El retiro quedaba a tres horas de distancia, y aún nos restaban dos horas de camino por delante. Viajar con Elena estaba siendo una experiencia divertida; nunca había silencios incómodos ni falta de temas de conversación. Siempre tenía alguna historia interesante que compartir, y cuando no, optaba por cantar con esa hermosa voz que Dios le había regalado. Tenía un talento increíble.
—Muero de hambre —pronunció de repente, interrumpiendo la canción que sonaba en la radio.
Yo tampoco había tenido oportunidad de comer antes de salir, así que estábamos igual de hambrientas.
En el camino, se divisaban varios restaurantes con un estilo casero. Elena aparcó el auto en un área en donde había al menos unos cinco locales. Los observó por un momento, intentando decidir en cuál comer.
Mientras tanto, en la distancia, un poco más retirado, vi un letrero de un pequeño local que decía: Casa dell'Amore.
—¿Podemos ir a ese? —propuse.
—¿Desde cuándo te gusta la comida italiana? Hasta donde sé, dices que toda su comida es hecha con harinas, y según tú, las harinas inflaman el cerebro.
Me encogí de hombros, porque tenía razón, no era fan de la comida italiana por temas de salud, pero no sabía muy bien por qué me llamaba tanto la atención ese lugar.
—Se ve acogedor y deben de ofrecer ensaladas en su menú.
Elena me observó con incredulidad, pero accedió.
Entramos y la atmósfera del lugar era cálida y acogedora. La luz tenue y las paredes de color terracota me generaban una sensación de calma. Mis ojos recorrieron la sala y se detuvieron en una única mesa en el centro, donde tres personas disfrutaban de sus platillos. El sonido suave de la música italiana y una sensación de hogar eran los encargados de recibirnos.
—Aquí no hay ni un alma, amiga, espero que no sea porque la comida es terrible.
—El olor es prometedor, ¿no crees?
—Quizá tienen aromatizantes que te engañan, porque cómo explicas que solo haya una mesa, mientras que los otros tienen más comensales. Hasta un ciego puede verlo, Olivia. ¿Estás segura de que quieres comer aquí?
Asentí, incluso cuando las probabilidades de que Elena tuviera razón eran altas.
—Bienvenidas a Casa dell'Amore. Las estábamos esperando. ¿Mesa para dos?
La señora que nos dio la bienvenida lucía una sonrisa que iluminaba todo el lugar, y nos observaba con una mirada bastante profunda, como si estuviera intentando reconocer algo en nosotras.
Elena y yo asentimos devolviéndole la sonrisa, aunque en el rostro de mi amiga había una mueca burlona y un poco escéptica.
La señora nos guio hasta nuestra mesa, nos entregó la carta y se retiró. Unos minutos después regresó y nos tomó la orden.
—Esto se siente tan excitante —soltó Elena, de pronto.
—Pero hace unos segundos no querías comer aquí.
—No hablo del restaurante, sobre eso todavía tengo mis dudas, pero me refiero a esto. —Nos señaló a ambas—. Tú y yo en un viaje por carretera, rumbo a encontrar la mejor versión de nosotras, ¿sabes? A empoderarnos y convertirnos en las putas amas del mundo, y libres de imbéciles que quieran gobernarnos.
—Amiga, tienes casi siete años sin ser gobernada, y en realidad yo nunca sentí que Héctor me gobernara. Entonces, no lo sé.
—Pero no dabas ni un paso si él no estaba contigo. O dime, ¿estando con él habrías venido a un viaje de tres días conmigo?
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Postdata DEJARÁS DE DOLER
SpiritualESTE LIBRO ES PARA TI SI... * Sientes que no podrás seguir adelante sin esa persona. * Te rompieron el corazón y no sabes cómo unir las piezas. * Tuviste que irte, cuando lo que más querías era quedarte. * Te cuesta respirar y no haces más que llora...