Capítulo 43

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RAYAN

Muevo mi cuello con estrés, siento que con cada paso que doy mi cuenta queda saldada, solo necesito matar a ese hijo de puta para que Azura y mi hija estén en paz, primero me corto la garganta si les tocan un solo cabello. Son mi motor, mi gasolina y no pienso perder. Los gemelos cuidarán de ella, Anastasia se encuentra investigando a los manager de Diamond, y Cristal... bueno ella es ella todo el tiempo; lo que equivale a una puta.

Los vítores no tardan en llegar a mis oídos, la gente brama mi nombre y solo una cuarta parte del público, llama a Diamond, me acerco al cuadrilátero de arena, camino con seguridad por el corredor y las mujeres como ya es costumbre, me lanzan sus bragas, no atrapo ninguna, ignoro a todas, las únicas bragas que voy a arrancar son las de Azura.

La adrenalina se dispara en mi sistema, siento como cada uno de mis músculos se estiran, se tensan y se preparan para comenzar. Llego al final del corredor y la figura de Diamond ya es visible, trae puesta una capa roja que se quita al verme, su asquerosa mirada se parece a la del Alacrán. Escupe a un lado al verme subir los escalones y se quita los jodidos guantes de Boxeo que le da su entrenador. Los lanza a un lado, ya que yo tampoco traigo puestos uno, quiero que sea una pelea limpia a puño cerrado.

Entro a la arena y la euforia de la gente lo enardece y a mí enloquece.

—Por fin, cara a cara —dice con una sonrisa socarrona.

—Puedo decir lo mismo —respondo analizando sus movimientos.

—¿Te llegaron mis avisos? —ríe—. ¿Qué tal está tu amiga?

Escucharlo mencionar a Azura hace que la sangre me hierva, en especial porque casi la mata.

—Tienes una manera peculiar para regalar invitaciones —le pico—. Si lo que querías era la fama que el Alacrán nunca pudo conseguir, lo hubieras dicho desde un principio.

Funciona, frunce los labios y sus venas resaltan más de su cuerpo.

—No debiste acordarme a mi hermano, hijo de perra.

Asiento en silencio y me preparo,

—Y tú no debiste intentar lastimar a Azura.

La campana suena llamando la atención de todos, el vocero comienza las presentaciones y ninguno de los dos aparta la mirada del otro. Aplauden, gritan mi nombre, varias personas del palco gritan el suyo exigiendo sangre y no puedo pensar en otra cosa que no sea mantener a mi pequeña familia a salvo de todo peligro.

—Te voy a destruir —me amenaza.

—¿Y qué estás esperando?

Suena la campana que da inicio a la contienda, Diamond se lanza contra mi a puños y lo esquivo, una ola de exclamaciones de admiración surge del público y eso lo enardece. Doy mi ataque aparentando que le quiero dar en el rostro, en segundos da un paso atrás y se protege, pero eso me da vía libre para lanzarle un perfecto gancho que va directo a su costado, mi puño choca contra sus costillas y este suelta un breve quejido. Pasa rápido y me suelta un golpe en el estómago, lo pongo duro, duele, es soportable y no me detengo.

—¡Mataste a mi hermano, hijo de puta! —se me viene encima.

Esquivo y vuelvo a darle golpes en los costados mientras me arrastra hacia una de las esquinas, en cinco segundos cambio los papeles girando y alentándolo, algo que solo yo sé, es que las tiras del cuadrilátero tienen corriente, lo que hace que si las tocas recibas una descarga, y eso es lo que le sucede.

La gente llena de euforia grita mi nombre, no presto mucha atención, me han visto muchas veces pelear, pero esto es diferente y ellos no lo saben, están en juego muchas cosas y me niego a perder de nuevo a Azura. Yelena viene a mi mente, tenso el cuerpo y sin darle tregua comienzo en serio a golpearlo. No me detengo, se da cuenta de su desventaja h parece sorprendido. ¿Creía que estaba empezando? Error, solo calentaba.

Mis puños van lastimándolo, recibo un par de golpes nada graves, entonces de reojo noto que algo anda mal, de mi pecho emerge la sensación extraña, la misma que sentí hace años cuando Azura estaba sola en su cumpleaños 19. Me distraigo tres segundos, Diamond los aprovecha y me golpea el rostro, mi mandíbula cruje, al girar logro ver en el palco a los gemelos discutir con Anastasia.

Diamond se me viene encima de nuevo y tengo que volver a la pelea, sea lo que sea tiene que esperar. La sensación no se va, de hecho, me hunde más, no puedo distraerme por más que quisiera. Cansado de jugar con él, voy en serio, me golpea partiéndome el labio y rio.

—¡Muy hijo de puta, eh! —exclama.

—Esta vez voy en serio, idiota —me limpio la boca llena de sangre y lo hago.

Me le voy encima, no me detengo, un golpe seguido de otro, no le doy tregua, parece sorprendido, ni siquiera le doy tiempo de responder al ataque, golpes a puños cerrados, patadas que lo dejan en el suelo sin aire, solo tengo un objetivo, el hijo de perra intentó matar lo mío. Con eso en mente lo dejo noqueado, esto es duelo a muerte, por lo que cuando lo veo en el suelo, intenta ponerse de pie tambaleándose, con mi pie encima de su espalda lo obligo a regresar al suelo.

—Te voy a ver en el infierno, hijo de puta —escupe sangre.

—Muy macho, muy terror, y mírate —lo tomo del cuello sabiendo que este problema ya estaba resuelto—. Salúdame al Alacrán cuando le veas.

Es todo, le trueno el cuello matándolo. La gente aplaude y me nombran ganador, un problema menos, eso es lo que pienso. Levanto mis puños llenos de sangre como el ganador que soy. Busco entre la gente lo mío, pero no lo encuentro, los gemelos siguen discutiendo por algo y me bajo del puto ring. Cada paso que doy me hace quebrarme. Me acerco dónde están y la mirada de Anastasia me lo dice todo.

—Mierda.

—¿Dónde está Azura? —La pregunta me asfixia.

Los gemelos se miran el uno al otro.

—No lo sabemos, en cuanto llegamos al camerino no estaba, solo fueron dos jodidos minutos —dice uno de ellos.

Cristal viene corriendo, agitada.

—Rayan —me toca el hombro y la aparto—. Hemos revisado las cámaras de seguridad, pero justo las que muestran las del pasillo del camerino, no sirven, alguien las dañó.

—Graciela —digo con los puños cerrados.

Esa maldita loca me la volvió a quitar y esta vez no pienso detenerme, la voy a matar si le toca un puto cabello.

—Eh...

Los cuatro se miran como si supieran algo que yo no.

—Hablen de una jodida vez, no puedo perder tiempo —espeto con firmeza.

—No creo que pueda ser Graciela —dice Anastasia y frunzo el ceño.

—¿Qué mierda? Es ella —replico.

Niega con la cabeza. La pelirroja me mira confundida y por fin dice:

—No puede ser Gabriela, Rayan, porque la encontraron hace unas horas despedazada a las afueras del bosque.

Entonces lo comprendo todo, Diamond no era el jodido problema, sino, la distracción.

Entonces lo comprendo todo, Diamond no era el jodido problema, sino, la distracción

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Amor Posesivo © [COMPLETA]✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora