En la penumbra de la mañana, Tom se encontraba en el balcón, el aire fresco acariciando su rostro mientras el humo del cigarrillo se elevaba hacia el cielo gris. Las primeras luces del alba apenas iluminaban la ciudad, pero su mente estaba en un torbellino de pensamientos. El secreto que llevaba guardando tanto tiempo lo consumía, y cada bocanada de nicotina parecía empujarle hacia una revelación inminente. ¿Cómo podría compartir algo tan profundo con Bill, quien siempre había sido su refugio?
Mientras observaba las calles vacías, Tom recordó la primera vez que se conocieron. Bill había llegado como un rayo de luz en su vida, con su risa contagiosa y una mirada que podía desnudarte el alma. Sin embargo, a medida que su relación se profundizaba, también lo hacía el peso de su secreto. La incertidumbre lo atormentaba; ¿sería capaz de soportar la verdad? ¿O perdería a Bill para siempre?
El recuerdo de las noches compartidas, de las risas y las confidencias, lo llenaba de nostalgia. Tom se preguntaba si Bill alguna vez había sospechado que había algo más detrás de su sonrisa. La idea de que su pareja pudiera estar herido por su silencio lo atormentaba. La conexión entre ellos era palpable, pero el miedo a la pérdida lo mantenía prisionero en su propio corazón.
A medida que el sol comenzaba a asomarse, Tom sintió que el tiempo se deslizaba entre sus dedos. Cada minuto que pasaba sin confesarle a Bill se sentía como un ladrillo más en su pecho. La incertidumbre lo mantenía despierto por las noches, y cada vez que miraba a Bill, sentía la necesidad de gritar su verdad, pero las palabras se quedaban atrapadas en su garganta. ¿Cómo podría arriesgar lo que tenían?
En su mente, las imágenes de Bill lo abrazaban, lo sostenían con fuerza en medio de su tormenta interna. Tom sabía que la sinceridad podría significar la liberación de su carga, pero también podría ser el inicio de su desmoronamiento. La dualidad de su amor y su miedo lo mantenía en un limbo emocional, atrapado entre el deseo de ser honesto y la necesidad de proteger lo que había construido.
Finalmente, cuando el sol se alzó por completo, Tom sintió que había llegado el momento. Con el corazón latiendo desbocado, pensó en cómo sería la conversación. Las palabras que había ensayado en su mente parecían insuficientes. La incertidumbre lo invadía, pero también había una chispa de esperanza. Tal vez, al abrirse a Bill, encontraría no solo la verdad, sino también el amor que había estado buscando en su interior.
Con un profundo suspiro, Tom apagó el cigarrillo y se dirigió hacia la puerta del balcón. Sabía que cada paso lo acercaba a la revelación de su secreto, y aunque el miedo lo consumía, también había una promesa de libertad en el aire. Estaba listo para enfrentar lo que viniera, porque al final del día, el amor siempre había sido su mayor motivación.
Tom, sintiendo el peso de la noche y las sombras que lo habían perseguido en su sueño, decidió que ya no podía cargar con el secreto. Se sentó en la cama, la luz de la luna filtrándose a través de la ventana, y miró a Bill, quien dormía plácidamente. Con un profundo suspiro, reunió el valor necesario y se inclinó hacia él, tocando suavemente su hombro.
-Bill— susurró, su voz temblando ligeramente. —Despierta—La voz de Tom era un eco de su angustia interna, y Bill, sintiendo la urgencia, abrió los ojos de golpe. La confusión se reflejaba en su rostro, pero pronto fue reemplazada por una preocupación genuina.
-¿Qué pasa, Tom?— preguntó Bill, sentándose y frotándose los ojos. Tom podía ver en su mirada que estaba listo para escuchar, pero la ansiedad lo invadía. Había tanto que contar, tantas emociones que desatar, y no sabía cómo empezar.
-Necesito hablar contigo sobre Jessica— comenzó Tom, su voz apenas un susurro. Al pronunciar el nombre, una oleada de recuerdos y emociones lo abrumó, pero sabía que no podía dar marcha atrás. —He estado teniendo pesadillas sobre ella, y no puedo seguir ignorándolo.
Bill frunció el ceño, su expresión cambiando a una mezcla de curiosidad y preocupación.
-¿Pesadillas? ¿Por qué no me lo dijiste antes?— Tom sintió que el peso de su secreto se hacía aún más pesado, pero sabía que era el momento de ser honesto.
-Porque tenía miedo, Bill. Miedo de que no me entendieras, de que me tuvieras miedo— confesó Tom, sintiendo cómo sus palabras se deslizaban hacia la verdad. —Pero ya no puedo seguir así. Necesito que sepas lo que realmente siento, lo que pasó.
