33🖤

10 3 0
                                    

Tom, cegado por la rabia, irrumpió en la casa de Bill, sus pasos resonando con una determinación oscura. La sorpresa y el miedo se reflejaron en los rostros de Bill y su pareja, quienes retrocedieron instintivamente ante la avalancha de emociones que emanaban de él. La atmósfera se volvió densa, cargada de tensión.

Bill, intentando recuperar el control de la situación, gritó:

-¿Qué te sucede, Tom?— Su voz temblaba entre la angustia y la indignación. Pero la respuesta de Tom fue aún más explosiva, como si cada palabra estuviera impregnada de su tormento interno.

-Si no eres mío, no serás de nadie— declaró con una intensidad que resonó en las paredes de la habitación.

Esa declaración colisionó en el aire, dejando a Bill y su pareja en un estado de shock. La furia de Tom era palpable, como un fuego que devoraba todo a su paso. En su mente, la idea de perder a Bill ante otra persona lo había llevado al límite, y ahora, en ese momento, estaba dispuesto a arriesgarlo todo. La lucha entre el amor y el odio se manifestaba en sus ojos, y la línea entre la pasión y la locura se difuminaba rápidamente. El silencio que siguió fue ensordecedor, mientras todos se enfrentaban a la cruda realidad de lo que significaban esas palabras.

La escena se tornó caótica cuando Tom, consumido por su furia, comenzó a tirar todo a su alrededor, creando un ambiente de terror que dejó a Bill extremadamente asustado. En un momento de locura, Tom agarró un cuchillo de la cocina y, con una rabia desenfrenada, comenzó a apuñalar el cuerpo, contando de manera frenética: 1, 2, 4, 10, 25, 34 veces, como si cada apuñalamiento fuera un intento desesperado de liberar su dolor interno.

Mientras el caos reinaba, uno de los chicos presentes logró escapar y, temblando de miedo, llamó a la policía. En ese instante, Tom se dio cuenta de la gravedad de sus acciones y salió de la casa cuando el mismo provoco un incendio para evitar dejar rastros del cuerpo, dejando atrás el horror que había desatado. Se arrojó frente a la puerta, como si intentara bloquear la realidad que lo rodeaba.

Cuando la patrulla policial llegó, la escena era desgarradora. Tom fue arrestado, atrapado entre su furia y la realidad de lo que había hecho. La confusión y el terror llenaban el aire, mientras el eco de sus acciones resonaba en las mentes de todos los que habían sido testigos de esa tragedia.

Luego estar en un cuarto frío y oscuro, con un reflector de luz blanca hiriente apuntando a mis ojos, era como estar atrapado en una pesadilla. El silencio era abrumador, y mi mente había bloqueado cualquier recuerdo de esa noche fatídica. Solo sentía el horror de mis manos y mi ropa empapadas en sangre, un escalofrío recorriendo mi cuerpo. Quería recordar, desesperadamente, pero todo estaba borroso. Necesitaba verlo, saber que estaba bien, pero me prohibieron reconocer su cuerpo, acusándome de ser el culpable.

—¿Por qué lo hiciste? —la voz resonó, cortante como un cuchillo.

—¿Hacer qué? —mi confusión era palpable.

—Acabar con su vida.

—No sé, tengo el recuerdo borroso.

—Hiciste una masacre en esa casa.

—No lo recuerdo, no recuerdo nada de hoy.

—Eres un desquiciado. Dime, ¿34 puñaladas no fueron suficientes? ¿Tuviste que incendiar la casa con su cuerpo dentro?

—¡Yo no hice eso!

—Claro que lo hiciste, tú acabaste con la vida de Bill Trümper, eres un maldito loco. Mientras tú, desde el jardín, observabas cómo su hogar se convertía en cenizas, él estaba allí, muerto y consumiéndose en el fuego.

—¿Qué? No recuerdo nada de eso.

—Créeme, poco a poco te recordarás y será una pesadilla de la que no podrás escapar. Créeme, Tom Kaulitz, estás sin salida, atrapado en un laberinto de tu propia locura.

FIN

Sin Salida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora