Capítulo 10: Celebración

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La tarde estaba tranquila en la habitación de Erik

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La tarde estaba tranquila en la habitación de Erik.
Había decidido quedarme a dormir después el drama de ayer con su madre.

Yo estaba recostada en su cama, hojeando una revista sin mucho interés. La luz suave del sol entraba por las ventanas de vidrio, iluminando la habitación de forma cálida y relajante.

Erik, por otro lado, parecía completamente ajeno a todo lo que había sucedido. Estaba en el suelo, haciendo abdominales, sin camisa, completamente concentrado en su rutina. Su cuerpo, cubierto de sudor, brillaba bajo la luz. Su cabello, pegado al rostro, le daba un aire aún más intenso, y, aunque intentaba no mirarlo, mis ojos no podían evitarlo. Si me ponía a pensar en lo que sentía, me daba vergüenza, pero en ese momento, no podía evitar que una sensación extraña se apoderara de mí.

Me senté en el borde de la cama, dejando la revista de lado, y lo miré mientras él seguía ejercitándose.

—Si llegas a 30 abdominales, te daré algo a cambio —dije, con tono de broma.

Erik levantó la mirada y, sin dejar de hacer abdominales, sonrió con esa chispa traviesa que siempre me hacía cuestionarme si realmente hablaba en serio o no.

—¿De verdad? —respondió, desafiándome con la mirada—. Empieza a contar.

Me reí entre dientes y comencé a contar, disfrutando de la ligera tensión que había entre nosotros, aunque la situación fuera completamente inocente. Pero cuando ya estaba a punto de llegar al número 30, la puerta de la habitación se abrió bruscamente, interrumpiendo el momento. Lyle apareció en el umbral con una enorme sonrisa de oreja a oreja, casi como si estuviera flotando de felicidad.

—¡Me aceptaron en la universidad! —gritó, sus ojos brillando con emoción.

Me levanté de un salto, sin poder evitar sonreír al ver lo feliz que estaba. Me lancé hacia él para abrazarlo, y Erik, quien se había detenido a ver la escena, también se acercó para felicitarnos. Nos rodeamos los tres en un abrazo, y mientras lo hacía, le susurré en su oído cuánto me alegraba por él.

—¡Felicidades, Lyle! —dije con entusiasmo.

—Gracias, Lía —respondió, su sonrisa aún no desapareciendo.

Sin embargo, no pude evitar bromear, al ver lo sudado que estaba Erik.

—Erik está todo mojado, no lo toques demasiado —le dije a Lyle, haciéndolo reír.

De inmediato, Lyle se soltó en carcajadas, y la atmósfera en la habitación se volvió más ligera, más cómoda, como si todo el estrés de los últimos días se desvaneciera.

—¿Qué vas a hacer para celebrarlo? —le pregunté, ya sabiendo que él no perdería la oportunidad de hacer algo grandioso.

Lyle se sentó en una silla, mirando al techo mientras pensaba, como si ya tuviera todo planeado en su mente.

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