Cap 3 - ¿Cuántas veces es posible perdonar a alguien?

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Muchas veces el amor nos hace tontos. Tan ciegos que no somos capaces de ver que, lo que nos ofrecen como «amor», en realidad está muy lejos de serlo.

Porque el amor no consiste en aguantar y aguantar. No es perdonar repetidamente las fallas que el otro no puede o no quiere corregir. Amor no es suplicar por respeto, lealtad o fidelidad. No se trata de dar incontables oportunidades con la esperanza de que la otra persona cambie. Tampoco es esforzarse constantemente para convencer a alguien de que deberían estar contigo; porque cuando alguien realmente quiere quedarse, lo hace, incluso cuando no hay una razón evidente para hacerlo.

Perdonar una y otra vez los mismos engaños y mentiras, y pensar que podría soportarlo sin quedarme destrozada, era un riesgo que siempre estuve dispuesta a tomar. Era como pararme frente a un león hambriento y creerle cuando prometía que no me iba a doler cuando llegara el momento de devorarme.

Cada vez que me enfrentaba a sus engaños, lo hacía esperando que esa vez fuera diferente y que fuera sincero. Las noches en las que se acostaba a mi lado, tenía que sofocar mis lágrimas para que no me escuchara llorar. ¿Cómo podía compartir la misma cama y actuar como si yo fuera el único amor de su vida? En esos momentos me preguntaba cuánto más podría soportar. Me cuestionaba si cuando hacíamos el amor, su mente estaba conmigo o con otra persona.

¿Cómo puede alguien llegar a ese punto de carencia extrema de amor propio?

Me cuesta entenderlo del todo. No logro comprender cómo pude soportar tanto. Pero cada día, mi sensación de vacío se intensificaba, como si hubiera entregado todas mis piezas en él. Ya no sabía qué más ofrecerle, y esa incertidumbre me llenaba de frustración. Sentía que no era suficiente y que por eso él buscaba en otras, eso que yo no era capaz de darle. La inseguridad se apoderaba de mí, y mi estado de ánimo fluctuaba constantemente. A vece sentía que, a pesar de que lo amaba con todas mis fuerzas, también lo odiaba con la misma intensidad. En repetidas ocasiones, le cuestioné por qué si decía amarme, me causaba tanto dolor. ¿Por qué no podía ser fiel y respetar nuestra relación? ¿Era acaso demasiado pedir?

«Lo lamento. Yo te amo, pero no sé qué me pasa. Quiero cambiar. Dame otra oportunidad», era lo que siempre me decía después de volver a fallarme.

Y por supuesto, todas las veces que me lo dijo... yo le creí.

Es que era tan fácil para él envolverme en aquel juego de engaño y promesas. Solo bastaba que me abrazara y me prometiera que todo estaría bien. Mi corazón intentaba desesperadamente creerle, mientras mi mente me reclamaba recordándome las tantas veces que ya lo había perdonado por las mismas razones.

¿En qué momento de mi vida pasé de exigir respeto, de creerme merecedora de un amor honesto, a preferir una mentira disfrazada de arrepentimiento?

Supongo que fue porque al principio, todo era diferente.

Había tenido dos relaciones fallidas antes de conocerlo. Había perdido la esperanza de que alguien pudiera volver a amarme, especialmente porque tenía dos hijas de otro matrimonio. Pero él me vio. Él me amó, sin importarle nada.

Héctor tenía muchas cualidades positivas; no todo fue tan malo. Desde el inicio de nuestra relación, amó a mis hijas como si fueran suyas, lo que me hizo enamorarme de él por completo. Era un hombre atento, caballeroso, proveedor y alegre. Siempre se preocupó por mí y por mi familia como si fuera la suya propia.

Nuestra vida juntos era lo que siempre había soñado. Él era el hombre que siempre había querido para mí. Teníamos viajes familiares cada año, proyectos, sueños. Habíamos comprado nuestra primera casa juntos, y teníamos una hija producto de nuestro amor.

No sé cuándo todo empezó a cambiar. No me di cuenta de cuándo comenzaron las infidelidades y los irrespetos a nuestro hogar. No sé cuándo él comenzó a transformarse.

Sabía que su pasado había sido un poco tormentoso. Estaba lleno de vicios, como su adicción a las mujeres y al sexo, pero al principio, pensé que al formar una familia, lo dejaría atrás. Fui muy ingenua al pensar que yo lo podía cambiar.

Nunca cambió, y lo perdoné tantas veces, que hoy solo me queda pedirme perdón por haberlo hecho.

Postdata DEJARÁS DE DOLERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora