Capítulo 26: Compañia

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                    Beverly Hills - 12 de septiembre de 1989                                                            10:00pm

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                Beverly Hills - 12 de septiembre de 1989
                                                            10:00pm

Estaba parada en el umbral de mi casa, con las maletas apretadas en las manos, cada una de ellas pesando más que lo que contenían. La noche había caído hace rato, y la oscuridad, suave y envolvente, cubría todo a mi alrededor. Solo unas pocas luces de la calle brillaban tenuemente, iluminando el camino mientras mi mente trataba de procesar lo que estaba a punto de suceder. Estaba dejando atrás mi vida aquí, mi madre, la casa que había conocido siempre. Algo en el aire me decía que todo estaba a punto de cambiar, pero no sentía miedo. En realidad, lo que sentía era una mezcla de nerviosismo y esperanza.

Sabía que, aunque esta despedida no era fácil, mi decisión era firme. Había logrado convencer a mi madre para que me dejara ir, y aunque la tristeza de verla partir me envolvía, había algo en su mirada que me decía que todo iba a estar bien. Nos despedimos en silencio, sin palabras dramáticas, solo un abrazo que estaba lleno de promesas y de la realidad de que, aunque las cosas iban a cambiar, yo siempre volvería.

No tomé el coche esta vez. Elegí que Lyle me recogiera, como si de alguna manera él fuera a ser mi guía en esta nueva etapa. No sabía si iba a ser más fácil o más difícil, pero necesitaba su calma ahora. Vi cómo se acercaba, su coche aparcando frente a la casa, con una sencillez que parecía hacer todo más soportable. Cuando bajó del coche, su figura se recortó contra la luz de las farolas, y su sonrisa era esa mezcla de seguridad y tranquilidad que siempre lograba transmitirme. Saludó a mi madre con esa cortesía que parecía tan natural en él, y, aunque se percibía que la situación era tensa, todo era más soportable con su presencia. Mi madre le agradeció, en un tono casi protector, y le dio el pésame. No hacía falta decir nada más. Sabíamos que no era una despedida fácil, pero nos abrazamos como si las palabras ya no pudieran expresar todo lo que sentíamos.

Con una última mirada a mi madre, Lyle me abrió la puerta del coche, invitándome a entrar. A veces esos pequeños gestos significaban mucho más de lo que las palabras podían expresar. Me acomodé en el asiento del copiloto, sintiendo una extraña sensación de transición, como si en ese mismo instante estuviera dejando atrás algo familiar para ir hacia lo desconocido.

Lyle se subió al coche, arrancó el motor, y antes de que pudiera decir algo, se giró hacia mí con una sonrisa tranquila. Luego, me sorprendió con un beso corto en los labios, uno que se sintió inesperado pero reconfortante. Sonreí, aunque no pude evitar preguntarle por Erik, lo que me rondaba en la cabeza desde el momento en que había decidido irme.

—¿Y Erik? —pregunté, con un atisbo de preocupación, tratando de ocultar la inquietud que sentía.

Lyle no se alteró. Manejaba con calma, su mirada fija al frente, y cuando me respondió, su tono era serio pero no dramático.

—Mañana abrirán la caja fuerte de nuestro padre —dijo, como si fuera una información normal, sin implicaciones de ningún tipo—. Erik se quedó en casa de uno de sus amigos. Su padre será uno de los que nos ayuden.

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