Bill se inclinó hacia adelante, mostrando su apoyo.
-No voy a tenerte miedo, Tom. Siempre estaré aquí para ti. Dime lo que necesitas decir.— Esa afirmación fue como un bálsamo para el corazón de Tom, y se sintió un poco más fuerte.
-Jessica no era solo una amiga para mí. Había algo más, algo que no pude reconocer hasta que fue demasiado tarde— explicó Tom, mientras las lágrimas comenzaban a formarse en sus ojos. —La forma en que me miraba, la conexión que sentía... todo eso se convirtió en una carga que no sabía cómo llevar.
Bill escuchaba atentamente, cada palabra de Tom resonando en su corazón.
-Entiendo, Tom. Es difícil lidiar con esos sentimientos, especialmente cuando hay tanto en juego. Pero no estás solo en esto.
Tom se sentó en la oscuridad de su habitación, la tensión en el aire era palpable. La luna iluminaba su rostro, revelando las marcas de una lucha interna que apenas podía soportar. Sabía que debía confesar lo que había hecho, pero las palabras se atoraban en su garganta. Jessica había intentado terminar con él, y en un arranque de ira y frustración, la situación se tornó mortal.
Recorrió con la mirada el lugar donde se encontraba evitando a toda costa observar a Bill, recordando cada detalle. La cuerda, fría y cruel, había sido su herramienta en un momento de locura. Nunca imaginó que el amor se podría convertir en un acto tan atroz. Su mente estaba llena de imágenes de su rostro, de cómo había suplicado por su vida, y de cómo él, cegado por la rabia, había ignorado su humanidad.
La pala, desgastada por el tiempo, había sido su cómplice en el crimen. La había utilizado para ocultar lo que había hecho, para enterrar no solo el cuerpo de Jessica, sino también su propia alma. Cada golpe de la pala resonaba en su mente como un eco de su desesperación. Sabía que había cruzado una línea que no tenía regreso.
Tom miró sus manos, todavía manchadas de sangre, y sintió que el peso de su acción lo aplastaba. La sangre no solo estaba en su piel, sino que impregnaba su ser. Era un recordatorio constante de su incapacidad para controlar sus emociones, de cómo la ira lo había llevado a un abismo del que no podía escapar. Las lágrimas comenzaron a caer por su rostro, y se sintió completamente solo en su tormento.
Cada noche, el recuerdo de Jessica lo perseguía. Sus risas, su dulzura, y ahora, su ausencia, lo consumían. Se preguntaba si alguna vez podría perdonarse a sí mismo. La culpa lo devoraba lentamente, y la soledad era su única compañera. Sabía que debía enfrentar las consecuencias de sus actos, pero el miedo lo paralizaba.
La confusión en su mente era abrumadora. ¿Cómo había llegado a este punto? Había amado a Jessica, y en un instante, todo se había desvanecido. La idea de que su vida había tomado un rumbo tan oscuro lo aterrorizaba. Las noches se convirtieron en un ciclo interminable de pesadillas y recuerdos que no podía borrar.
Tom sabía que debía contarle a Bill lo que había hecho. Su pareja merecía la verdad, aunque eso significara perderlo para siempre. La lealtad que habían compartido se vería puesta a prueba, y la culpa lo consumía. Pero, ¿cómo podía esperar que alguien entendiera lo que había hecho? La sombra de su crimen lo seguía a cada paso.
Finalmente, tomó una decisión. Se sentó frente a Bill, su corazón latía con fuerza. Las palabras comenzaron a fluir, y con cada confesión, el peso sobre sus hombros parecía aumentar. Contó la historia de su ira, de la cuerda y la pala, de la sangre en sus manos. La mirada de Bill se tornó de sorpresa a horror, y Tom supo que había cruzado una línea irrevocable.
La reacción de Bill fue inmediata; la incredulidad se transformó en furia. Tom se sintió como un extraño en su propia piel, enfrentando la realidad de sus actos. Las palabras se convirtieron en gritos, y el aire se volvió denso con la tensión. La relación que habían compartido se tambaleaba al borde del abismo, y Tom se dio cuenta de que su vida nunca volvería a ser la misma.
Mientras las lágrimas caían de sus ojos, Tom entendió que había perdido no solo a Jessica, sino también a sí mismo. La verdad, aunque dolorosa, era su única salida. En ese momento, se dio cuenta de que la redención sería un camino largo y solitario, pero era el único camino que le quedaba.
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Sin Salida
FanficEstar en un cuarto frío y oscuro, teniendo un reflector de luz blanca apuntando a tus ojos es totalmente incómodo, esperando a que alguien entre, en un profundo silencio, mi mente había bloqueado todo recuerdo de esa noche, solo se que mis manos y m...