Después de que aceptaron a Lyle en la universidad, empezó a pasar cada mañana por mí para llevarme en su auto. Su presencia se volvió casi natural, como si nuestras rutinas siempre hubieran estado entrelazadas. Nos dirigiamos juntos a la universidad, y al final del día, me lleva de vuelta a casa, aunque a veces ni siquiera tengo que regresar. La casa de los Menéndez se ha convertido en un segundo hogar, tanto que siento que he pasado más tiempo allí que en la mía. A veces me pregunto si he encontrado un refugio ahí o si simplemente estoy escapando, ya que los últimos meses han seguido el mismo ritmo.Estoy acostada en mi cama, mirando al techo, recordando todas las cosas que han pasado en tan poco tiempo que, a veces, me cuesta entender cómo llegué hasta aquí. El beso de Lyle aún aparece en mi mente sin aviso, como si fuera una vieja fotografía escondida que no sé si quiero recordar o ignorar. Y luego está Erik, que ha estado cerca, incluso cuando las cosas parecían complicarse. Me encuentro en medio de ambos, cada uno tirando de mí de formas distintas. No debería sentirme así, pero la confusión no se va, parece que está conmigo en cada respiración, como una sombra silenciosa.
Pienso en Lyle y en la paz que parece encontrar cuando estamos juntos, en cómo sonríe más y se relaja cuando está conmigo. Siento que, en medio de sus problemas y tensiones, al menos soy su pequeña distracción, alguien que le da un respiro. Esta idea me reconforta, me hace sentir menos perdida.
Mis pensamientos se interrumpen cuando escucho el claxon afuera. Miro por la ventana y ahí está él, en su auto. Bajo las escaleras con mi mochila en el hombro y, al abrir la puerta del coche, le sonrío tímidamente.
—Hola —digo, sintiendo el calor en mis mejillas.
—Hola —responde Lyle, con esa sonrisa que tiene el poder de hacerme olvidar el mundo entero.
Subo al auto y cierro la puerta. Antes de que pueda decir algo más, Lyle enciende la radio y comienza a sonar Don't Dream It's Over. Nos miramos un instante, y como por reflejo, ambos empezamos a tararear la canción. Nuestras voces se mezclan suavemente con la melodía, y durante esos pocos minutos, todo parece estar bien. No hay preguntas, ni dudas, solo la música y nosotros dos.
Cuando la canción termina, el silencio nos envuelve nuevamente. Rompo el momento con una pregunta que he tenido en mente desde ayer.
—¿Estudiaste para el examen?
Lyle suelta una risa nerviosa, y con una mueca, niega con la cabeza.
—No, no estudié —dice, entre frustrado y resignado—. Probablemente repruebe.
Lo dice en tono de broma, pero percibo algo más en su voz, una especie de peso que intenta disimular.
—No te preocupes —le respondo, tratando de darle ánimos—. Voy a ayudarte en lo que pueda.
Lyle me lanza una mirada de agradecimiento, esa mirada que siempre hace que mi corazón se acelere un poco. El resto del camino lo hacemos en silencio, pero no es incómodo; es como si compartiéramos algo que no necesita palabras.
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Triángulo Silencioso
RomansEs una historia centrada en una joven que ha sido amiga de los hermanos Menéndez desde la infancia. Es una amistad intensa y especial, llena de complicidad y secretos que solo ellos conocen. Los tres han crecido juntos en un ambiente de lujos y ex...