Capítulo 20: Exceso

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                    Beverly Hills - 5 de septiembre de 1989                                                                 11:45pm

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Beverly Hills - 5 de septiembre de 1989
11:45pm


Después de aquella sesión de sexo con Lyle que aún me dejaba el cuerpo vibrando, me puse su camisa, esa que parecía hecha para abrazarme con su aroma y su calidez. La tela me quedaba holgada, rozando mi piel como una caricia que aún llevaba su nombre. Me ajusté un short cómodo y lo miré mientras él también se vestía, con movimientos perezosos pero gráciles, como si la noche nos hubiese dejado suspendidos en un estado de calma absoluta.

Nos tumbamos en la cama, sus brazos envolviendo mi cintura mientras nuestros cuerpos se moldeaban el uno al otro, encajando perfectamente como piezas de un rompecabezas. Su respiración lenta en mi oído era como un arrullo, y el ritmo constante de su pecho contra mi espalda me hizo sentir protegida, casi invencible. Poco a poco, el sueño me fue reclamando, llevándome a esa tierra de calma donde solo existíamos nosotros dos.

Pero la tranquilidad se desvaneció cuando sentí una pequeña presión en mi abdomen que me recordó que tenía que ir al baño. Abrí los ojos lentamente, parpadeando en la penumbra, y con cuidado deslicé el brazo de Lyle de mi cintura para no despertarlo. Se removió un poco, murmurando algo ininteligible, pero siguió dormido.

El aire en el pasillo estaba fresco y silencioso, con esa tranquilidad nocturna que puede ser tan reconfortante como inquietante. Pero entonces lo escuché: unos pasos en las escaleras. Me quedé paralizada en el acto, mi mente corriendo a mil por hora. ¿Era Lyle detrás de mí? Pero no podía ser, él estaba profundamente dormido. ¿Alguien había entrado en la casa? ¿O era algo más... inexplicable? Sentí un escalofrío recorrer mi espalda, y mi respiración se hizo más superficial. Por un momento, se me pasó por la cabeza que tal vez los fantasmas de esta casa —sus padres— podrían estar rondando por aquí.

Avancé lentamente, cada paso acompañado por el tamborileo de mi corazón. Cuando giré hacia la escalera, me encontré cara a cara con Erik. Casi grité, llevándome las manos al pecho como si eso fuera a detener la velocidad con la que mi corazón latía.

—¡Erik! —susurré con un tono que era más una mezcla entre reproche y susto—. ¡Por Dios, casi me matas de un infarto!

Erik se quedó inmóvil por un momento, sorprendido por mi reacción, pero enseguida rompió en una risa baja y silenciosa, tan típica de él. Sus ojos brillaban con una mezcla de diversión y arrepentimiento mientras se acercaba a mí y me envolvía en un abrazo cálido, intentando calmar mi evidente sobresalto.

—Lo siento, Lía, de verdad no era mi intención asustarte —dijo con una sonrisa, aunque la risa seguía latente en su voz—. Estaba subiendo con cuidado para no despertar a nadie.

—Bueno, lo lograste, pero solo porque casi me da un ataque —le respondí, empujándolo ligeramente en el brazo, aunque no pude evitar que una sonrisa se asomara en mis labios.

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