19. Secreto al descubierto.

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Desperté en la sala privada del Hospital más grande del país. Un doctor permanecía a mi lado mirando todas las pantallas que me rodeaban.

El médico caminaba arrastrando los pies y llevaba unas gafas increíblemente grandes.

- Señor Pruk Panich. Por fin ha despertado.

Era una habitación luminosa pero cargada con la apestosa fragancia de hospital.

- ¿Qué ocurrió? – pregunté mirando mis brazos.

Me sentía fatal. Me dolía cada parte del cuerpo.

- Aún buscamos la causa. ¿Podría decirnos cómo llegó a ese estado? – Indagó el doctor.

No iba a decir ninguna palabra que expusiera a NuNew.

- ¿Cómo me recuperé? – Cambié.

- Le inyectamos una dosis masiva de inhibidores.

- ¡¿Qué?!

- Si, no fue buscado. Usted llegó en un estado de euforia absoluta. Intentamos revertir los efectos, pero nada funcionaba. ¡Parecía demente!

- ¿Por qué usaron inhibidores?

- Los inhibidores... ¿cómo lo explico de manera simple? Los inhibidores funcionan como un somnífero potente y selectivo, ponen en letargo a su parte alfa. Inicialmente inyectamos la dosis recomendable pero no funcionó y luego uno de nuestros estudiantes confundió las unidades. Los protocolos recomiendan la administración de cierto volumen en nanolitros de la fórmula, pero el alumno inyectó los inhibidores en mililitros. ¡Un error lo comete cualquiera! – rio el médico, limpiando sus gafas con el ruedo de su guardapolvo blanco.

Lo miré sin comprender.

- ¿Qué ocurrió después?

- Su corazón se detuvo y casi se muere. – Expresó sin culpa alguna.

- ¡¿Es un chiste?!

- No lo es, estuvo muerto por algunos segundos. Pero por suerte contamos con los profesionales más entrenados del país y recobró el pulso.

- ¿Casi, casi me matan? – pregunté anonadado.

- Fue un pequeño error de cálculo.

Mi mente se estancó en esa idea, mientras intentaba asimilar como mi mañana feliz sea había convertido en ese terrible desastre.

- ¡Voy a demandarlos! – grité.

- Señor Panich... no dramatice. Está vivo... eso es lo importante.

Un bromista. La cereza del pastel. Creí que los médicos no tenían sentido del humor, pero el humor de este doctor, caía en lo aterrador.

- ¿Usted es médico o carnicero?

- Usualmente soy médico, pero casi me convierto en carnicero, cuando lo vi ingresar a la guardia del hospital, parecía una bestia. – Bromeó nuevamente.

- Puede retirarse, doctor.

- ¿Va a demandarnos? – preguntó mientras firmaba una hoja de papel que había junto a mi cama.

- Si se niega a retirarse, le aseguro que pasará el resto de su vida vendiendo semillas en los trenes.

El médico sonrió y se dirigió a la salida y de pronto recordó algo que lo hizo detenerse.

CORONA DE SANGRE (Parte 2: "Con Alfa")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora