Ella está a punto de adentrarse a un juego peligroso, un juego en el que siempre hay un solo ganador, un juego llamado A.M.O.R
Es el último año escolar, y la entrada a la Universidad está a la vuelta de la esquina, Azura lo sabe, el tiempo se le ag...
El sonido del agua hace que su ansiedad aumente, la adrenalina no se disminuye en su sistema y la intranquilidad que siente aturde sus pensamientos, no ha dejado de masturbarse viendo la foto que tomó hace un tiempo de la chica de cabello rubio y ojos avellana, se toca pensando que la tiene desnuda sobre una cama «mi muñeca» como le suele llamar, admira con ojos llenos de lascivia su cuerpo, en la foto trae puesto un bikini de dos piezas que deja poco a la imaginación.
Sus curvas, su pecho, sus piernas bien delineadas y torneadas, parece una modelo, saliva y frota más imaginando sus gemidos. Deseando pasar la lengua por sus pezones rosados, tocar su vagina y...
—Te deseo, mi dulce muñequita —susurra cerrando los ojos.
Las fantasías son algo que sabe degustar por las noches, luego de un largo y tedioso día de fatiga. Su vida no era fácil, no después de dos años, luego de que ocurriera aquel accidente que separó el camino de todos. Pero con esfuerzo logró salir adelante ocultándose en las sombras, manteniéndose dentro del anonimato. Toma una larga bocanada de aire y lo retiene, sentirse con vida es algo que valora, en el pasado cometió errores, mismos que pagó con la moneda más cara, pero ahora estaba de vuelta y nada ni nadie iba a separar su amor por ella.
A paso ligero sale de la tina de baño y se mira en el espejo, no le gusta lo que ve, su reflejo es demacrado, desgastado, inusual, sus labios se mantienen rojos, inyectados en sangre debido a que no ha descansado bien. El tiempo no ha sido su mejor aliado. Pero sonríe, en su rostro se dibuja una tenue sonrisa, una que al mismo tiempo le aterra.
—No hay nada más peligroso que uno mismo —ríe o al menos hace un intento deplorable por hacerlo.
Pero sus cambios de humor son tan notorios, que todo en su vida se ha vuelto fugaz, menos ella, su propósito, hace años casi la tuvo en su poder, pero se le escapó, y aunque ahora las cosas han mejorado y las cartas y astros están a su favor, tiene un solo objetivo: recuperarla.
Sale del baño y se viste, camina hasta la nevera y saca una cerveza, le quita el corcho con una llave y se deja caer sobre el sofá dándole un trago largo. La garganta le quema, el dolor en el pecho desaparece, y la culpa recae con los daños colaterales de sus fallos.
—Te necesito, muñequita —musita tensando la mandíbula.
Juega con la tapa de la cerveza, sus dedos son ágiles, así como sus siguientes movimientos, llevaba todo este tiempo planeando las cosas, no había errores y si algo surgía ya había pensado en hasta cinco planes. Pero ella sería suya de nuevo. Le da otro trago largo y justo en ese momento, su móvil suena. Deja pasar uno, dos, tres, cuatro... hasta cinco tonos antes de dignarse a contestar.
—¿La encontraste? —inquiere en cuanto atiende la llamada.
—Tú lo haces mejor que yo —dice una voz ronca al otro lado de la línea.
—No te pago para darme esas respuestas —replica terminando su trago para luego dejar su vista clavada sobre el envase vacío que descansa en su mano.
—Parece ser que alguien se levantó de malas —comienza a burlarse y a darle jaqueca con tanta idiotez.
—Responde o muere —espetó con firmeza.
—Vale, vale, pero sigo diciendo que no tiene caso que me pagues por algo que de igual manera terminas por hacer —resopló—. Pero sí, la encontré, te he mandado toda la información que me pediste sobre...
—Muy bien, a mi correo, ahora.
—Oye, antes tienes que saber...
No le deja que termine, cuelga la llamada apagando su celular, corre hasta su escritorio tocando las hebras rubias que caen sobre sus hombros, abre la laptop, coloca su contraseña y abre su bandeja de entrada, en donde no tarda en leer toda la información que necesitaba. Lee párrafo por párrafo y siente excitación ante los recuerdos del pasado, que golpea con toda la furia sexual que antes dominaba su vida.
—Eres...
Se remoja los labios y una ola de calor arrasa con todo su cuerpo, el deseo imperioso por tenerla bajo su poder, hace que su corazón galope a gran velocidad, que las ansias incrementen y que la excitación reaparezca. La locura cega sus ojos y anula sentidos, cuando se trata de ella nunca piensa bien. Se pone de pie y camina a paso firme hasta su armario, con las yemas de los dedos roza los vestidos victorianos que ha coleccionado en todo este tiempo y se detiene en uno, lo saca y sus ojos brillan.
Se trataba de un perfecto vestido de novia al mero estilo vikingo, era hermoso, lo había mandado hacer en Londres con los mejores diseñadores, sobre la tela estaban incrustadas perlas y diamantes, todo lo bello para su muñequita. Para la chica de la que se enamoró cuando la tocó en aquel hotel mientras Rayan la buscaba con desesperación. Sonríe y sin poderlo evitar, de su garganta brota una sonora carcajada que podría erizar la piel de cualquiera que escuchase.
—Ahora mi objetivo no es Rayan Volthmon, eres tú, pequeña Azura.
Y diciendo esto se recostó en la cama con el vestido, imaginando el día en el tendría a su nuevo juguete con ella.
—Pronto, dulce Azura, pero aún no.
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