Capítulo 8: Deseo

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Desperté entre Erik y Lyle, sintiendo la calidez de ambos a mi lado

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Desperté entre Erik y Lyle, sintiendo la calidez de ambos a mi lado.

Erik fue el primero en moverse, desperezándose mientras anunciaba que iría al baño.

—Voy a ducharme—murmuró, todavía con la voz adormilada, mientras se levantaba de la cama y salía de la habitación.

Giré hacía Lyle, quién ya estaba despierto, observándome en silencio.

Me dedico una sonrisa ligera antes de decir:

—¿Hacemos algo de desayunar?—

Asentí, y juntos bajamos las escaleras para dirigirnos a su cocina, donde decidimos hacer pancakes.

Mientras batía la mezcla, Lyle me miro con algo de seriedad en los ojos, hasta qué, después de una pausa, habló:

—Lamento haberme distanciado de ti últimamente, no se qué me paso, fui un completo idiota.—

Lo mire, sorprendida, y sonreí para tranquilizarlo.

—No pasa nada Lyle, todos cometemos errores.— dije sin más, queriendo dejar el tema ahí.

Él sonrió, más relajado, pero luego, con un tono más ligero, comentó:

—He notado últimamente que Erik y tú se han vuelto más cercanos.— dijo, intentando sonar casual. Pero capté una pizca de celos en su voz y no pude evitar bromear:

—¿Estás celoso?—Le respondí, riéndome.

Lyle soltó una risa, pero no lo negó.

Terminamos de preparar el desayuno y nos sentamos a comer.

Se escucharon unos pasos apresurados bajando las escaleras y supuse que era Erik, quien efectivamente segundos después apareció por el umbral de la cocina, con el cabello todavía mojado.

—Huele delicioso—dijo, tomando asiento junto a nosotros.

El desayuno transcurrió con total tranquilidad, mientras comíamos empezamos a recordar anécdotas de nuestra infancia, historias que nos hicieron reír y momentos que ahora resultan nostálgicos.

Erik contó sobre aquella vez en la que Lyle se cayó de un árbol mientras intentaba impresionarme, y Lyle, respondió con algunas travesuras que hacíamos en la escuela.

Al terminar de desayunar, nos organizamos para lavar los platos y limpiar la cocina. Erik sacaba los platos, mientras Lyle y yo los lavábamos, como si fuera una rutina que habíamos hecho siempre juntos.

—¿Por qué no vamos a la piscina? —sugirió Lyle— Hace demasiado calor.

—Buena idea—respondí, pero luego recordé que no traía ropa de baño. —No traje ropa de baño.

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