Corrí y corrí hasta que mis pulmones ardían con cada respiración.
Mi corazón quería salirse de mi pecho cada vez que dos luces de auto se acercaban por la carretera alumbrando la oscuridad que me rodeaba.
Varias veces me tiré al suelo aguantando la respiración y liberando el aire cuando me daba cuenta que no eran los matones de Margaret.
Caminé creo que quince kilómetros que se me hicieron eternos con el dolor en mis tobillos por la cadena pero aún asi casi salto de la felicidad cuando visualice las luces de una ciudad a la distancia.
Sin más apresuré el paso y cuando llegué me adentré en las aceras alumbradas por una serie de faros a los lados de esta. Algunos de los edificios más antiguos tenían graffitis en sus paredes y una gran cantidad de garabatos y frases en pintura.
Los pocos transeúntes que aún estaban a estás horas de la noche me miraban de diferentes formas. Unos con curiosidad, otros con lastima por mi aspecto, que no debe de ser el mejor, y otros pocos con asco por mi ropa sucia y rasgada, pero igual que siempre, no me interesa lo que los demás piensen.
-Disculpa- Volteé al sentir un lijero toque en mi hombro. Era una señora con gesto amable que cargaba unas bolsas que eran de supermercado supongo -¿Estas bien, hija?- Preguntó acomodando sus gruesos anteojos con la mano libre -¿Necesitas ayuda?- Me miró con preocupación.
-Si- Conteste con una pequeña sonrisa que rápidamente se convirtió en una mueca al sentir un puntazo de dolor en la comisura de los labios -¿Sabe donde está la estación de policía?- Dije frotando mi brazo para calentarme ya que un suéter todo agujereado no cubría mucho que digamos.
La señora notó el gesto y de las bolsas, que al parecer no eran de supermercado, sacó una gruesa y enorme sudadera gris y me la entregó con una sonrisa amable.
Iba a negarme pero hacía frío y además a la señora no le pareció problema ofrecermela así que la tomé y le dije un pequeño "Gracias" acompañado de una sonrisa tan ligera que me sorprende que la haya visto, ya que me devolvió el gesto.
-Era de mi hijo- Explicó mientras yo pasaba un brazo por la enorme prenda -Pero se mudo a Boston y llevaba la ropa que dejó olvidada en casa para donarla- Dijo tomando las bolsas devuelta en sus manos.
Asentí sin saber que más decir.
-La estación está a unas cuantas cuadras de aquí- Me indicó -Si quieres te acompaño para que no te pierdas- Dudé un segundo en confiar en alguien que apenas conozco y esque, por favor, mi padre y tía que se supone son mi familia me secuestraron por una semana o más -Además- Continuo sacandome de mis pensamientos -Los contenedores de donación quedan al lado así que igual voy por ahí- Rió un poco.
-Está bien- Accedí después de unos segundos.
-Me llamo Claudia- Dijo empezando a moverse.
-Amanda- Dije... y sonreí internamente.
Después de cuatro cuadras divisé la estación de policía. Le entregué la bolsa de nuevo a Claudia y le agradecí de corazón por haberme ayudado.
Es bueno saber que aún existen personas tan amables como ella.
Subí a pasó acelerado los cuatro o cinco escalones de la entrada y al abrir la puerta solo habían unos policías con sobrepeso tras un mostrador y uno que otro hablando por teléfono en un escritorio.
Al percatarse de mi presencia todos voltearon a verme de arriba a bajo. De a poco su mirada cambio de una de curiosidad y extrañeza, a una de lastima.
Una mujer de color, con risos sobre su cabeza y de unos cuarenta y cinco años que hablaba por teléfono se acerco a mi con preocupación en su mirada.
-¿Estas bien?- Dijo estando frente a mí.
-Sí- Logré decir. No podía creer que al fin se terminó ese infierno. -Mi nombre es Amanda Patterson y fui secuestrada por mi padre y mi tía hace unas semanas.
Varios de los policías obesos que estaban ahí, dejaron de escribir y hablar por teléfono para mirarme con los expresiones de sorpresa y algunos con gestos de alivio.
La señora puso una mano sobre mi hombro y una amplía sonrisa apareció en su cara.
-Tranquila, cariño- Me dio un pequeño apretón. -Ahora estás a salvo.
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Protección de testigos.
DiversosUn aclaramiento de garganta me trajo de vuelta de mis pensamientos, y me di cuenta de que los policías ya estaban frente a mi. -Joven, ¿usted fue testigo del asesinato?- Preguntó el que, según su placa, era apellido Cardenas. -Si, ¿porque?- Contesté...