros se dejaban llevar por el suave vaivén y el murmullo del motor. Sin embargo, para Tom, el viaje se tornó en una lucha interna. En su sueño, las sombras de su pasado lo perseguían, y cada imagen de Jessica se convertía en un eco aterrador que lo mantenía atrapado en un ciclo de angustia.

A medida que las pesadillas se intensificaban, Tom apretaba la mano de Bill con una fuerza casi desesperada. La conexión entre ellos era palpable, y aunque Bill dormía, su instinto lo llevó a percibir la tensión en la mano de Tom. Con un ligero movimiento, Bill se despertó, sintiendo la humedad en la frente de Tom y la agitación en su respiración.

-Tom, ¿estás bien?- murmuró Bill, su voz suave como un susurro en la oscuridad del avión. Sintió cómo el cuerpo de Tom temblaba, y su corazón se aceleró al darse cuenta de que algo no estaba bien. Sin pensarlo, se inclinó hacia él, envolviendo su brazo alrededor de los hombros de Tom, intentando brindarle consuelo.

-Todo está bien, estoy aquí contigo- le dijo, mientras acariciaba suavemente su brazo, tratando de calmarlo.

Tom, aún atrapado en la pesadilla, luchaba por encontrar la realidad entre los recuerdos perturbadores.

-No... no puedo... no quiero que vuelva a pasar- balbuceó, su voz entrecortada por la ansiedad. Bill, sintiendo la urgencia en las palabras de Tom, apretó su mano con más fuerza, como si eso pudiera anclarlo en el presente. -Mira, estoy aquí. No hay nada que temer. Estoy contigo en esto- insistió Bill, su mirada fija en los ojos de Tom, buscando que se sintiera seguro.

Con el tiempo, la respiración de Tom comenzó a estabilizarse, y la neblina de la pesadilla se disipó lentamente. A medida que volvía a la realidad, se dio cuenta de que Bill estaba a su lado, y eso le dio la fuerza que necesitaba.

‐Lo siento... no quería asustarte- dijo Tom, sintiendo una mezcla de vergüenza y gratitud.

Bill sonrió suavemente, aliviado de ver que Tom estaba volviendo a sí mismo.

-No tienes que disculparte. Todos tenemos nuestros demonios- respondió, con empatía en sus ojos. -Lo importante es que estamos juntos, y siempre estaré aquí para ti.

Tom sintió una oleada de calidez al escuchar esas palabras. En ese momento, supo que, aunque las sombras del pasado pudieran seguir acechando, no tendría que enfrentarlas solo. Con Bill a su lado, la oscuridad se volvía un poco más manejable, y la esperanza comenzaba a florecer en su corazón.

Sin Salida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora